Se reivindica la importancia de la reflexión y del pensamiento en el entorno de acción y velocidad que caracteriza a la sociedad actual. Desde esta perspectiva se pone de relieve la trascendencia de la revista TELOS, en el pasado y de cara al futuro.
«Pensar es el trabajo más difícil que existe»
Esta frase, atribuida a Henry Ford, y que él completaba con un «quizá esa sea la razón de que haya tan pocas personas que lo practiquen», me sirve para introducir este artículo en el vigésimoquinto aniversario de la revista TELOS, una revista de pensamiento. Y lo hago planteándome precisamente una pregunta: ¿necesitamos ya hoy revistas de pensamiento? El mundo en que vivimos es un mundo de pura acción; las redes de comunicación han acortado el tiempo que transcurre entre que pensamos algo hasta que esa idea le llega a nuestro interlocutor; hacemos, hacemos y hacemos en un constante ejercicio de prueba error… La velocidad y la potencia de los medios nos permiten hacer, equivocarnos y rectificar en el mismo espacio de tiempo que antes invertíamos en pensar qué hacer… ¿Quién tiene, entonces, tiempo y tranquilidad de espíritu para ponerse a leer una reflexión? O mejor ¿quién puede tener los elementos básicos para reflexionar en este parque de atracciones tecnológico en el que estamos? Sin embargo, si antes era importante, ahora, en esta etapa de constante cambio, el pensamiento es esencial. Es lo que trataré de demostrar en estas líneas. Pero para eso hace falta un poco de historia básica de nuestro pasado reciente.
TELOS nació cuando el mundo de las telecomunicaciones estaba regido por grandes empresas que ejercían el monopolio, no sólo de la provisión de servicios, sino también del ritmo de introducción de nuevas tecnologías. Éstas se especificaban y definían en grandes reuniones internacionales en las que lentamente se iban introduciendo innovaciones en el mercado, pero sin ninguna urgencia, al ritmo que era posible. De esos tiempos surgieron algunos frutos notables, como el estándar de telefonía móvil digital, GSM, que constituye hoy más del 85 por ciento de la telefonía mundial y que literalmente ha cambiado el mundo. Casi al mismo tiempo otro fenómeno, Internet, se iba gestando en un entorno muy diferente. Impulsos de pequeños grupos, muy conectados entre sí, muy colaborativos, situados en su mayor parte en universidades y a los que eran ajenos las grandes operadoras -los dueños de las comunicaciones de entonces-, estaban creando las reglas tecnológicas de esta nueva etapa. El GSM fue el fruto postrero de un mundo planificado previamente y que desaparecía e Internet el fruto temprano de un nuevo mundo, más impredecible, en el que se aprendía el camino mirando hacia lo ya recorrido. Los dos han posibilitado cambios radicales en nuestra sociedad y en nuestra economía y los dos juntos, en convergencia, son el gran fenómeno tecnológico de esta década por venir.
Todo lo que ha ocurrido desde entonces, todos los cambios, todos los servicios, todos los modelos de empresa y de organización que han surgido desde entonces ¿podían ser pensados con antelación? La verdad es que el desarrollo tecnológico, el poder de las redes de colaboración que se han establecido, parecen desbordar cualquier previsión, y cada día tenemos un nuevo fenómeno ante el que asombrarnos. Sin embargo, oigo cada vez más a menudo la expresión de que «los árboles no nos dejan ver el bosque». El detalle de cada novedad, el día a día, nos ocultan el conjunto, la gran visión, the big picture, que dicen los anglosajones. La insatisfacción que produce un mundo incierto, sin un modelo al que aferrarse para interpretarlo, hace que cuando alguien tiene un modelo, aunque sea pequeño – ‘la larga cola’, el ‘cisne negro’, ‘conectados’, ‘wikinomics’, ‘la ética del hacker’, etc. – se convierte inmediatamente en un gurú, alguien que puede darnos una nueva visión combinando fenómenos aparentemente separados. Es decir, haciendo algo parecido a una interpretación científica, que ha sido siempre el modo más serio que ha tenido la Humanidad de avanzar con una cierta seguridad en medio del caos de la realidad. Con un modelo se pueden hacer predicciones y con ellas se puede encarar el futuro disminuyendo la incertidumbre.
