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El uso periodístico de estadísticas sociales


Por Philip Meyer

Pese a los defensores del periodismo eterno, los periodistas necesitan nuevas herramientas para describir un mundo complejo: el uso de las bases de datos, las hipótesis a verificar, la aplicación de la metodologia científica. Una creencia tradicional en la subcultura del periodisrno estadounidense es que un buen periodista es bueno en todas partes y que no se requiere ninguna preparación o conocimiento especial.

Esta antiquísima concepción fue recientemente expresada con especial perspicacia por Michael Lewis, de The New Republic, cuando argumentó que «toda la pretenciosa ciencia del periodismo se limita a distraernos de la tarea del periodista: observa-, cuestionar, leer y escribir sobre temas que no son el propio periodismo».

La diatriba de Lewis iba dirigida contra la enseñanza del periodismo en general y contra una Escuela de periodismo en particular (la de Columbia). Su denuncia incluía una acusación empíricamente comprobable: que a los directores de los medios informativos no les gusta contratar a titulados en periodismo y que las empresas periodísticas mantienen «un sólido menosprecio hacia la titulación». ¿Su verificación empírica? Una muestra de conveniencia de siete conocidos suyos, en su mayor parte de Nueva York y Washington. Si Lewis hubiese tenido una preparación sobre el uso de las estadisticas sociales, podria haber descubierto que un 85 por ciento de las nuevas contrataciones en periódicos de EEUU son titulados de las escuelas de periodismo. La observación y el sentido común son importantes para los periodistas. Pero el mundo moderno también exige conocimientos técnicos.

El amplio conjunto de conocimientos implícitos en el concepto del periodismo de precisión está trasladándose lentamente, aunque de manera irregular, de las Universidades a la profesión. Su demanda es una consecuencia de la abundancia de información de la era moderna. Se debe abordar de manera distinta a la de las épocas en que la información era una mercancía escasa.

El periodista, según la antigua tradición, es un transportador, no un procesador de información. De acuerdo con esta visión tradicional, traslada datos desde la fuente de información al consumidor, alterándolos sólo en la medida mínima necesaria para que sean transportables.

Ahora, cuando nos aproximamos al final del siglo, la utilidad de dicho modelo comienza a menguar.

El aumento explosivo de la información plantea al periodismo nuevas demandas que van mucho más allá de la función de transporte. El cambio es tan profundo como el desplazamiento, en la economia de la alimentación, de la caza y la recolección a la agricultura.

Las sociedades cazadoras y recolectoras vivían en una economía de la escasez, y el problema era simplemente transportar las fuentes vegetales y animales desde sus hábitats hasta las hogueras de sus campamentos.

La introducción de la agricultura creó una economia de la abundancia que daba por sentado el transporte y creaba una demanda de procesamiento. La diversidad económica depende ahora, en su mayor parte, de los procesadores de alimentos, más que de los productores o transportadores.

En la actualidad, las escuelas de agricultura enseñan manufacturación y agronomía. Algo similar ocurre con el periodismo. La abundancia de información crea una demanda de síntesis y procesamiento. Esta abundancia ha dado al traste con la naturaleza reguladora de las fuentes. Cuando USA Today infomó sobre los modelos de segregación racial en Estados Unidos, se basaba en datos de la Oficina del Censo. Pero los datos no podían encontrarse en ningún informe previamente sintetizado.

La Oficina del Censo publica ese tipo de informes, pero la demanda de sus datos es tan enorme que los publica en bruto, mucho antes de tener la oportunidad de realizar su propio análisis e interpretación. La fuente documental pública del citado artículo era una cinta informática de nueve pistas, y la responsabilidad del periodista consistía en aportar el marco teórico y los conocimientos analíticos e informáticos necesarios para elaborar un artículo informativo sobre esa base.

En lo relativo al contexto teórico, el jefe de sección de proyectos especiales, Shawn McIntosh, realizó en primer lugar una búsqueda de documentación, consultó con especialistas universitarios y creó una original contribución metodológica en forma de un índice que resume la intensidad de la discriminación en una determinada zona geográfica para cinco grupos raciales diferentes.

