Nacido en Mieres (Asturias) en 1956, es Pelayo Ortega un amante de sus raíces, de su tierra asturiana, que ha ido plasmando en sus pinturas a lo largo de su andadura artística. Su primera exposición tuvo lugar en 1974, y a partir de ese momento comienza una trayectoria por diversas exposiciones tanto en su tierra natal como en el resto de la geografía española.

Aunque en una primera etapa su pintura es melancólica, oscura, extrañamente atractiva y poderosa, de mirada suave y profunda, y con un carácter evocador y literario, en sus últimas obras, este artista ha conquistado una mayor elementalidad plástica y de concepto, con un enorme sentido de la pintura, del trazo y del color y una gran capacidad para plasmar lo esencial de las cosas. Todo ello a través de la especial intensidad que caracteriza su obra.

Pelayo Ortega compone a base de grandes zonas de color y utiliza una geometría que se torna especialmente presente, recurriendo a un dibujo extremadamente sencillo que a menudo se separa del color. En estos cuadros se revela más capaz que nunca de construir un un arte esencial, concentrado, y altamente poético. Pelayo Ortega ha extremado su intimismo pictórico, formal y temático. Ha ido adquiriendo para su pintura las espontaneidades infantiles ante el papel con el lápiz y el color.

Los cuadros de ahora nos cuentan tiernas alegrías y satisfacciones, con claridad de trazo sobre fondos de suave plenitud cromática, llegando a sabias abstracciones figurativas de asombroso sintetismo y claridad.

Las pinturas que se incluyen en el cuaderno de color de este número de Telos, realizadas especialmente para la revista, son cuadros en los que se observa una yuxtaposición de manchas, imágenes, trazos y espacios concebidos y definidos (o indefinidos). Parecen simples, o parcialmente descuidados estos cuadros de Pelayo Ortega. Mirándolos con calma, sin embargo, se les va encontrando la complejidad y la intención.