El autor destaca el papel de TELOS en torno a la reflexión sobre la mediación ejercida por la tecnología entre la comunicación y la sociedad, así como la gran aportación de la revista a un cambio conceptual en los investigadores en el campo de la comunicación y la cultura en América Latina.
Conocí TELOS por una invitación de su director a visitar ‘la casa’ de esta revista en el año 1986 y publiqué en ella mi primer texto al año siguiente, en un número dedicado al ‘vídeo-arte’. Abierta a todo lo concerniente a la comunicación, yo hallé en el subtítulo de la revista, Cuadernos de comunicación, tecnología y sociedad -últimamente aggiornado– una propuesta estratégica de mediación: la de la tecnología entre la comunicación y la sociedad.
Hoy puedo afirmar que, en el ancho y largo aporte de TELOS a mi trabajo y mi pensamiento, su permanente -y nada instrumental- atención a la trama tecnología/sociedad ha jugado un papel estratégico, mediación en la que resuena el W. Benjamin que, en una escandalosa conferencia a líderes obreros de París en 1934, afirmara que «el desarrollo técnico es para el autor como productor la base de su desarrollo político». Y para una América Latina atrapada entre los -casi siempre- apocalípticos europeos e integrados norteamericanos, la llamada insistente de TELOS a pensar la tecnología desde los avatares y las encrucijadas de lo social ha contribuido en gran medida a que los investigadores latinoamericanos del campo de la comunicación y la cultura estén logrando romper aquel dualismo estéril y empezando a construir sobre esa mediación, hoy más densa y contradictoria que nunca, un pensamiento propio. Es por ello que mi forma de celebrar los 25 años de TELOS va a consistir en dibujar dos claves de ese pensamiento.
Un nuevo paradigma
Si en el Informe MacBride (1980) sobre ‘el nuevo orden mundial de la información’ ésta era identificada con la ‘información noticiosa’ (el derecho a «un flujo equilibrado de información entre las diversas regiones del mundo y entre los países de una misma región»), hoy información significa otra realidad muy distinta: la de los nuevos modos de producir conocimiento en «una sociedad en la que las condiciones de generación de conocimiento y procesamiento de información han sido sustancialmente alteradas por una revolución tecnológica (…) en la que la tecnología no es lo que determina, sino lo que se constituye en paradigma de un nuevo tipo que afecta a todos los procesos de la sociedad, de la política, la guerra, la economía» (M. Castells).
A su vez, ese nuevo paradigma alienta un proceso de conversión del conocimiento en ‘tecnociencia’, que impulsa una creciente hiperespecialización de los saberes y la conversión de la investigación científica en ingrediente altamente estratégico del complejo tecnoindustrial: desde el trazado del genoma humano hasta la producción de transgénicos y fármacos, la investigación moviliza hoy gigantescos capitales de empresas globales que alientan la complicidad entre investigación científica y operación comercial.
Sociedad de la Información (SI) encarna entonces para nuestros países tres tipos de realidades. Una: la que nombra la brecha que remite, más allá del hecho técnico, a un ahondamiento de la división social, no sólo por las desigualdades en el acceso sino, sobre todo, por los modos de apropiación y uso. Dos: la hipervaloración de la información, convirtiéndose en devaluación de los saberes tradicionales no informatizables, desde las formas de trabajo ‘informales’ que llenan las esquinas y los semáforos de nuestras ciudades a las estrategias campesinas de supervivencia y las experiencias y memorias culturales gracias a las que sobreviven los emigrantes. Y tres, un desafío radical: o estos países se deciden a invertir crecientemente en producción de conocimiento e innovación, o sus sociedades no podrán enfrentar la competencia exponencial que no sólo impone el neoliberalismo aun en estos tiempos de crisis, sino que conlleva la propia gobernanza política del mundo.
Espacio de amenazas y posibilidades
Fue a pensar la relación entre técnica y política desde Latinoamérica a lo que dedicó sus últimos años de vida el geógrafo brasileño Milton Santos, para quien la globalización es a la vez perversidad y posibilidad, una paradoja cuyo vértigo amenaza con paralizar tanto el pensamiento como la acción capaz de transformar su curso. De un lado, la globalización fabula el proceso avasallador del mercado, un proceso que al mismo tiempo uniforma el planeta y profundiza las diferencias locales desuniéndolo cada día más. De ahí la perversidad sistémica que implica y produce el aumento de la pobreza y la desigualdad del desempleo tornado ya crónico, de enfermedades que, como el sida, se tornan en epidemia devastadora de los continentes no más pobres, sino más saqueados.
