Cuando nos fijamos en el futuro de la política democrática en todo el mundo, es razonable suponer que sus oportunidades para profundizar, extender o incluso en muchos casos, sostener un punto de apoyo, se verán significativamente conformadas por varios factores clave. Quizás, al frente de todos ellos estará la influencia de las tecnologías de los medios sociales, por supuesto, no como una fuerza tecnológica determinante, sino como un medio cada vez más significativo que conforma la propia ecología de la comunicación, sobre la que se promulga la gobernanza democrática.
Toda forma de democracia requiere medios de comunicación política, tales como reuniones cara a cara, periódicos, radio, televisión e Internet, para informar a los ciudadanos, respaldar a los gobiernos al dar explicaciones y facilitar la discusión pública. Solo difieren en su alcance y capacidad de emisión. Por esta razón, por el surgimiento de medios sociales, con un potencial de incrementar tanto el alcance como la habilidad de la política participativa, por lo que presenciamos una nueva oleada de optimismo hacia la democracia (Loader y Mercea, 2012)[1].
Para algunos comentaristas, las barreras que dificultan la comunicación entre los ciudadanos y el consecuente enriquecimiento de la política democrática ahora se pueden ver traspasadas por las plataformas de medios sociales. Sin embargo, a pesar de la retórica de estos entusiastas de la tecnología, también somos todos cada vez más conscientes de que los medios sociales, en sí mismos, no tienen nada intrínsecamente democrático. Las páginas de redes sociales, al igual que las tecnologías de la comunicación anteriores a ellas, también pueden ser medios para un control autoritario y utilizarse para vigilar a los ciudadanos. Entonces, ¿qué otros factores, al combinarlos con esta nueva ecología de la comunicación, es probable que conformen el desarrollo de la política democrática? Para contestar a esta pregunta, quiero centrar este breve artículo en un grupo de ciudadanos de todo el mundo, que puede que tenga el mayor impacto sobre el futuro de la democracia; concretamente, lo que describiré como la generación emergente de ciudadanos jóvenes interconectados (Loader, Vromen y Xenos, )[2].
Teoría de generación
En las experiencias compartidas de muchos jóvenes de todo el mundo durante los últimos años, existe potencial para una identificación generacional. Como consecuencia de la crisis económica de 2008, los ciudadanos jóvenes han expresado repetidamente su rabia ante la codicia de la élite corporativa mundial, los terriblemente elevados niveles de desempleo juvenil, las consecuencias negativas de las medidas de austeridad, los recortes en los servicios públicos y su escepticismo sobre las habilidades y los deseos de sus representantes políticos para abordar estos asuntos. En multitud de plazas, parques y calles de todo el mundo, los ciudadanos jóvenes han llevado a cabo protestas de maneras que sugieren, por sus distintas formas de acción social, experiencias compartidas y modos de comunicación, la formación de una ‘generación social’ emergente (Pilcher, 1994)[3]. En el centro de estos desarrollos generacionales se encuentra el lugar que ocupan los medios sociales en su experiencia vivida.
Es ampliamente reconocido que el concepto de ‘generación’ deriva del influyente trabajo del sociólogo Karl Mannheim. Se utiliza como medio para ‘localizar’ una generación de personas, dentro de un contexto sociohistórico particular. En este sentido, Mannheim alude a la noción de que algunos acontecimientos o ubicaciones espaciales pueden conformar profundamente la identidad de una generación particular. Ejemplos recientes extraídos de las afluentes sociedades posteriores a la Segunda Guerra Mundial han sido la ‘generación afortunada’ o la ‘generación de los sesenta’. Tal ‘ubicación generacional’ puede así servir para destacar «ciertas modalidades definitivas de comportamiento, sentimiento y pensamiento» (Mannheim, 1952, p. 169)[4]. Por consiguiente, se trata de una explicación cultural de identidad compartida que se sitúa dentro de una ‘ubicación’ estructural histórica.
