Entre los pasados días 20 y 23 mayo, las universidades madrileñas Complutense y Rey Juan Carlos. han organizado el Seminario Internacional: Comunicación y Conflicto Intercultural: Fronteras y Traducciones. El encuentro, que contó con la participación de investigadores de Europa, Estados Unidos y América Latina, sirvió para debatir los significados de conceptos tales como globalización, identidad e integración.
El mundo globalizado, caracterizado por los críticos apocalípticos como la era del choque de civilizaciones y por los optimistas acríticos como la sociedad multicultural, plantea nuevos desafíos a los estudiosos de las ciencias sociales que adoptan una perspectiva crítica. Frente a las ideas de choque y de integración, es necesario pensar el papel de las fronteras y de las traducciones como espacios sociales donde las culturas entran en conflicto y sufren roces, distorsiones, integraciones desiguales.
El punto de partida de la discusión era la tensión entre la globalización imparable, producida en términos cognitivos y valorativos occidentales, y las múltiples y diversas reacciones locales, la reinvención y recuperación de las tradiciones, la creación de nuevas identidades. Como resultado de esas tensiones se están produciendo hibridaciones y mestizajes caracterizados por relaciones de poder desiguales. Las viejas fronteras caen, pero estamos ante la incertidumbre de si será para crear otras nuevas o para eliminarlas en el futuro.
Culturas en conflicto, culturas en contacto
Los estudios postcoloniales norteamericanos han acuñado la noción de colonialidad del poder para referirse a las relaciones de dominación que occidente sigue ejerciendo aunque la época de los imperios coloniales haya pasado. Éste fue uno de los términos que más debate concitó en el seminario. Frente a las epistemologías de base occidental, Walter Mignolo director del Center for Global Studies and the Humanities de la Universidad de Duke- citó la experiencia de la universidad indígena de Ecuador, en la cual los saberes tradicionales están en pie de igualdad con los de la academia, y también citó a los zapatistas, capaces de integrar una base ideológica marxista dentro de un marco de pensamiento indígena. José David Zaldívar director del Departamento de Estudios Étnicos en la Universidad de California en Berkeley- defendió la narrativa como modo alternativo de conocimiento y de proyecto liberador, en tanto que Norma Alarcón fundadora y editora de la Third Women Press y docente de la Universidad de California, Berkeley- defendió la posición del sujeto fronterizo como aquel capaz de vivir a caballo entre dos mundos.
Se trata, como se señaló en el debate, de no caer en el fundamentalismo occidentalista ni en el fundamentalismo tercermundista, sino de establecer un diálogo entre culturas en pie de igualdad, negociar con la modernidad en lugar de sucumbir a ella. Aunque desde los estudios postcoloniales se han alzado voces que critican los conceptos de hibridación y sincretismo, las diversas intervenciones dejaron claro que es necesario avanzar hacia la sustitución de la multiculturalidad, en la que las culturas simplemente conviven, por la interculturalidad, de modo que éstas entren en contacto, dialoguen y se contagien mutuamente. Se trata de defender la idea de la doble traducción, en la que las distintas formas de ver el mundo circulen en ambas direcciones y no sólo de manera unidireccional, de forma que las culturas dominantes sigan aumentando su bagaje de conocimientos.
Estas negociaciones forman ya parte de nuestra tradición; los indígenas americanos lograron mantener rasgos de su cultura a pesar de la vocación aniquiladora del imperio español, como explicó Gonzalo Abril, de la Universidad Complutense de Madrid. Los intelectuales indígenas se valieron de formatos como la crónica para realizar la crítica al dominio español y para, al tiempo, introducir elementos de su cultura que el poder no era capaz de percibir, haciendo patente la incapacidad de éste para aprehender ciertos rasgos de la realidad. Fenómenos similares se dan en la actualidad en el terreno de la cultura popular, que se constituye, a decir de Antonio Méndez Rubio, de la Universidad de Valencia, en un espaciamiento, una forma de hacer hueco entre las lógicas omnipresentes de lo masivo y lo económico. Músicas como la de Mano Negra, capaces de integrar la experiencia de la emigración, de mezclar en igualdad de condiciones a partir de prácticas de bricolage musical, de defender una suerte de nomadismo tanto físico como cultural, ejemplifican esta concepción de lo popular.
Entre la teoría y la acción, los medios
En este mundo en el que el acceso a la información se ha convertido en fuente de poder, es necesario pensar también sobre las fronteras del pensamiento académico. El seminario puso de manifiesto que es necesario ocupar nuevos espacios con reflexiones críticas, buscar un conocimiento que sea conexionista, performativo y creativo, como defendió Cristina Peñamarín, de la Universidad Complutense de Madrid. Un saber que sea capaz de traducir lo complejo del pensamiento de las ciencias sociales para crear lazos con los grupos de acción política capaces de trasformar la reflexión en acción. En este punto, los medios de comunicación aparecen como el lugar en el que las distintas perspectivas se entrecruzan, el lugar desde el que apelar a la opinión pública, pero al tiempo espacios en los que se manifiesta la acción del poder, bien a través de la construcción de discursos unidirecionales, bien a través de convertir los problemas sociales en objetos de consumo, como denunció Anibal Ford, director de la Maestría en Comunicación y Cultura de la Universidad de Buenos Aires. Los medios de comunicación actúan como mapas de distancia, nos acercan lo que se supone que debe importar y nos alejan de aquellos temas que nos afectan menos directamente. De este modo, es necesario repensar el papel de las emociones a la hora de entender el funcionamiento de los medios de comunicación, tradicionalmente pensados desde la pura racionalidad.
Las distintas disciplinas crean también fronteras en el conocimiento científico, bien debido a discrepancias sobre el alcance de cada una, bien debido a que inevitablemente la práctica científica se haya cruzada por relaciones de poder e influencia de las que es difícil escapar. Cristina Demaría, de la Universidad de Bolonia, trazó los paralelismo y divergencias entre las dos escuelas representadas en el seminario, la semiótica y los estudios culturales, para proponer pensar la diferencia cultural desde las distintas posiciones enunciativas desde las que los sujetos lanzan sus discursos y reciben los ajenos.
El encuentro dejó patente la dificultad del entendimiento intercultural aun cuando existe una voluntad de acuerdo y la complejidad de pensar el mundo actual. Los estudios postcoloniales y étnicos han desarrollado su crítica al occidentalismo desde posiciones críticas ubicados en los centros de referencia de la academia norteamericana, mientras que los estudiosos europeos, a pesar de ser los herederos de ese pensamiento occidental, han visto desplazado el centro de la influencia intelectual hacia Estados Unidos, un mundo cerrado a la producción crítica no angloparlante. Pensar desde las fronteras obliga a reconocer la existencia de éstas; tal y como expuso Fabricio Forastieri, es probable que la mayor aportación del seminario haya sido enriquecer el mundo con un nuevo antagonismo.
Artículo extraído del nº 51 de la revista en papel Telos