A cualquier observador de la realidad mundial no se le escapa que se está produciendo un crecimiento espectacular en el turismo fruto de los efectos de la globalización que, como dice Z. Bauman, se caracteriza por un incremento de las movilidades humanas. En 2014 se calcula en 1.133 millones de turistas, según a la Organización Mundial de Turismo (UNWTO), unos 46 millones más que en 2013, y en España en 69 millones (4 millones más que en 2013), lo que expresa la dimensión de este fenómeno.
De la misma forma, en muchos países -entre ellos España- reciben estos datos como una aportación económica salvadora de las crisis actuales, entendiendo que el turismo se convierte en una estrategia de desarrollo, como se aprecia en todos los continentes. El turismo es considerado como una nueva industria permanente e inagotable que no requiere mucha planificación en su crecimiento, reclama poca regulación y disfruta de pocos requisitos en estudios de impacto previo o valoración de los daños colaterales. Todo ello va creando un estado de opinión parecido a la ‘bondad salvadora’ del visitante, históricamente conocida por la película Bienvenido Mister Marshall de Berlanga de 1953.
Confusiones en torno al turismo cultural
En este contexto, el concepto de turismo cultural[1] se ha utilizado con excesiva ligereza y falta de concreción a pesar de su importancia y trascendencia. Todo puede ser turismo cultural si uno se lo propone, como acostumbra a pasar con el uso del concepto cultura con manipulaciones y artificios discutibles. Pero lo más alarmante es la confusión entre el turismo cultural entendido como la presentación de nuestras culturas al ‘otro’ (extranjero o no), como una apertura al contacto y al diálogo entre ciudadanías culturales y otra concepción instrumentalista en que la industria turística se apropia de bienes y servicios culturales de la sociedad y los transforma, sin requerir la opinión de la ciudadanía, en destinos turísticos justificándolo con que esto aporta desarrollo y riqueza. Situaciones que ya están creando tensiones sociales y culturales en muchas sociedades de diferentes formas y expresiones.
Por otro lado, una parte del sector cultural (principalmente museos, sitios patrimoniales y naturales) ha visto cómo el turismo no solo les aportaba más público, que es razonable, sino que además les justificaba sus estadísticas para demostrar su rentabilidad social y un aumento de ingresos cuando el Estado no satisface sus necesidades económicas básicas, sin valorar otros impactos. Por ejemplo, cuando casi el 90 por ciento de los asistentes a museos de la ciudad de Barcelona son turistas, estamos entrando en una crisis de modelo y su función social. Quizás no para todos los museos y sitios patrimoniales, pero para una gran mayoría empiezan a emerger conflictos, tensiones y hasta problemas deontológicos.
Hemos pasado de unas políticas de turismo que creaban ciertos ‘destinos culturales’ o grandes resorts en paisajes más o menos aislados pero muy localizados, a una percepción de que todo puede ser objeto de un viaje, visita, etc., para los turistas, por lo cual todo puede tener su propia oferta. Actualmente cualquier espacio o actividad está disponible para la oferta turística, creando una nueva situación.
La Sociedad de la Información (SI) ha introducido grandes cambios por la capacidad de emitir información como para establecer nuevas formas de contacto y relación. Los sistemas clásicos de mediación en el turismo (agencias, tour operadores, etc…) han cambiado mucho, abriéndose a nuevas formas de contactos y de ofertas de servicios por Internet.
Peligro de inmersión en la vida local
Todo esto ha influido en que el turismo va infiltrándose profundamente en los diferentes ámbitos de la vida local de los destinos o sus receptores. Las ciudades ya disponen de sus websites propias y de estrategias de promoción y atracción, presentado sus particularidades y diferencias de otros destinos con notable éxito de consultas. Las posibilidades de las redes peer-to-peer (P2P) pueden ofrecer nuevas experiencias innovadoras a partir de aplicaciones especializadas en la búsqueda del contacto entre turista y residente, como por ejemplo Airbnb, Uber, Roomorama, Vayable, EatWith, etc., que introducen la posibilidad de convivencia y contacto entre servicios de turismo y espacios comunitarios o residenciales, con una incidencia en la cotidianeidad de la ciudadanía. Este fenómeno está afectando en aspectos de la vida ciudadana, que percibe cómo la presencia de turismo aumenta los precios en los espacios mercantiles, los consumos alteran la estructura del comercio tradicional y los costes de la vivienda se incrementan exponencialmente, con una incidencia directa en la vida privada local.
Por otro lado, Internet permite participar en las ofertas turísticas a más actores, que aprovechan las oportunidades, construyen aplicaciones ligeras, útiles e innovadoras que encuentran receptores a nivel mundial a estas nuevas propuestas originales y estimulantes. Se basan en ofrecer información para conocer un país por medio de sus ciudades y con perspectiva de encuentros cara a cara entre personas. Todo ello es muy interesante como una expresión de las sociedades globalizadas, pero presenta nuevos problemas debido a que la viabilidad de los sistemas ha superado la capacidad de regulación y previsión de nuestras Administraciones, creando dificultades de gobernanza.