El tiempo como algo subjetivo y cualitativo
Mannheim y otros que utilizan el concepto de generaciones no sugieren simplemente que todas las cohortes sociales puedan ser considerados del mismo modo como generaciones sociales significativas. Aunque el tiempo, medido en años o en décadas, se puede utilizar para separar generaciones, como en las expresiones comunes de afinidad por ejemplo, este no es el sentido en el que Mannheim lo utiliza. Para él, el tiempo se puede ver como algo subjetivo y cualitativo, como en la tradición histórica romántica alemana. En este sentido, generación es en sí un marcador del tiempo histórico. Mannheim distinguió entre ‘ubicación generacional’ y ‘generación como realidad’ donde la última facilita fuertes vínculos sociales mediante la experiencia compartida y la participación en «síntomas sociales e intelectuales de un proceso de desestabilización dinámica» (Mannheim, 1952, p. 183). Estos pueden ser acontecimientos significativos como una guerra o luchas por la emancipación, pero también la recesión económica y la reconfiguración capitalista mundial, como hemos presenciado desde 2008.
Dos aspectos más de la conceptualización de Mannheim requieren una explicación adicional. Primero, aunque una generación como realidad puede distinguirse por sus circunstancias históricas particulares, no constituye un grupo homogéneo. No todas las figuras contemporáneas de un periodo empírico particular experimentan la misma condición subjetiva de influencia dominante. Muchos de los que fueron jóvenes en la década de 1960, por ejemplo, puede que no reconozcan el zeitgeist dominante en su propia biografía. Además, dentro de una generación real, distintos grupos e individuos pueden interpretar su condición histórica de maneras opuestas. «La juventud que experimenta los mismos problemas concretos puede considerarse como parte de la misma generación real; mientras que esos grupos dentro de la misma generación real que generan el material de sus experiencias comunes de manera distinta y específica, constituyen unidades generacionales diferenciadas» (Mannheim, 1952, p. 184).
En segundo lugar, es en la juventud donde principalmente se forman estas generaciones sociales y profundas. La teoría generacional es por tanto donde la cultura de la juventud coincide con la Historia. Los jóvenes se convierten en los agentes del cambio social.
Localizar a la generación emergente
¿Se puede aplicar la teoría de Mannheim a los ciudadanos jóvenes contemporáneos? Vamos a considerar la particularidad y la magnitud de circunstancias más amplias a las que se enfrentan ciudadanos jóvenes que pueden actuar para ‘localizar’ esta generación.
Se pueden identificar cuatro factores interrelacionados que se distinguen prominentemente en cualquier discusión sobre la visión del mundo de los jóvenes. Primero, el inminente desastre medioambiental, que es el legado del comportamiento dilapidador de generaciones anteriores. Casi a diario, se recuerda a la generación emergente que tendrán que acarrear con los costes del cambio climático y que serán responsables de rectificarlo. En segundo lugar, muchos países están experimentando una desigualdad social creciente y una disminución en movilidad social. Para muchas sociedades democráticas esto representa un giro en el desarrollo hacia una movilidad social mayor y una igualdad de la riqueza y los ingresos que sirvieron de cimientos para la participación política (Schlozman, Verba, y Brady, 2012)[5]. En tercer lugar, exacerbada por la crisis económica mundial, se ha dado la tendencia inexorable en muchos países de que los jóvenes experimenten el desempleo u oportunidades de trabajo precarias (Standing, 2011)[6]. En cuarto lugar, los nuevos medios de comunicación han sido un aspecto tan prominente en las vidas de los jóvenes que hasta han sido descritos como la generación digital. Aunque esta noción de una generación digital frecuentemente se exagera y en gran medida ignora tanto la variedad de competencias (Van Dijk, 2006)[7] como las separaciones digitales de segundo orden (Hargittai y Hinnant, 2008)[8] de los jóvenes, el mundo de la generación emergente se define en muchos aspectos por la ecología de los medios sociales que experimentan en sus vidas cotidianas.
Si juntamos estos fenómenos es probable que tengan una influencia significativa sobre la transición de la juventud a la madurez de esta generación emergente de ciudadanos jóvenes en muchas partes del mundo. Sin duda es suficiente para localizarlos como generación pero, ¿qué podría ser necesario para que se convirtieran en una generación ‘real’ en el sentido de Mannheim?
¿La generación real del ciudadano joven interconectado?
Para que se constituya una generación real, podríamos esperar a ver pruebas de rituales colectivos emergentes, estilos y narrativas (Eyerman y Turner, 1998)[9]. Tales disposiciones culturales pueden representar una ruptura con generaciones anteriores y desafiar los discursos dominantes. Así, el cambio social se ve afectado por nuevas formas de significado social personificadas y representadas. ¿Acaso los comportamientos culturales y el compromiso político de la juventud contemporánea mundial sugieren significantes modelos de comportamiento unificadores que representan una generación emergente? Una manifestación política podría ser el tipo ideal del ‘ciudadano joven interconectado’.
