La información determinante
Eva Aladro Vico
Madrid: Tecnos, 2009, 169 p.
ISBN: 978-84-309-4866-6
Eva Aladro es, hoy por hoy, una de las profesoras de Comunicación más creativas que conozco y, si sigue con el ritmo de publicaciones que va manteniendo, va a llegar muy lejos. Claro está, según mi opinión. No sé si este diagnóstico se ajusta a los criterios de las Agencias de Evaluación nacional y autonómicas, que no me han denegado algo que haya solicitado, pero en cuyos criterios no creo, como tampoco me identifico con los criterios que rigen en las revistas científicas. Y eso que dirijo una de las mejor ‘posicionadas'.
Y no creo en esos criterios porque en la situación actual es posible conseguir una reputación externa que no se corresponda en absoluto con los méritos de un artículo o de un libro. A mí me gusta adentrarme en los artículos y libros y decidir si tienen mérito o no. Y defiendo el sistema face-to-face, es decir, que si alguien juzga un artículo, capítulo o libro, sea capaz de renunciar al anonimato e intercambiar puntos de vista con el autor. Porque el sistema actual se presta a arbitrariedades, inquinas, odios y venganzas académicos. Ridículos, infantiles, sí, pero que pueden causar mucho daño, sobre todo a los investigadores jóvenes. Y no sólo cuando jueces anónimos rechazan sus aportaciones sino -peor aún- cuando se las aceptan sin méritos. Lo peor de este sistema es que puede consagrar a incompetentes y mediocres.
La ventaja de dominar la distancia larga y la corta
La autora de este libro ha escrito otra obra anterior, la cual podemos leer como si fuera una novela. Es uno de los mejores elogios que puedo hacer de un libro y de un autor. El título es Salvemos el Teatro Albéniz. Narra al detalle un fenómeno social que ella impulsó mediante un blog y cuyas consecuencias fueron miles de mensajes que desembocaron en que multitudes manifestaran en la madrileña Puerta del Sol su apoyo a que el Teatro Albéniz sobreviviese a una especulación inmobiliaria.
En La información determinante, Aladro domina las dos afirmaciones que Russell L. Ackoff, uno de los más importantes investigadores en Ciencias Sociales del siglo XX, estableció como claves de las personas sensatas y efectivas: a) ‘filtrar’ o eliminar la información inútil, y b) ‘condensar’ la información útil.
El libro sólo consta de tres capítulos. Muy bien. ¿Para qué más? Lo importante es saber dar con lo esencial de varias teorías, no que otros compañeros -con los que quizá uno pueda ponerse de acuerdo- citen sus libros.
La introducción y sus límites
Reconozco que la introducción del libro engancha, porque va contra la corriente dominante -hasta ahora, porque las modas cambian-: no ataca a la Teoría Matemática de la Información de Shannon y Weaver.
Esto, que parece una osadía, es una fuente de creatividad. En efecto, estos dos autores no fueron unos ignorantes que idearon un modelo de comunicación ‘para ingenieros’. ¿Y qué culpa tienen los ingenieros de que dos grandes autores construyesen un puente entre las ‘ciencias duras’ y las ‘ciencias blandas’? Aladro sintetiza lo que estos dos autores intentaron y lograron. ¿Que otros profesionales añoraban otras cosas en el modelo? Claro, pero de eso no podían responder los dos autores citados.
Algunos psicólogos advirtieron que, mientras el bit -o unidad básica de la información- disminuía la incertidumbre en el terreno de lo que ocurría externamente, la aumentaba en el campo de las emociones. El ejemplo clásico es el del ‘perro que comió carne de caballo quemado y se murió’. Es decir, mientras a un personaje le disminuían la incertidumbre de los hechos, se la aumentaban -y mucho- en las emociones.
La comunicación intrapersonal: variedades y teorías
Hay quienes niegan que haya una comunicación intrapersonal. ¡Peor para ellos! La autora del libro expone, con muy buen estilo, diferentes teorías. Y las explica de tal manera que nos parece asistir al funcionamiento de nuestro cerebro cuando está en forma. Anda con tal familiaridad por el territorio de Freud que, aunque yo personalmente no crea en la índole científica del psicoanálisis, me agrada comprobar que la autora sí está familiarizada con el estilo claro y conciso del autor austríaco. Y este caminar fácil también lo demuestra en las teorías científicas que más han contribuido a la comunicación intrapersonal (resalto la teoría de la comunicación gestáltica). También cuando se ocupa de la comunicación como fluido y como forma infinita de energía.
Comunicación interpersonal e información determinante
El segundo capítulo consta de treinta páginas, pero ¡qué páginas! Aladro no tiene complejos, como tantos profesores novatos que están pendientes de las ‘Anecas’. Se mueve con entera tranquilidad entre profesores de principios y de finales de siglo. Demuestra que es un espíritu en forma, que rechaza los refritos, y lo mismo se remonta a Charles Cooley de 1902 que al muy fecundo Eric Berne (que murió prematuramente en 1970) y a su íntimo amigo Bateson, que a los Watzlawickz, Beavin y Jackson de la Escuela de Palo Alto. Finaliza con Hellinger, el teórico-práctico de las ‘constelaciones familiares’, con lo que la autora demuestra que domina el territorio de la comunicación interpersonal de todo un siglo. Vuelvo a recordar el secreto de tal éxito: las dos prescripciones de Ackoff.
La comunicación de masas y la información determinante
Un antiguo catedrático de la Universidad Complutense, Roberto Saumells -el catalán con más sentido del humor que he conocido-, afirmaba que «si una piedra no cabía en el sistema de Hegel, peor para la piedra». Algún lector del libro de Aladro puede pensar que la autora emplea el sintagma ‘información determinante’ para cualquier nivel de la comunicación y que, por tanto, acaba convirtiéndose en un mantra. Error, profundo error. Si hay algo que no decae en este libro es el interés. Cuando nos esperamos que va a repetir unos cuantos tópicos, nos recuerda a algunos autores clásicos, sí, pero también a algún ‘clásico’ aparentemente olvidado. Me refiero a Napoleón Hill y a su concepto de ‘mente maestra’. ¡Quién lo iba a pensar! Sólo una mente creativa como la de Aladro.
Finalmente, y después de un recorrido apretado pero interesantísimo, la autora acaba ocupándose de la realidad en tiempos de crisis. Cuando tantos personajes serios, menos serios, ridículos y enteramente absurdos están hablando sobre cómo tratar las crisis, menos mal que una estudiosa viene a poner las cosas en su sitio.
Conclusión
La autora no cita en momento alguno a Baltasar Gracián. Yo lo lamento, aunque menos. Porque ella convierte en realidad aquellas frases del autor aragonés: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno» y «Más valen quintaesencias que fárragos».
Artículo extraído del nº 82 de la revista en papel Telos