Estas nuevas prácticas se caracterizan por su difícil control y seguimiento, van a un ritmo más acelerado que la vida local y sus estructuras organizativas. Por ejemplo, cuando los ciudadanos pueden pasar de tener vecinos estables en su barrio o escalera de su vivienda a compartir, puerta con puerta, con un servicio de alojamiento turístico residencial que cada semana cambia de inquilinos y que viene a disfrutar de su tiempo libre sin conocer las normas de convivencia vecinal. La confluencia de nuevos medios tecnológicos en el turismo con una cierta especulación económica puede introducir cambios significativos en la vida local y cotidiana de las personas que reclaman controles a sus gobernantes.
La urgencia de nuevos planteamientos
El tratamiento del turismo con el patrimonio y la cultura nos obliga a reflexiones más profundas, más allá de la satisfacción de tener más público en nuestros museos y lugares patrimoniales. Se han tratado los conceptos de capacidad de carga de estos espacios, pero también la dificultad de parar el acceso cuando un lugar tiene mucha demanda. Pero lo más importante es la posible pérdida de valor cultural para la propia población, ya que puede entender que esto es para turistas, no como un equipamiento cultural de proximidad para el uso de la ciudadanía local. Existe una paradoja cuando un museo que representa la expresión simbólica de unas identidades culturales se pone al servicio del turismo: los planteamientos clásicos sobre las funciones políticas del patrimonio como estrategias de cohesión social, compartir la memoria colectiva y su imprescindible función educadora entran en tensión (y a veces contradicción) con los hechos observados.
Desde una perspectiva del derecho fundamental de participar en la vida cultural -reconocido por la Declaración Universal de Derechos Humanos y los DESC- estas situaciones requieren de un análisis más profundo, ya que inciden directamente en los espacios, prácticas, costumbres, relaciones, etc., entre la ciudadanía a nivel comunitario, barrial o local, donde una fuerte intromisión del turismo puede alterar la libre participación en las actividades culturales y, por defecto, en el ejercicio de este derecho.
Con más o menos urgencia, dependiendo de los contextos, la gestión de la cultura y el patrimonio han de dedicar esfuerzos para identificar estas situaciones y proponer nuevas líneas de actuación, para prever los impactos ante una inquietante pasividad ante la evidencia de los hechos. Pero el tratamiento de estos acaecimientos requiere un gran ejercicio transversal del sector de la cultura con el turismo, comunicación, tecnología, urbanismo, gobernabilidad, derechos fundamentales, etc., para identificar y situar los problemas actuales. Anticipándose al futuro con capacidad de pronosticar nuevos escenarios prospectivos donde la actividad turística y la convivencia ciudadana se relacionen con armonía y complementariedad.
Los cambios que ha introducido la revolución de la SI están aquí y van a quedarse, por lo cual es necesario promover la proposición de algunas posibles hipótesis de trabajo con perspectiva junto a los innovadores y emprendedores que actúan en este campo tan amplio e imprevisible.
Es urgente plantearse algunas preguntas sobre el papel del patrimonio y su uso para el turismo, si pueden convivir con las funciones culturales tradicionales o han de cambiar. Alguien insinuó que en los centros históricos los habitantes han de abandonar sus viviendas para dejarlos a los turistas y sus servicios; aunque parezca un atrevimiento, todos sabemos que está ocurriendo por pasiva, a partir del cambio de las condiciones de vida social y económica de estos barrios. O si se han de empezar a concebir museos y lugares patrimoniales pensados para el turismo para superar los problemas de carga e impacto en el deterioro de la conservación por la presencia de tantos visitantes.
De la misma forma, las potencialidades de la tecnología permiten diseñar ofertas virtuales, parques temáticos, réplicas bien realizadas, realidad virtual PS4, etc. Sin ser un especialista en este campo, me permito proponer ejercicios de creatividad y promoción para encontrar respuestas a estas nuevas situaciones. Entiendo que los expertos en turismo nos señalarán que los visitantes tradicionales, y nuevos, lo que buscan es la autenticidad y la originalidad; y es verdad, pero el gran reto se plantea en examinar las realidades y encontrar equilibrios y respetos. No podemos olvidar que los derechos locales y culturales de la ciudadanía pueden combinarse con políticas de desarrollo sostenible y con la presencia de visitantes. Quizás lo más difícil son las proporciones y las armonías.
Notas
[1] Importante el trabajo de Donaire, J. A. (2012). El turismo cultural: entre la experiencia y el ritual. Barcelona: Vitel.la.
Artículo extraído del nº 102 de la revista en papel Telos
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