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Cultura hispana en los Estados Unidos


Por Alberto Moncada

Si la lengua es el primer índice de una cultura no cabe duda de que la cultura hispana, en sus diferentes versiones, está aposentándose en todo el territorio estadounidense.

El diario USA Today, el segundo de mayor circulación, afirmaba recientemente: «Si usted no habla español puede quedar rezagado». Y The Washington Post iba más lejos: «Con el aumento durante la última década de la población hispana en Estados Unidos, el conocimiento del español se está convirtiendo más en una necesidad que en una opción en muchas partes del país»; y todavía añadía: «Desde los capataces de establecimientos ganaderos en Nebraska a los corredores de bolsa en Nueva York, los estadounidenses se apresuran a aprender un idioma que ahora habla la mayoría de los 40 millones de hispanos en el país».

Hace cien años se publicó en California una gramática española con el expresivo título de Manual para hablar con las sirvientas, dirigido a las damas blancas que ya por entonces tenían criadas mexicanas. Hoy, aunque el servicio doméstico sigue siendo la principal oportunidad para las emigrantes pobres y sin estudios, el conocimiento del idioma español se ha convertido en herramienta principal para los negocios, especialmente para los negocios con América Latina.

Mestizajes profundos

La peculiaridad cultural de lo hispano, en particular de lo mexicano, y su manera propia de asimilarse al melting pot ha sido recientemente destacada por el profesor Box, en su artículo «Mexicanamericans. Forging a New Vision of America´s Melting Pot» (11 de febrero, 2001) en donde afirma que «La identidad mexicana ha sido siempre más fluida y confortable con el mestizaje y nunca ha sido una cosa de esto sí y lo otro no. Por ejemplo, los mexicoamericanos no han tenido que superar ningún prejuicio cultural contra el matrimonio mixto. El matrimonio mixto era ya una realidad en el Suroeste en el siglo XIX y hoy, dos tercios de ellos en California incluyen un latino».

Por su lado, James P. Smith, economista y estudioso de la emigración en la RAND Corporation, afirma que en el año 2050 más del 40 por ciento de los hispanos en los Estados Unidos se reconocerá de ascendencia múltiple. De forma que el hecho de que el mestizaje forme parte mucho más importante de la población de América Latina que de la del Norte es señal de la diferencia que los mexicanos aportan a su experiencia americana.

Según María Eugenia Guerra, de LareDos, una revista mensual alternativa que se publica en Laredo, lo que pasa en la frontera es algo diferente e influirá en todo el país. En otras palabras, «La latinización de América es tan profunda que nadie la ve en toda su extensión», como dice Kevin Starr, el principal historiador de California, que está escribiendo un libro en cinco volúmenes sobre la historia del Estado. Y todavía añade: «El proceso por el que ellos se están convirtiendo en nosotros nos forzará a reconsiderar la definición de quiénes somos».

Una nueva multiculturalidad

Semejante actitud de sincretismo cultural, generalizada entre tantos latinos que están haciendo las Américas, es mucho más potente que el viejo racismo, el cual, además, tenía bastantes connotaciones de clasismo al haber nacido históricamente en el Sur frente a los negros y los hispanos pobres. La versión cultural del racismo responde, sobre todo, a la creciente presencia del español en Norteamérica. El «English only» no es sólo una cuestión de lenguaje, ya que ningún hispano avisado quiere dejar de saber bien inglés, sino la pretensión de volver al melting pot, aquella tentativa hegemónica de los anglos que querían transformar en americanos a los emigrantes, asimilándolos a la cultura anglosajona y tratando de que olvidaran la propia. Pero más que un melting pot, América es hoy un salad bowl, una cultura a la carta que desafía cualquier interpretación monopolista.

Es cierto que los medios de comunicación en español están hoy en manos de capital americano, pero lo hispano proporciona hoy nuevos matices, nuevos colores a la sociedad norteamericana. Pareciera como si el talante anglosajón, puritano y ordenancista, necesitara de vez en cuando una transfusión de vitalidad. A primeros del siglo veinte fueron los negros, los descendientes de los esclavos, quienes transformaron la música de sus dueños e impusieron la belleza y la elasticidad de la negritud. Ahora es el turno de los hispanos, cuyo aporte ha sido decisivo para esa multiculturalidad que hoy se proclama como sustancial a la nueva América.

Artículo extraído del nº 59 de la revista en papel Telos

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