La pintura de Miguel Ángel Campano, nacido en Madrid en 1948, ha experimentado una prodigiosa expansión a lo largo de los años. Las referencias pictóricas y estilísticas, la reflexión sobre la tradición sobre los problemas del pintar; han abierto un proceso de depuración y de desnudez formal que tiende a recuperar los mínimos elementos constitutivos de su pintura, sedimentados en la confrontación y en la experiencia de la tradición de Poussin, de Cezanne de Delacroix, de las vanguardias, etc.
El itinerario pictórico de Miguel Ángel Campano se ha desarrollado a través de una sucesión de series (Las vocales, Diluvios, Montañas, Naufragios, Omphalos. La Grappa, Nature Paysage y Ruth y Booz) que han encontrado una homogeneidad y una coherencia en análisis y reflexiones sobre la pintura y su significado. Sin embargo, en sus útimas obras el artista vuelve la mirada hacia su propia pintura, hacia su manera de pintar, hacia sus gestos y sus pinceladas, intentando explicarse cómo es la pintura desde dentro, cuáles sus impulsos, cuáles sus necesidades y sus sentidos.
En las últimas obras de Campano, la paleta se ha reducido al negro, el fondo lo constituye la superficie blanca e impoluta de la tela. Las formas geométricas básicas (-cuadrados, rectángulos, óvalos, triángulos) configuran un paisaje desnudo y sin referenclas en el que se perciben el vacio y el silencio como impulsores. En la serie de obras que se presentan en el cuaderno de color de este número de la revista Telos se observa el carácter de la última obra de Miguel Angel Campano, donde el negro es el color fundamental y las formas simples y compuestas sobre un fondo blanco enfatizan la radicalidad del impulso onginario que alimenta toda creación.
Artículo extraído del nº 36 de la revista en papel Telos
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