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Productores culturales, migrantes y deudores


Por Cuauhtémoc Esquivel

Editorial Paidós. Néstor García Canclini. Latinoamericanos buscando lugar en este siglo
Buenos Aires, 2002

Este texto, pensado como ensayo para el concurso de la «Fundación Cardoza y Aragón» (octubre de 2001), refleja la larga trayectoria de investigación del autor sobre los campos nacionales y regionales de integración en América Latina. Aquí, García Canclini analiza profundamente lo que significa ser latinoamericano observando desde dentro y desde fuera su propio continente. En el fondo se trata de un diagnóstico que aporta datos fundamentales para replantear la prospectiva latinoamericana de cara al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesto por Estados Unidos para el año 2005.

Mediante una revaloración que parte de las Ciencias Sociales, se esboza el ensayo de posibles futuros en la región. Así, desde su primer capítulo, el autor evidencia cómo los gobiernos latinoamericanos han vendido el patrimonio nacional y muchos de los empresarios han optado por llevarse sus inversiones al extranjero, mientras que más del diez por ciento de la mayoría de las poblaciones latinoamericanas decide emigrar. Desde esta misma óptica, ser latinoamericanos conforma una globalización tripartita: como productores culturales, como migrantes y como deudores.

Pero no solamente estamos unificados por las deudas, las marcas son lo más parecido en un idioma internacional y al globalizarse se encargan de asociar a millones de consumidores. Bajo este contexto, García Canclini se pregunta en su segundo capítulo (referido a los inconvenientes de ser latinoamericano) ¿qué queda de las naciones? Parece fundamental comprender la amenaza de la disolución y resaltar cómo el peligro es mucho mayor en América Latina (a diferencia de la UE) donde los desequilibrios se van incrementando. «Los mercados comunes no acaban de constituirse, según se ve en el MERCOSUR, o cuando más o menos lo logran, como en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, hacen como si sólo se tratara de liberalizar los flujos comerciales, sin considerar qué le pasa al resto de la economía».

El hecho de que Latinoamérica haya logrado en alguna medida desarrollar «naciones independientes y modernas», alcanzando resultados mejores que los de Asia o África, no implica que la integración latinoamericana dejara de quedarse estancada en meras declaraciones de buena voluntad de gobiernos e instituciones (UNESCO, OEA, CEPAL, etc.). En este contexto el autor plantea una pregunta central: ¿por qué América Latina no suma su creatividad y variedad literaria, musical, comunicacional para convertirse en una economía cultural de escala, mejor interconectada y con mayor capacidad exportadora? No pueden perderse de la mira estos desafíos si la integración es concebida como un proceso vital y necesario de las sociedades contemporáneas en un mundo globalizado.

«Desarrollo con deuda, apertura sin rumbo» es un capítulo en el que se revisan los intentos de autogestión nacional-regional y las consecuencias de la apertura al neoliberalismo, entendidas como las dos vías para cambiar el desarrollo latinoamericano en el último medio siglo. García Canclini explica cómo las sociedades se vuelven cada vez más cosmopolitas y el ahogo económico estatal margina cualquier ocurrencia populista, mientras que, por otro lado, los movimientos con carácter de reivindicación local (zapatismo) buscan dar una articulación a sus programas de demandas locales y nacionales con el contexto mundializado.

Las estadísticas señaladas en el texto revelan claramente que la «modernización para todos» fue y sigue siendo selectiva y que «pasa de la integración de las sociedades al sometimiento de la población a las elites empresariales latinoamericanas, y de éstas a los bancos, inversionistas y acreedores transnacionales»: «El ingreso nacional per cápita de la región bajó un 15 por ciento; del 35 por ciento de hogares que estaban bajo la línea de pobreza en 1980 se pasó al 39 por ciento en 1990». «Los latinoamericanos debíamos 16.000 millones de dólares en 1970; 257.000 millones en 1980 y 750.000 millones en 2000. Esta última cifra, según cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), equivale al 39 por ciento de las exportaciones de la región. No hay posibilidad de reducir los más de 200 millones de pobres, explica el Secretario Permanente del SELA, si no reunimos «el poder disperso de los deudores».

La modernización de algunas zonas prósperas existe y puede constatarse en México DF, Caracas, Bogotá, San Pablo, Buenos Aires y Santiago de Chile, pero ello no puede disimular la pauperización extendida en los suburbios de estos países. Tal y como se señala en el texto, la autonomía nacional y regional se atrofia, el parámetro referido a las nuevas redes de comunicación lo confirma: «menos del 6 por ciento de los latinoamericanos tienen acceso a Internet contra el 40 por ciento en EUA. El 20 por ciento más rico de la población acapara el 93,3 por ciento de acceso a la Red y dispone, si lee inglés, del 70 por ciento de los hosts, sitios desde los cuales se difunde la información que en español no llega al 2 por ciento».