REDEFINIR LA OBJETIVIDAD

La intensidad del procesamiento, antaño una excepción, se está convirtiendo rápidamente en norma. Se desarrolla en dos fases del proceso de recogida de noticias. Los proyectos analíticos mediante procesamiento informático front-end analytic projects, en una escala similar al estudio de la discriminación racial de Mclntosh, son más habituales a medida que los periodistas se van familiarizando cada vez más con los ordenadores y con el análisis cuantitativo. En cuanto al tratamiento final de la información, los periódicos de diseño más visual, como el USA Today y el Boca Raton News, dan prioridad al procesamiento sobre el transporte de información también en otra variante, al tratar de sacar el máximo provecho del potencial del texto impreso como dispositivo de recuperación de la información.

El diseño de un sistema de ayudas a la consulta por parte de los lectores reader navigation aids, y la integración de la información diaria en una red de referencias y seriales de aviso, proporcionan una nueva intensidad cualitativa a la tarea del director del medio informativo.

La intensidad del procesarniento de la información no tiene por qué amenazar el ideal periodístico tradicional de la objetividad, pero sí requiere una definición más cuidadosa de dicho ideal.
Cuando el modelo periodístico ponía el énfasis en la transmisión, el ideal de la objetividad requería una actitud neutral de no interferencia, que reducía al mínimo la intensidad del tratamiento de la información. La quiebra de ese modelo se pudo advertir claramente a comienzos de los anos 50, cuando los medios de comunicación norteamericanos lo aplicaron a la información sobre las acusaciones de comunismo en el Gobiemo de EEUU, efectuadas por el senador Joseph McCarthy.

Los medios no se preocuparon de verificar dichas acusaciones, porque su trabajo consistía simplemente en transportar las declaraciones sin valoraciones del senador. Sólo cuando el tema fue abordado por periodistas dispuestos a probar nuevos métodos, salió a relucir la falta de integridad y la irresponsabilidad del senador. Probablemente no es casualidad que el ejemplo más recordado provenga de una tecnología entonces nueva, la televisión, cuando Edward R. Murrow utilizó una selección de fragmentos filmados para elaborar un retrato más crítico del senador y de sus métodos.

La televisión, cuando no informa en tiempo real (por ejemplo, el canal de retransmisiones directas del Congreso C-Span, acontecimientos deportivos, la guerra del Golfo) es un medio de procesamiento intenso de la información. Algunos periodistas tradicionales argumentan que la complejidad de los acontecimientos informativos de la era moderna y los métodos para cubrirlos hacen que la objetividad resulte imposible, y que, por lo tanto, habria que abandonar su búsqueda.

Pero la inasequibilidad de un objetivo no lo hace menos deseable, y el acercarniento a lo inalcanzable puede ser meritorio por sí mismo. Lo que el periodismo basado en el procesamiento de información necesita es un criterio de objetividad mas elaborado, un criterio que evite la norma de no interferencia y permita la intervención de personal directivo y articulistas, de una forma capaz de lograr que todo el proceso adquiera una mayor disciplina.

LA CIENCIA EN EL PERIODISMO

Un modelo útil para la nueva objetividad requenda puede lograrse con la adaptación, del método científico a la práctica periodística. Dicha adaptación es la razón de ser del periodismo de precisión.

La ciencia es idealmente objetiva y también va mucho más allá del mero transporte de información. Las normas que su cultura ha desarrollado para descubrir y sacar a relucir la verdad pueden prestar un buen servicio a las nuevas demandas del periodismo. Se me ocurren tres en particular:

1. Investigación con una base teórica. El informador que escribe a partir de un documento público se beneficia del trabajo teórico ya realizado por el autor de dicho documento, que tenía en su cabeza una finalidad, una historia y contexto. El informador que empieza a trabajar con una cinta de nueve pistas no cuenta con esa ventaja inicial. Se requiere algún tipo de estructura teórica para analizar los datos de la cinta, para contar con un medio de selección entre la variedad casi infinita de formas posibles de estudiarla.

Algunas aplicaciones periodísticas de las bases de datos son evidentes, como por ejemplo los cruces de listados realizados por Elliot Jaspin entre los normbres de conductores detenidos por embriaguez y de conductores de autobuses escolares. Pero en su mayor parte requieren una estructura teórica más complicada. «Dime algo interesante» no es una pregunta apropiada para ser planteada a un ordenador.