Así, cada vez más buscamos un modelo o una reflexión que nos permita ver el conjunto y no sólo los detalles, no sólo las herramientas puntuales. Ese pensamiento holístico sobre el naciente fenómeno de la denominada Sociedad de la Información nos lo proporcionó, por ejemplo, Manuel Castells en su trilogía La Era de la Información publicada entre 1996 y 1999. Por primera vez, muchos entendimos el fenómeno, la nueva sociedad en la que estábamos inmersos y lo que se podía esperar de ella. El profesor Castells se convirtió en el maestro de toda una generación de analistas de la nueva realidad. La nuestra dejaba de ser una sociedad industrial para convertirse en una sociedad de la información y eso afectaba a la economía, a la educación, a la organización de las empresas e incluso ala vida cotidiana. Esa obra era el fruto de un difícil trabajo de observación, de interiorización y de pensamiento. Manuel Castells es desde hace tiempo uno de los más ilustres miembros del consejo asesor de TELOS y uno de los más insistentes en que conserve su calidad de revista del pensamiento avanzada.
Cicerón decía que «pensar es como vivir dos veces» y su afirmación es un buen estímulo para alargar la existencia de los que hacemos esta revista cada trimestre y de aquellos que la leen. Sin embargo, conocemos el entorno en el que nos movemos, un entorno de acción y de reacción a las consecuencias. La innovación y la creatividad parecen ser el valor máximo, y en verdad lo son y por eso nos asombramos de todo lo que nos están permitiendo hacer, por ejemplo, las redes sociales. Su creación es un triunfo de la innovación, pero son también el origen de importantes problemas, difíciles de resolver, como el del acceso de los menores a contenidos inapropiados o los relativos a la propiedad de la información que allí encontramos o depositamos: ¿soy dueño de mi información? ¿alguien más puede utilizarla? ¿cómo puedo protegerme de la suplantación de identidad? Todos estos nuevos fenómenos surgen día tras día, de manera imprevista tanto para el ciudadano corriente como para los propios promotores de la innovación, que no repararon en ellos o consideraron que no serían importantes frente a la gran ventaja que ofrecían. De hecho, todavía no hemos desarrollado un análisis profundo sobre las redes sociales, ni un modelo socialmente aceptable de su funcionamiento que ofrezca ventajas sin vulnerar ningún derecho de los que consideramos esenciales en el mundo analógico. En un mundo de acción como el de hoy también hace falta pensamiento, tal vez incluso más que en uno más sosegado, como el de ayer. Abusando de las citas, y ya que este artículo está llegado a su final, me viene a la mente una cita del filósofo Henri Bergson: «Debemos obrar como hombres de pensamiento y pensar como hombres de acción».
Telos ha de mantenerse, cambiando con el mundo. Ha de promover reflexiones que impulsen a la acción, no a la contemplación. Ha de poner profundidad en lo que solo es fenomenología o casos puntuales. Ha de abrirse a la diversidad de opiniones sobre el mismo tema. «No conozco otra herramienta más eficaz para pensar en el futuro que la diversidad de puntos de vista» recuerdo haber leído recientemente en un blog de Marc Vidal, que nos acompañó hace poco en uno de los debates abiertos de Fundación Telefónica. Por eso, TELOS ha introducido en cada número un cuaderno central, monográfico que aglutina diversas perspectivas sobre un tema clave de nuestro tiempo. Hemos dedicado cuadernos a la gobernanza de Internet, a la educación y las tecnologías en el aula, a la responsabilidad social corporativa de las empresas, a la blogosfera…
Entre las definiciones de la palabra pensamiento, la que más me gusta es la que dice que como producto del entendimiento, el pensamiento es «la capacidad de leer el interior de la realidad de las cosas y, por tanto, de comprenderlas mediante conceptos adecuados a su esencia». Pensar es meterse en el interior de un fenómeno para obtener su realidad. TELOS es nuestra sonda particular de la realidad, la que nos extrae su esencia. Con otros productos de Fundación Telefónica, como el Boletín de la Sociedad de la Información o los Informes sectoriales conocemos la fenomenología, lo que pasa cada día con un análisis sencillo. Telos nos da profundidad y visión de conjunto. Nos tiene que dar sabiduría. Ese es el reto que merece la pena afrontar con todos ustedes durante otros 25 años. Por lo menos.
Artículo extraído del nº 81 de la revista en papel Telos
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