Expertos de diversas universidades españolas, reunidos en las I Jornadas Profesionales de Publicaciones Electrónicas de Biblioteconomía y Documentación, analizaron las características de las publicaciones electrónicas, así como los aspectos que necesariamente habrán de completar su evolución en el futuro.
La hipertextualidad y los avances en las nuevas tecnologías de los últimos años, aplicados a los medios de comunicación social, han propiciado el nacimiento de una nueva generación de publicaciones electrónicas cuyo acceso es generalizado gracias a la Red. Es el último salto de una carrera que va desde la edición impresa a la digital en Internet, y que dio sus primeros pasos cuando algunas revistas científicas comenzaron a editarse, además de en papel, en CD-Rom. Gracias a ello se han visto satisfechas las necesidades de rapidez de ejecución de los usuarios y sus deseos de interactividad y capacidad de almacenamiento ilimitado de la información.
Pero esta nueva generación de publicaciones adolece, sin embargo, de los defectos de un producto joven y necesitado de adaptaciones y reformas, según el análisis de los expertos que se reunieron el pasado mes de mayo en Madrid, en las I Jornadas Profesionales de Publicaciones Electrónicas de Biblioteconomía y Documentación.
No es lo mismo una revista digital que la versión digitalizada de una revista cualquiera. Una revista web no puede ofrecerse sólo como un conjunto de páginas llenas de texto e ilustradas con imágenes y gráficos para lograr una presentación estética agradable. La publicación digital requiere otra concepción y tratamiento, además de un diseño diferente, que responda a los modos de consulta, exploración y manejo de este formato.
Desde la página principal ha de ofrecerse una visión global de los contenidos de la revista. Además, el formato digital permite editar la información de un modo que no es posible en lo impreso, incorporando recursos multimedia (animaciones, vídeo, sonido). También da lugar a la interactividad con el usuario, que busca su propio camino, multiplica sus posibilidades de investigación a través de enlaces, y favorece la retroalimentación con sus mensajes (a través de un buzón creado expresamente para él) y la participación en encuestas y foros. Así el lector se convierte en un colaborador más de los editores, capaz de moldear con su participación los contenidos.
Otras aportaciones de los formatos electrónicos son la rapidez de ejecución y la rapidez en la elaboración y distribución de los contenidos. Una revista que en su formato impreso llegaba apenas a unos pocos cientos de personas, salta los límites espaciales y temporales gracias a la edición digital, alcanzando a lectores de todo el globo a través de Internet.
El aspecto del control de la calidad de los textos publicados en las revistas electrónicas es uno de los que más ha mejorado en los últimos tiempos gracias a la investigación de algunas universidades españolas, que experimentan con un sistema informático de normalización de contenidos que complementará la evaluación «por pares», aplicada sobre todo por revistas especializadas.
A pesar de todas sus ventajas, las publicaciones electrónicas no han alcanzado todavía la perfección. Han de mejorar la accesibilidad de la información y tienen que desarrollarse herramientas que permitan integrar los contenidos de distintas procedencias y garanticen consultas más precisas.
El de la perdurabilidad es uno de los problemas que más preocupa a los expertos. Las revistas electrónicas son muy fugaces. Gran parte de las que han nacido morirán en poco tiempo, ya que no existen garantías de conservación si no se imprimen los textos. Con el tiempo los enlaces desaparecen de la Red y es imposible consultarlos.
Y es que nadie se responsabiliza de la preservación de las revistas digitales, por lo que los expertos reclaman, junto a una normativa de depósito legal, la creación de salas de revistas en bibliotecas públicas o, incluso, en la Biblioteca Nacional, donde se garantice la conservación de los contenidos digitales y su accesibilidad al público.
También derivado de la accesibilidad y muy estrechamente relacionado con lo anterior, aparece el problema de la difícil localización de los contenidos en la Red. Es difícil encontrar a través de los buscadores los artículos y trabajos que un día fueron publicados en revistas digitales. Y es que, según denuncian otros expertos como el profesor Antonio Malalana, de la Universidad de San Pablo-CEU, «no hay personal ni dinero para contratar gente que se dedique a crear una base de datos».
La gratuidad y el acceso abierto
La gratuidad, el libre acceso a los recursos de Internet, es una característica que podría desaparecer según indica la tendencia en las publicaciones electrónicas. Cada vez se impone más el cobro por el acceso a la información. Éste es un extremo muy discutido por los expertos y editores, que contemplan distintos modelos de revistas electrónicas.
Frente a los que entienden la Red como forma de intercambio y un foro donde compartir información, se sitúan quienes contemplan una perspectiva empresarial. El hecho es que hay dos modelos fundamentales de publicación electrónica: el comercial, que se entiende sobre la base de la suscripción y el pago, y el modelo de libre acceso, que defiende el acceso gratuito al texto completo de la información.
Lo cierto es que ambos implican ciertos costes, y aunque la publicación electrónica ahorra los gastos de impresión de la información, con ella hay que hacer frente a los costes informáticos y de los sistemas electrónicos. Aun contemplando la posibilidad de la financiación publicitaria, la conclusión a la que llegan los editores es que no se ahorra en costes ni tampoco en espacio.
Un sistema utilizado en algunas publicaciones científicas hace que el autor del artículo renuncie al cobro por los textos que la revista le publique o que pague por la inclusión de sus artículos. El autor se da por satisfecho, simplemente, con el prestigio que puede otorgarle el hecho de que sus investigaciones vean la luz en determinada publicación y obtengan el reconocimiento de la comunidad científica.
La conclusión a la que llega el profesor Fernando Ramos, de la Universidad Complutense de Madrid, es que para lograr el acceso abierto hay que implicar al autor. Sin embargo, también ve un inconveniente en la gratuidad: la devaluación de la información gratuita, que en ocasiones obtiene peor consideración que aquella por la que pagamos. Por ello, lo ideal sería, para él, una mayor implicación de los organismos públicos, que asumirían los costes de la difusión.
Junto al cobro por la información utilizada, otras tendencias que apuntan las publicaciones electrónicas se refieren al aumento de la eficiencia de las organizaciones, del rendimiento del capital intelectual y de las inversiones. En el futuro habrán de desarrollarse servidores de información a la carta, de manera que las organizaciones con unos ingresos limitados podrán contar con servidores de información y documentación externalizados, contratados por empresas ajenas que afinarán los costes.
La evolución también se dejará ver en los aspectos jurídicos, ya que habría que proteger los derechos de autor a través del copyright.
En definitiva, a pesar del gran avance que supone la capacidad de acceso a un gran volumen de información en la Red gracias a las diversas publicaciones y revistas electrónicas, éstas han de registrar una serie de mejoras, sobre todo en aspectos técnicos, que les otorguen mayor accesibilidad, calidad y perdurabilidad. Para lograrlo, es necesario que se impliquen en mayor grado administraciones y organismos públicos, a los que los expertos demandan su colaboración.
Noemí San Juan
Artículo extraído del nº 56 de la revista en papel Telos