2. Comprobación de hipótesis. La ética de la objetividad crea en muchos periodistas una objeción visceral a iniciar una investigación con una hipótesis preconcebida. La mente periodística debe estar abierta a todas las posibilidades. Pero también debe estarlo la mente científica, y los científicos han llegado a la conclusión de que la disciplina consistente en elaborar una hipótesis susceptible de refutación que, posteriormente, es sometida a prueba; es, de hecho, una manera de preservar la objetividad.

Al efectuarse la prueba, la hipótesis se mantiene en pie o se viene abajo sobre la base de un criteno objetivo. Por ejemplo, la demostración de la existencia de prejuicios raciales en la concesión de préstamos hipotecarios, realizada por el Atlanta Journal-Constitution y premiada con el Pulitzer, se basaba en el empleo de un sistema de comprobación objetiva. El número de préstamos concedidos era mucho menor entre los propietarios negros que lo solicitaron que entre los propietarios blancos, incluso con variables constantes en cuanto a antecedentes relativos a volumen de ingresos o solvencia económica.

3. Posibilidad de verificación. La cultura del periodismo favorece un cierto nivel de secretismo. Los informadores no divulgan sus fuentes y les molesta que sus notas sean vistas por terceros.

Pero esas tradiciones deben dejarse a un lado en el contexto de un procesamiento intenso de la información. Una forma de proporcionar disciplina a las investigaciones periodísticas consiste en estructurarlas de tal forma que cualquier otro investigador pueda seguir por el mismo camino del investigador anterior, plantear las mismas preguntas y obtener las mismas respuestas.

Las investigaciones basadas en sondeos, análisis de bases de datos y otros métodos de las ciencias sociales se rigen por la necesidad de dejar un rastro documental verificable, y su metodologia debe ser tan abierta y accesible que sus descubrimientos puedan ser nuevamente revisados en todos sus pasos. La posibilidad de verificación es la garantía última de fiabilidad.

Los periodistas estadounidenses van aceptando poco a poco el uso de las herramientas científicas. Los sondeos de opinión pública fueron la cuña inicial. Los sondeos sobre sectores específicos de población facilitaron la comprensión de la información sobre los movimientos de protesta de los años 60 y 70 (negros, pacifistas, ecologistas, feministas) y los medios informativos comenzaron a realizar sus propios estudios en lugar de confiarlos a servicios externos.

En los seminarios profesionales de la Escuela de Periodismo de Medill, en la Northwestern University, en los años 1974 y 1975, se enseñó y planteó por primera vez a periodistas de medios tan importantes como el Washington Post y el New York Times el concepto de sondeos de fabricación propia (do it yourself pulling). Los sondeos electorales, antaño casi un monopolio de Lewis Harris y George Gallup, se diversificaron ante la competencia de los consorcios entre grandes medios de prensa y radiotelevisión, entre los que cabe mencionar: New York Times/CBS, Washington Pos/ABC y USA Today/CNN/Gallup. Esta nueva situación introdujo en las redacciones conceptos como muestreo probabilista, significación estadística y controles estadísticos.

NUEVOS CONOCIMIENTOS NECESARIOS

Otro cambio inportante, básicamente independiente de la nueva práctica de los sondeos, fue el uso de los ordenadores para realizar investigaciones en bases de datos de la Administración. La rápida bajada de los precios de los ordenadores personales, iniciada en 1981, llevó a algunos periodistas jóvenes a experimentar con sus aplicaciones en su propio tiempo libre y con su propio dinero.

Steve Doig, del Miami Herald, compró su primer ordenador, un Atari 800, en 1981. Poco después empezó a utilizar el Visi-Calc, el precursor de todas las hojas de cálculo actuales, en uno de los primeros ordenadores de IBM. Elliot Jaspin, del Providence Bulletin, aprendió a utilizar el ordenador central de su periódico para investigar en los archivos públicos y finalmente optó por los ordenadores personales, convencido de que los periodistas deben ser totalmente independientes de las operaciones comerciales de su empresa y de sus expertos. Más tarde dirigió el desarrollo del soporte lógico de lectura en ordenadores personales de las cintas de nueve pistas, típicas de los ordenadores centralizados, lo cual hacía posible dicha independencia.