Por lo que respecta a la integración comunicacional, se señala que en los últimos veinte años se produjo un avance mediante la expansión continental de industrias culturales, algunas latinoamericanas (Televisa, Grupo Cisneros) y la mayoría de origen estadounidense y español. «La televisión, en particular el periodismo de CNN, los entretenimientos distribuidos por Time Warner, las telenovelas de Televisa y la difusión discográfica de las grandes empresas están reconfigurando la cultura audiovisual, y por tanto las representaciones sociales de amplios sectores latinoamericanos». Pero más allá de lo que podría concebirse como un «regional-esteticismo», «estamos entre las promesas del cosmopolitismo global y la pérdida de proyectos nacionales».

Latinoamérica: economía y cultura

El cuarto capítulo referido a la economía y la cultura de un «espacio común latinoamericano» señala los rubros y las posibles estrategias culturales a seguir dentro de la internacionalización. Aquí García Canclini plantea la necesidad de repensar cinco puntos estratégicos:

a) La expansión económica y comunicacional por las industrias culturales que no beneficia equitativamente a todos los países ni regiones.

b) Un desplazamiento del eje económico y cultural hacia EEUU que predomina pero no de manera uniforme; parece que «EUA ha decidido ignorar su multiculturalidad conflictiva e imaginarse el planeta como espejo de quienes triunfaron en su selvático mercado». Por otra parte, debe reconocerse la creciente presencia en la región de compañías españolas, francesas e italianas que se han apropiado de redes de telecomunicaciones, bancos, editoriales y canales de televisión. Los capitales europeos suponen ya un cambio importante con respecto a nuestra tradicional dependencia.

c) La conversión de las industrias de comunicación en el punto más competido entre lo público y lo privado, sobre todo pensando «lo anglo» y «lo latino», pero más allá de este terreno de disputa cabe resaltar dos aspectos: en primer término, que los empresarios entregados a la lógica de mercado siguen abandonando la noción de servicio público, y, en segundo término, pensar que el futuro de América Latina podrá reorientarse, saliendo de la noción maniquea entre Estados y empresas privadas: «Necesitamos concebir al Estado como lugar de articulación de los gobiernos con las iniciativas empresariales y con los de otros sectores de la sociedad civil (…) el Estado no puede permitir que la vida social se diluya en los intereses empresariales, y menos aún que los intereses empresariales se reduzcan a los que sostienen sus inversores». Cada vez resulta más cuestionable la premisa de que el libre mercado promueve la libertad de los creadores favoreciendo el acceso a las mayorías.

d) ¿Cómo situar la integración económica y cultural de las sociedades latinoamericanas en esta recomposición de mercados globales? La perspectiva del autor a este respecto es que debe ser necesario «renovar la legislación, la profesionalización de la gestión cultural y la participación de creadores y receptores en estas decisiones». Por citar un ejemplo: «los organismos nacionales y supranacionales no pueden dejar de reconocer la autoría intelectual y proteger la creatividad e innovación estética para que no sean sometidas a la prepotencia del lucro». Pero todavía más importante que esto es considerar la carencia de programas que coordinen actores nacionales con organismos internacionales (OEA, CEPAL, SELA, Convenio Andrés Bello, etc.); esto impide reformular el papel de las industrias culturales, y es que no deja de sorprender que éstas queden marginadas en la agenda pública de los acuerdos regionales de intercambio y libre comercio.

Este capítulo sobre el espacio común latinoamericano concluye señalando una cuestión vital: «la educación formal necesita las pantallas televisivas y computacionales para vincularse con la vida cotidiana de los estudiantes y habilitarlos para el futuro, pero ni el ordenador ni el mouse organizan la diversidad cultural ni desarrollan opciones de vida inteligente (…) extender el acceso a las redes digitales resulta clave para superar las brechas internas de cada nación y entre países. Pero para que esto ocurra es necesario que muchas zonas latinoamericanas tengan luz y teléfono».

Culturas expulsadas

Otro aspecto importante tratado por el autor en su quinto capítulo es el de las culturas expulsadas de la economía. Lo popular deja de ser sinónimo de lo local, no radica en lo que el pueblo es o tiene en un espacio determinado, sino lo que logra mover su afectividad, «las identificaciones étnicas y nacionales sin desaparecer enteramente trascienden su localización en lenguajes y espectáculos transnacionalizados». Desde este enfoque la globalización o bien integra las culturas populares o bien las excluye o segrega.