Pero la globalización representa también un conjunto extraordinario de posibilidades, cambios ahora factibles que se apoyan en hechos radicalmente nuevos entre los que sobresalen dos: uno, la enorme y densa mezcla de pueblos, razas, culturas y gustos que se produce hoy -aunque con grandes asimetrías- en todos los continentes; una mezcla posible sólo en la medida en que emergen con mucha fuerza otras cosmovisiones que ponen en crisis la hegemonía del racionalismo occidental. Y el otro, la existencia de unas nuevas tecnologías que están siendo crecientemente apropiadas por grupos de los sectores subalternos posibilitándoles una verdadera ‘revancha sociocultural’, esto es, la construcción de una contrahegemonía a lo largo y ancho del mundo.
Mutación política para una nueva narrativa histórica
Ese conjunto de posibilidades abre la humanidad por primera vez en la historia a una ‘universalidad empírica’ y de ahí a una nueva narrativa histórica. Pero la construcción de esa narrativa pasa por una ‘mutación política’, un nuevo tipo de utopía capaz de asumir la envergadura de los numerosos desafíos, entre los que sobresalen: primero, la existencia de un nuevo sistema técnico a escala planetaria que transforma el uso del tiempo, al producir la convergencia y simultaneidad de los momentos en todo el mundo; segundo, la superación de las viejas tecnologías por las nuevas, llevándonos de una influencia puntual -por efecto de cada técnica aisladamente como lo fue hasta ahora- a una conexión e influencia transversal, que afecta directa o indirectamente al conjunto de cada país. Lo que implica la actual mediación de la política, pues si la producción se fragmenta como nunca antes por medio de la técnica, nunca fue más fuerte la unidad política que articula las fases y comanda el conjunto a través de una poderosa ‘unidad de motor’ que deja atrás la pluralidad de motores y ritmos con los que trabajaba el viejo imperialismo. El nuevo tipo de motor que mueve la globalización es la ‘competitividad exponencial’ entre empresas de todo el mundo «exigiendo cada día más ciencia, más tecnología y mejor organización».
Y tercero, la peculiaridad de la crisis que atraviesa el capitalismo reside entonces en el entrechoque continuo de los factores de cambio que ahora rebasan las viejas gradaciones y mensurabilidades, desbordando territorios, países y continentes. Se trata de un entrechoque que, hecho de una extrema movilidad de las relaciones y de una gran adaptabilidad de los actores, reintroduce ‘la centralidad de la periferia’ no sólo en el plano de los países, sino también en el de lo social, marginado por la economía y ahora recentrado como ‘la nueva base en la afirmación del reino de la política’.
En su discurso de Premio Nobel, García Márquez se preguntó si los países que habían vivido cien años de soledad tendrían una «segunda oportunidad sobre la tierra». Poniéndole tamaño a mi esperanza -un olvidado consejo de Borges-, me atrevo a ver un indicio de esa oportunidad en la convergencia de las sonoridades, oralidades y visualidades culturales de las mayorías latinoamericanas con las nuevas escrituras digitales, no lineales sino hipertextuales. Pues el orden excluyente que la ‘ciudad letrada’ impuso hasta hace bien poco se ve hoy erosionado por -y enfrentado a- unos nuevos modos de circulación y montaje de lenguajes y escrituras de los que emerge un nuevo escenario potencialmente estratégico para: la potenciación de unas redes en las que se esboza un nuevo espacio público; la resimbolización del lazo social por la densidad virtual de la interacción ciudadana; la transformación de un sistema educativo anacrónico y excluyente, que se ha convertido en uno de los mayores impedimentos a que nuestras sociedades se apropien, desde sus culturas tradicionales y sus sensibilidades contemporáneas, de los nuevos lenguajes, saberes, narrativas y creatividades.
Artículo extraído del nº 81 de la revista en papel Telos
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