En su mayor parte, las personas que utilizan dichos programas de acceso a cintas magnéticas y los realizadores de encuestas han actuado por separado, como si no fuesen conscientes de utilizar aspectos diferentes del cuerpo común de conocimientos que define el método cientifico.

Cada experiencia de aprendizaje ternía un carácter pragmático, con el objetivo de resolver un problema inmediato, especifico y limitado. Algunas de las personas que querian acceder a los códigos de las cintas magnéticas se tomaron la molestia de aprender el razonamiento científico. Otras se contentaron con entrar en áreas donde el sentido común es suficiente.

No obstante, sin una cierta preparación en relación con la estadística y el método científico, no siempre es posible saber cuándo se han agotado las posibilidades del sentido común. Un reciente estudio sobre fallos en la inspección de emisiones contaminantes de los automóviles, realizado por el Raleigh News & Observer, mostraba que el automóvil con mayor índice de fallo era el Yugo, y que el que ofrecia un índice más bajo era el Jaguar.

El articulista no había tenido en cuenta que tanto los Yugo como los Jaguar son muy escasos en Carolina del Norte, y que las muestras pequeñas suelen presentar mayores grados de varianza (desviación).

Por otra parte, dado que el Yugo se dejó de importar a EEUU en el período de realización del estudio, la media correspondiente a los Jaguar sería ligeramente más reciente que la de los Yugo.

En otro caso, un informador del St. Louis Dispatch utilizó una investigación a través de bases de datos para identificar a 15 abogados que mantenían una situación de conflicto de intereses en relación con la indemnización debida a un trabajador.
Dichos abogados representaban al mismo tiempo al Estado y a los trabajadores con demandas pendientes con el Estado, y consegían pagos mucho más cuantiosos que los de los casos ganados por abogados que no tenían esa doble función. El informador, con muy buen criterio, quiso saber con qué frecuencia se producina dicha diferencia por azar.

Sin estar familiarizado con las pruebas de significación, programó su ordenador para realizar instrucciones secuenciales repetidas através de 10.000 muestras de 15 de cada 1.000 abogados en la base de datos, para comprobar cuántas combinaciones de 15 obtenían sumas tan elevadas. El resultado fue del 6 por 1.000,o de 0,6 por 100, altamente significativo. La operación del ordenador duró 20 minutos.
El autor no especificaba cuánto tiempo se necesitó para escribir el programa. Pero una prueba estadistica denominada Test de la Thabria producido una respuesta mejor, al comparar su muestra de 1.000 con un universo hipotético de todas las muestras posibles de 1.000. Y lo habria hecho en 10 segundos con una linea de código.

Al igual que los ciegos cuando reconocen un elefante mediante el tacto, los periodistas que aplican bits y elementos del método cientifico a su trabajo necesitan un concepto unificador. Knight-Ridder, la segunda gran empresa de prensa de Estados Unidos, reconoció dicha necesidad al convocar recientemente a dos docenas de sus informadores informáticos en Miami, para compartir sus conocimientos y tratar de englobarlos en un marco común. Los escépticos pueden considerar tales esfuerzos como una pretensión absurda.

Michael Lewis criticó el uso de la tecnologla y de los conceptos cientlficos en las escuelas de periodismo como «inbentos de dignificar un comercio añadiéndole la idea del profesianalismo y cubriéndolo con una capa de dudosa teoria». Pero el mundo ha sguido avanzando y ese tipo de lamentaciones suenan cada vez más atávicas.

Para describir un mundo complejo, los periodistas necesitan herramientas complejas. El periodismo de precisión es el concepto organizador de la gesti6n y el desarrollo de dichas herramientas, y las Universidades deben actuar con mayor prontitud en el desarrollo y la enseñanza de dicho concepto.

Traducción: Antonio Fernández Lera Michael Lewis «J-Scool Confidential», The New Republic, 19 de abril de 1991, páginas 20-27. Magaret L. Usdansky y otros, «Segregation Walls Between us», USA Today, 11-13 de noviembre de 1992. George Landau, Adventures in sampling: using brute force to compensate for your ignorance about statistics, Uplink, Universiy of Missouri, marzo de 1993.

Artículo extraído del nº 36 de la revista en papel Telos

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