Latinoamericanos buscando lugar en este mundo termina con un capítulo en el que García Canclini propone una agenda específica de tareas para que América Latina se reconstruya como región creativa y competitiva para los intercambios globales. Entre los principales objetivos se señalan:

1) Identificar las áreas estratégicas de desarrollo: «se debe colocar en el centro a las personas y las sociedades, no las inversiones, ni otros indicadores financieros macroeconómicos, que articulan en forma difusa a América Latina con el mundo». No se trata de encontrar los ajustes económicos para pagar las deudas, sino de pensar en qué productos materiales propios e importados contribuyen a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones latinoamericanas potenciando su comunicación con los demás.

2) Desarrollar políticas socioculturales para promover el avance tecnológico y la expresión multicultural de las sociedades latinoamericanas, orientadas hacia el crecimiento y la participación democrática ciudadana. García Canclini señala que no se pueden esperar cambios si no se pasa del periodo de acuerdos aparentemente destinados sólo al libre comercio (TLC, MERCOSUR) a «una etapa en que la cooperación internacional trabaje con lo que puede homogeneizarse con las diferencias que persistirán y con los conflictos interculturales». Pero, por otra parte, se añade una observación sobre la importante necesidad de reubicar las políticas culturales en áreas estratégicas de desarrollo endógeno y de cooperación internacional; «las políticas transnacionales no cambiarán hacia los gobiernos y las sociedades sino se elaboran posiciones propias (…) resulta vital desarrollar tres prácticas intelectuales: la información contrastable y razonada, la solidaridad basada en la cooperación de conflictos interculturales y la duda (…) más específicamente, reencontrar el valor extraviado de las palabras».

3) Salvaguardar legalmente la diversidad latinoamericana ubicándola en la variedad de tendencias que contiene la globalización. Para ello García Canclini propone crear instrumentos internacionales de conocimiento y evaluación del desarrollo sociocultural. «Debe impulsarse una política de promoción activa de la diversidad cultural en la época previa a 2005. Se estima que el ALCA va a abarcar un mercado de casi 800 millones de personas y un producto interno bruto que representa el 40 por ciento del comercio mundial». En esta óptica queda claro que las leyes de carácter interno hacen insostenible un consenso regional y por ello es fundamental el papel de organismos internacionales como CEPAL, OEI y UNESCO.

4) Investigar indicadores culturales (no para establecer el nivel de desarrollo cultural de las sociedades) para saber en qué medida las estructuras políticas contribuyen a la integración. A este respecto debe señalarse el problema de la enorme carencia de estadísticas culturales confiables o de comparaciones regionales que posibiliten la cooperación y los intercambios regionales.

Cabría también destacar la observación macro-histórica que hace el autor, planteando que mientras los años 80 constituyeron la década perdida de América Latina por el crecimiento cero de la región, los años 90 fueron los de la impunidad, en la que se produjo una atropellada apropiación del patrimonio latinoamericano por corporaciones transnacionales y de gobernantes que privatizaron hasta lo que daba ganancias con el pretexto de que algunas empresas no eran rentables. En ese sentido: «no es la mejor época para escribir sobre la integración latinoamericana. Pero explorar la potencialidad conjunta de nuestras prácticas culturales puede ayudarnos a imaginar otro modo de globalizarnos (…) lo latinoamericano puede crecer si se nutre de intercambios solidarios y abiertos, renovados y renovables. Intercalar este nombre –latinoamericanos– en el diálogo global encontrando la medida con que podemos escribirlo es la condición para que nuestra identidad no sea leída entre comillas».

En términos más artísticos, García Canclini termina su ensayo comentando que los latinoamericanos encontramos lugar coproduciendo y comunicando lo que ya filmamos, los discos que se graban o esperan ser grabados, o buscando producir una televisión realmente representativa, pero que hace falta algo más que aumentar las cifras de ventas y exportaciones, debiendo aprovechar nuestra capacidad para reivindicar la memoria histórica: «Porque el Foro Social de Porto Alegre se volvió mundial al ser simultáneo con el Foro Económico de Davos y teleconferenciado con ellos… porque Ry Cooder supo llegar a Buena Vista Social Club y Win Wenders se dio cuenta que tenía que filmarlos». Y aquí en este cierre de texto el autor deja claramente abierto un mensaje de esperanza y desesperanza: «es necesario buscar otro lugar, no encontrar, a veces, más que promesas (…) contar lo que fantaseamos y planeamos hacer antes de tropezar con los ladrones, o con los medios apurados para convertir el último asalto en un reality show: imaginar la cultura como ese relato, la inminencia de lo que todavía no ocurrió, el derrumbe que tal vez aún puede evitarse. Contar la experiencia posible de los otros. Contar con los otros». Ya lo dijo Carlos Fuentes en su «espejo enterrado»: «sentirnos completos sólo porque nos acompañan los demás», la pregunta es: ¿sólo porque nos acompañan los demás podremos sentirnos algún día completos?

Artículo extraído del nº 57 de la revista en papel Telos

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Cuauhtémoc Esquivel