El ciudadano joven interconectado, llegando a la madurez en un mundo de crisis económica y desilusionado con la generación actual de líderes políticos y culturales, es menos probable que apoye lo que ve como un sistema roto. En su lugar, al retener su participación, desafía la legitimidad de aquellos que afirman representarle. A diferencia de generaciones anteriores, el ciudadano joven interconectado es más probable que utilice sus redes sociales digitalmente activas para expresar su indignación y aprobación por sus líderes, en vez de comprometerse con partidos de la oposición, sindicatos u ONG. Como Bennett y Segerberg observan, esta generación adopta una política más ‘personalizada’, consistente con lo que describen como ‘acción conectiva’, facilitada por los medios digitales (Bennett y Segerberg, 2013)[10]. Con un mayor acceso a narrativas competentes, estos ciudadanos jóvenes cada vez se cuestionan más las afirmaciones de autoridad. Además, mediante su uso de los medios sociales, a menudo se comprometen en la construcción colaborativa de nuevas narrativas políticas.
Para algunos comentaristas, estos ciudadanos jóvenes interconectados son, en el mejor de los casos, apáticos políticamente hablando y en el peor de los casos, una amenaza directa para las instituciones de la democracia representativa. Sin embargo, tales perspectivas esencialistas conforman la democracia como una formación rígida incapaz de adaptarse. Si en lugar de esto viéramos el desarrollo de la gobernanza democrática como algo flexible con las demandas cambiantes de los ciudadanos, que surgiera de su experiencia ante circunstancias históricas particulares, puede que estuviéramos más cerca de una posición de optimismo cauto hacia su futuro.
Las actuaciones participativas de ciudadanos jóvenes interconectados en los últimos años en muchos países pueden sugerir fácilmente que esta puede ser una generación capaz de crear nuevas formas personalizadas de compromiso democrático. Sin embargo, debemos recordar la estipulación de Mannheim sobre que grupos distintos de jóvenes pueden interpretar su experiencia generacional compartida de manera diferente. Para algunos, la democracia se puede considerar como parte del problema; el remedio ante las teorías fundamentalistas o los movimientos políticos extremos. El futuro de la democracia puede por tanto residir en la capacidad de los líderes políticos de mostrarse abiertos a la posibilidad de producir conjuntamente con los ciudadanos jóvenes interconectados una forma de gobernanza más participativa y receptiva.
Traducción: Belén Moser-Rothschild Criado
Notas
[1] Véase: Loader, B. D. y Mercea, D. (2012). Social Media and Democracy: social media innovations in participatory politics. London: Routledge.
[2] Véase: Loader, B. D., Vromen, A. y Xenos, M. A. (2014). The networked young citizen: social media, political participation and civic engagement. Information, Communication & Society, 17(2), 143-150. doi:10.1080/1369118X.2013.871571
[3] Véase: Pilcher, J. (1994). Mannheim’s Sociology of Generations: an undervalued legacy. British Journal of Sociology [en línea], 45(3). Disponible en: http://www.jstor.org/stable/10.2307/591659
[4] Véase: Mannheim, K. (1952). The Sociological Problem of Generations. Essays on the Sociology of … [en línea], 163-195. Disponible en: http://mediaspace.newmuseum.org/ytjpressmaterials/PDFS/ARTICLES_ABOUT_THE_GENERATION/01_The_Sociological_Problem.pdf
[5] Véase: Schlozman, K. L., Verba, S. y Brady, H. E. (2012). The Unheavenly Chorus: unequal political voice and the broken promise of American democracy. Princeton: Princeton University Press.
[6] Véase: Standing, G. (2011). The Precariat: The New Dangerous Class. London: Bloomsbury.
[7] Véase: Van Dijk, J. (2006). Digital divide research, achievements and shortcomings. Poetics, 34(4-5), 221-235. doi:10.1016/j.poetic.2006.05.004
[8] Véase: Hargittai, E. e Hinnant, A. (2008). Differences in Young Adults’ Use of the Internet, 602-621.
[9] Véase: Eyerman, R. y Turner, B. S. (1998). Outline of a Theory of Generations. European Journal of Social Theory, 1(1), 91-106. doi:10.1177/136843198001001007
[10] Véase: Bennett, W. L. y Segerberg, A. (2013). The Logic of Connective Action:digital media and the personalization of contentious politics. Cambridge: Cambridge University Press.
Artículo extraído del nº 98 de la revista en papel Telos
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