Editorial Biblioteca Nueva Universidad de Alicante, 2001 |
Raúl Rodríguez Ferrándiz ha escrito un libro muy necesario en la bibliografía en español sobre el medio televisivo. El planteamiento de Apocalypse Show. Intelectuales, televisión y fin de milenio, como el de las buenas ideas, es simple: se trata de reseñar qué ha sido y cómo se vehiculan en los tiempos presentes las posturas procedentes de la célebre dicotomía apocalípticos e integrados que puso en circulación Umberto Eco a mediados de los años sesenta. No debe olvidarse que el libro canónico, en tres editoriales diversas, está cerca de la vigésima edición, algo que probablemente le convierte en el texto sobre aspectos de la cultura de masas más comprado y consumido por varias generaciones de españoles.
Para el objetivo propuesto, el autor delimita un territorio de debate a partir del desmenuzamiento de la obra de cuatro autores centrales (y otros complementarios) aceptablemente adscritos bien al campo de los apocalípticos bien al de los integrados hasta diseñar un crisol muy sugerente para el lector de cruces e interpelaciones mutuas que indirectamente explican las bases del pensamiento español sobre la televisión. A saber, para los presupuestos de los neoapocalíticos en el fin del milenio pasado: Homo videns: La sociedad teledirigida de Giovanni Sartori, La máquina de la visión de Paul Virilio, Sobre la televisión de Pierre Bourdieu y La transparencia del mal y El crimen perfecto de Jean Baudrillard. Y para vertebrar y valorar el pensamiento de los integrados: El imperio de lo efímero de Gilles Lipovetsky, La sociedad transparente de Giovanni Vattimo, Media Events. The Live Broadcasting of History de Daniel Dayan y Elihu Katz y Linvention du quotidein de Michel de Certeau.
Más crítica a los apocalípticos
Raúl Rodríguez Ferrándiz confiesa en varios lugares la abierta vocación de ajustar asépticamente cuentas tanto a los agoreros culturales como a los optimistas. Sin embargo, no llega a ser exacto (no podría serlo, obviamente) y en muchos matices se percibe que está mucho más incisivo en las críticas que hace a los primeros que en las que dedica a los segundos; de hecho, el autor no escatima adjetivos claramente laudatorios cuando se centra en desbrozar la microsociología de la recepción de Certeau, así como la reivindicación de la pericia lectora de los telespectadores conseguida después de varias décadas de práctica como televidentes. En este último sentido, llega a apuntar una posible vía integradora de ambas posiciones ancestrales si en las reflexiones intelectuales se parte de la revalorización de las operaciones realizadas por los receptores.
Sugerente, y probablemente más realista, es otra propuesta que arranca de las páginas del libro comentado, a pesar de que no se desarrolle completamente. Raúl Rodríguez Ferrándiz confiesa constituir parte de una generación que se ha socializado con la presencia en el hogar de, entre otros, Verano azul, Curro Jiménez o El hombre y la tierra y desde luego ese no es un hecho baladí. Me atrevo incluso a afirmar que mantener posiciones apocalípticas o integradas tiene mucho que ver con el papel que se asigne al hecho de ver televisión con los procesos de socialización y, por ello, tendencialmente con la edad del intelectual.
Hay un último aspecto que personalmente echo de menos, quizá por mi enfermiza afición a pensar los debates sobre el conocimiento científico a partir de lo que emana desde el terruño nacional. Parece buena elección el que Raúl Rodríguez Ferrándiz privilegie en su recorrido textos con gran presencia pública en el espacio social español con independencia de que los mismos provengan de autores extranjeros (aunque, ¿por qué hay menos bibliografía de españoles?). Y sin duda que el lector de Apocalypse Show nota que el autor sabe que los debates que tiñen buena parte de las disputas intelectuales en España no son ni mucho menos universales sino que responden a un marco geográfico, digamos, continental, franco-italiano, del que por nuestros lares se bebe con fruición. El hecho es importante porque nos está remitiendo a una manera (y no a otra) de crear las imágenes que sobre el medio televisivo circulan en la intelectualidad, y más específicamente en la universidad y aledaños, e indirectamente nos aclarara la limitada presencia de traducciones de textos anglosajones en la bibliografía en español.
En suma, y para concluir, nos encontramos frente a un libro importante, altamente recomendable que facilita la gimnasia mental del lector y ese es un bien preciado.
Manuel Palacio
Artículo extraído del nº 52 de la revista en papel Telos