Una nueva brecha, la "digital", puede venir a reforzar las desigualdades existentes en el gigante latinoamericano. A pesar de las iniciativas públicas y privadas que procuran integrar las nuevas redes digitales en la vida cotidiana de la población brasileña, el futuro del proyecto de la Sociedad de la Información es una incógnita.
El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE / www.ibge.gov.br), órgano gubernamental responsable de los censos que se realizan en Brasil, acaba de publicar el informe Estadísticas del siglo XX donde se constata que la economía brasileña creció más de cien veces entre los años 1901 y 2000.
Sin embargo, a pesar de este crecimiento, si utilizamos el índice de Gini para averiguar la distribución de la renta observaremos que Brasil es una nación tan desigual como Botsuana o Sierra Leona. Brasil: un país grande, rico y profundamente injusto…
Únicamente a partir de esta pequeña introducción podemos comprender exactamente qué significa hablar sobre la «Sociedad de la Información» en Brasil en los albores del siglo XXI.
Brasil es, aún hoy, un país con millones de analfabetos. Por tanto, no es osado decir que buena parte de la población brasileña saltó de la cultura oral a la comunicación electrónica, sin pasar por la comunicación escrita.
Durante el transcurso del siglo XX dos dictaduras militares se esforzaron por desarrollar ampliamente la radio (en los quince años de gobierno de Getulio Vargas, de 1930 a 1945) y la televisión (durante la dictadura militar que comenzó en 1964 y terminó en 1985). La televisión cumplió, así, un importante papel de cohesión conservadora, tanto en la política como en la cultura.
Según los datos arrojados por la encuesta nacional de hogares realizada por el IBGE en 2001, cerca del 89 por ciento de los hogares brasileños (de un total de 46,5 millones de domicilios) posee, al menos, un aparato de televisión. Para alcanzar ese volumen de usuarios, la dictadura militar promovió uno de los mayores saltos tecnológicos de nuestra historia, creando el Sistema Telebrás (www.telebras.com.br), que operaba una importante infraestructura de cables y satélites, y poseía el único centro de investigación en telecomunicaciones por debajo de la línea del Ecuador. En 1998, con la privatización del Sistema Telebrás fueron realizadas grandes inversiones para expandir aún más esta red de telecomunicaciones.
Hoy, Brasil cuenta aproximadamente con 39 millones de teléfonos fijos, y 40 millones de móviles para una población de más de 180 millones de personas.
Para elaborar un retrato lo más fiel posible de la sociedad brasileña no podemos olvidar la profunda desigualdad en la distribución de la renta. Si es cierto que existe una gigantesca red de fibras ópticas y satélites cubriendo la totalidad del territorio, también se puede constatar, nuevamente según la encuesta nacional de hogares, que sólo el 12,6 por ciento de los hogares posee al menos un ordenador personal y el 8,6 por ciento de los domicilios tiene acceso a Internet. A pesar de que este total debe ser relativizado por la gran cantidad de personas que acceden a Internet a través de sus puestos de trabajo, el resultado todavía es pequeño en comparación con la población restante.
Dejado al ritmo de su propia dinámica, este cuadro sólo tiende a agravarse. Por un lado, existe una multitud de «miserables» que apenas tiene acceso a la televisión abierta y a la radio y que posee un bajísimo nivel de escolaridad. Por otro, algunos millones con radio, televisión abierta, teléfonos fijos y móviles, y pudiendo acceder, eventualmente, a Internet en sus trabajos. Por último, una minoría que accede a Internet desde su casa (de la cual aproximadamente 500.000 domicilios tienen banda ancha), posee televisión por abono (3,5 millones de hogares), utiliza el comercio electrónico (30 por ciento de los internautas brasileños ya han comprado a través de Internet), ve televisión abierta y escucha radio, tiene teléfono fijo y móvil, está suscrita a revistas (los tres semanarios informativos principales juntos venden cerca de 1,9 millones de ejemplares) y lee diarios (una media, en 2002, de 7 millones de ejemplares vendidos por día).
Justamente debido a estas profundas desigualdades crece el discurso de la «inclusión digital» en Brasil, afirmando el riesgo del país de estar construyendo una nueva categoría de excluidos: los analfabetos digitales.
