Convergencia es un término conceptual de reciente aparición, tanto en el sector de la comunicación como en los entornos socioeconómicos ligados a las finanzas. La invocación que se hace del concepto de convergencia es tan reiterada y suscita tal estruendo que genera unas expectativas quizá desmedidas, al día de hoy. Sobre todo después del fracaso cosechado por los análisis y los analistas más reputados sobre el desarrollo de lo que hemos convenido en llamar nueva economía.
El terremoto bursátil que provocó el estallido de la ya conocida como burbuja Internet arrasó los valores que pretendía consagrar la nueva economía y se llevó por delante la vacuidad doctrinal en la que parecía asentarse el nuevo orden económico, generando una situación de conflicto de alcance aún no predecible. En esta línea de análisis, hay quien piensa que no sería descabellado afirmar que la posible dinamización del concepto convergencia en referencia a las industrias TMT (Telecomunicaciones, Media, Tecnología) guarda alguna relación con el aggiornamento de algunos de los periclitados axiomas publicitados por los exégetas de la nueva economía.
El análisis ponderado de la fusión por absorción de AOL con Time Warner está aún por hacer, si bien es cierto que esta operación es tributaria del sobrecalentamiento bursátil alcanzado por las empresas de Internet, no lo es menos que en esa gran fusión empresarial no faltaron los analistas que establecieron en la resultante AOL Time Warner el modelo del New Media. Y a renglón seguido esos mismos analistas situaron el camino de la convergencia en la senda que marcaba la macrofusión AOL Time Warner. Otros ejemplos poco afortunados serían los casos de MCI-WoldCom, así como el reciente fiasco en el que ha devenido el ambicioso proyecto de Jean-Marie Messier en Vivendi Universal. Así las cosas, nos encontramos ante la inexistencia de paradigma alguno en el que apoyar o validar los postulados convergentes.
El único postulado que se mantiene en plena vigencia y goza de gran lozanía es el que establece que la revolución tecnológica asociada al bit es imparable. La digitalización de las señales de televisión y su procesado, unidos a los avances conseguidos por la microelectrónica, permiten ya la convergencia real de televisión, informática y telecomunicaciones. Una convergencia que se concreta en tres aspectos básicos: redes, tecnologías y servicios.
En las telecomunicaciones en su visión más tradicional redes y servicios aparecían indefectiblemente asociados. Por el par de hilos de cobre transitaban sólo servicios de voz más tarde datos, al tiempo que las ondas hertzianas eran el carrier utilizado preferentemente para servicios de TV. Hoy es posible utilizar todas las redes para todo tipo de servicio, aun considerando las limitaciones que implican su capacidad, su tipología, etc.
De igual modo, los sistemas y protocolos diseñados inicialmente para una aplicación o una tecnología IP como protocolo de Internet, DVB para señales de TV pueden ser utilizados para otras aplicaciones independientemente del medio de transmisión utilizado.
Por lo que se refiere a los servicios, cabe decir que más allá de su convergencia actual e independientemente de sus redes y tecnologías, en su desarrollo es donde verdaderamente residen las claves de la convergencia.
El gran reto de los contenidos
En los albores de los años 90 algunas compañías del sector de las Telecomunicaciones pusieron en marcha proyectos experimentales enfocados a comprobar los bondadosos resultados que podría reportar la convergencia. En este escenario hay ejemplos tanto en Estados Unidos como en Europa. Así, la empresa norteamericana US West se alió con Time Warner para desarrollar en la ciudad de Orlando el proyecto que dieron en llamar Full Service Network, basado en el despliegue de fibra óptica y equipamiento informático de gran sofisticación y capacidad para su época. En Europa, entretanto, Telecom en Italia y Telefónica en España utilizaron en sus operaciones experimentales la tecnología xDSL.
Hoy, después de más de una década transcurrida desde las experiencias citadas, podemos comprobar el vertiginoso desarrollo operado en las tecnologías empleadas y cómo aquellas prácticas mostraron claramente el devenir del negocio en el sector. Telefónica de España, por citar un solo ejemplo, dispone actualmente de un servicio comercial basado en ADSL. Por el contrario, los servicios asociados a aquellas experiencias y los que hoy se encuentran en explotación son prácticamente los mismos.
Ciertamente, el desarrollo tecnológico en estos últimos años ha sido exponencial, tanto que con la brecha digital como elemento diferenciador del desarrollo global bien podríamos afirmar que existe una sobreoferta tecnológica que se refleja en un mercado que empieza a mostrar síntomas claros de saturación: estancamiento de las ventas de material informático y ausencia de elementos claros que indiquen un cambio de situación.
Se da pues la paradoja de la existencia de mayor capacidad de comunicación que contenidos a comunicar. El desarrollo de las industrias convergentes ha sido muy desigual y los contenidos tradicionales generados por la industria del entretenimiento no son lo suficientemente atractivos como para permitir obtener todas las potencialidades a la tecnología actual. El gran reto para la convergencia es este: contenidos y aplicaciones que generen servicios útiles y atractivos que, a su vez, constituyan un verdadero revulsivo para el avance tecnológico.
Certidumbres con interrogantes
La Televisión Digital Terrenal y la telefonía móvil de tercera generación UMTS podrían constituirse como extraordinarios elementos catalizadores en el desarrollo de la Sociedad de la Información y, por ende, hacer realidad, o cuando menos poner en valor, los postulados teóricos de la convergencia. Las posibilidades de disfrute de ambos servicios por la ciudadanía aparecen hoy como un objetivo alcanzable más allá del medio plazo.
Recientemente se dieron cita en Madrid, convocados por Telefónica, varios de los líderes de los sectores que engloban a las industrias convergentes. A lo largo de las enjundiosas jornadas se analizaron casuísticas, se desentrañaron fenomenologías, se establecieron parámetros de comparación, incluso se abordó la complejidad normativa y reguladora inherente al proceso… Se trató, en suma, de abordar la convergencia desde las más variadas vertientes.
Creo que el congreso citado fue un éxito de ponderación y análisis, pero como observador privilegiado del evento que fui, no tengo por banal colegir como conclusión del desarrollo de aquellas jornadas, así como de lo anteriormente expuesto en este artículo, que convergencia, sí, pero… ¿Cuándo?… ¿Cómo?… Eso está por ver.
Artículo extraído del nº 53 de la revista en papel Telos