Los proyectos de inclusión digital llevados adelante por organizaciones no gubernamentales (ONG), municipios y gobiernos provinciales han encontrado eco en el entusiasta discurso del nuevo gobierno nacional. Estos proyectos consisten básicamente en la construcción de estructuras de acceso público a ordenadores personales e Internet, llamados «telecentros» e instalados en regiones carenciadas y dotadas de asistentes que ayudan al inexperto usuario.
Una de las experiencias más importantes en este campo viene siendo desarrollada por la Municipalidad de la ciudad de San Pablo (www.telecentros.sp.gov.br). En la actualidad, los setenta telecentros en funcionamiento generan cerca de 15.000 horas mensuales de acceso a la Red.
Otro factor importante de inclusión digital está basado en el creciente uso de Internet como herramienta de organización de la sociedad civil. Vale la pena recordar que el primer proveedor privado de acceso a Internet en Brasil, Alternex, fue creado por el Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos (IBASE / www.ibase.org.br) y obtuvo notoriedad pública al dar soporte a la Cumbre de Río de 1992.
Sin embargo, el discurso de la inclusión digital, más allá de algunos notorios resultados, comienza a mostrar sus límites. En primer lugar, como se infiere del panorama anteriormente descrito, las acciones de inclusión deben abarcar un campo mayor que el de las políticas digitales. O se resuelve el problema de la desigualdad social o la brecha sólo tenderá a aumentar. En segundo lugar, muchos proyectos de inclusión digital se limitan a capacitar a nuevos consumidores para el mercado de la informática y de las telecomunicaciones, y terminan por relegar al ciudadano a un segundo plano.
La inclusión digital debe abarcar la adopción de software libre que permita el abaratamiento de la infraestructura, la progresiva autonomía de los usuarios (que podrán adaptar el software a sus propios usos) y el estímulo a la incipiente industria nacional de software (alrededor de 3.500 empresas, en 1995, con más del 90 por ciento presentando una facturación anual inferior a los 4 millones de dólares, según datos de la Secretaría de Política de Informática e Automaçao SEPIN-, del Ministerio de Ciencia y Tecnología).
Asimismo, es preciso construir redes de acceso público, independientes de los precios del mercado, que permitan el acceso a conexiones de banda ancha a un público que, de otra forma, difícilmente podría pagar por el servicio.
El país necesita también una política industrial que vislumbre una producción de equipamientos a partir de tecnología nacional. Según datos de la Asociación Brasileña de la Industria Eléctrica y Electrónica (ABINEE / www.abinee.org.br), aun con un cuadro técnicamente de recesión económica, Brasil importó, entre enero y julio de 2003, 931 millones de dólares sólo en semiconductores (necesarios para la construcción de cualquier equipo electrónico). Es decir, sin una política de ciencia y tecnología aliada al desarrollo industrial, paradójicamente, cuanto mayor sea la inclusión digital mayor será el déficit de la balanza comercial brasileña.
Pero, principalmente, el proceso de inclusión digital debe servir de estímulo para la producción de contenidos por parte de nuevos usuarios, formando comunidades virtuales con informaciones y formas de organización surgidas directamente de las demandas de los millones de brasileños que no tienen voz. Se trata de algo más que usuarios… se trata de personas experimentando nuevas formas de ciudadanía.
Tres son las recientes iniciativas del nuevo gobierno nacional que permiten vislumbrar actuaciones frente a estas cuestiones:
– El Instituto Nacional de Tecnologías de la Información (ITI / www.iti.gov.br) ha propuesto la adopción progresiva de software de código abierto en la Administración pública y, especialmente, en la construcción de nuevos telecentros.
– El órgano responsable de la regulación de la Red, el Comité Gestor de Internet en Brasil (CGIBr) vio, entre otras cosas, modificada su composición a fin de permitir mayor transparencia y la participación de la sociedad civil organizada.
– Finalmente, el Ministerio de las Comunicaciones señaló que el Sistema Brasileño de TV Digital será utilizado como herramienta para la inclusión digital, poniendo énfasis en los nuevos servicios interactivos y en el bajo coste de los equipos.
Aún queda saber si estas iniciativas lograrán los resultados esperados.
Gustavo Gindre
(Traducción: Yamila Bortnik)
Artículo extraído del nº 58 de la revista en papel Telos