La institucionalización de la investigación en comunicación como disciplina ampliamente integrada en el conjunto de las ciencias sociales, a través de los planes de estudio, de las publicaciones y de las reuniones científicas, ha desembocado, a lo largo de los años, en un complejo campo de estudios en el que se alojan toda suerte de disciplinas y terminologías que han acabado, bien, en el mejor de los casos, en convivencia natural, bien, si no, soportando todo tipo de entrecruzamientos hasta hacer difícil la reconstrucción de su pertenencia. La complejidad del objeto determina, ciertamente, la complejidad del enfoque.
Pero el resultado, en ocasiones, deviene en una complejidad incoherente, avalada más por su adscripción a un tipo particular de discurso, asumido por la comunidad desde donde circula, que por las reglas de legitimación teórica a las se sujeta toda disciplina.
Como afirma James D. Halloran, en una de las ponencias incluida en las publicaciones que mencionamos, «estudios sistemáticos, disciplinados y productivos pueden ser realizados y avalados de acuerdo con un planteamiento ecléctico. Pero esto no debe representar una pérdida de rigor sino antes bien la asunción de un enfoque (todavía no suficientemente desarrollado) capaz de hacer justicia al complejo conjunto de relaciones. estructuras y procesos que caracterizan nuestro campo de estudio» (1).
La carencia de este planteamiento, que en substancia debiera empezar por poner en evidencia esta situación, se manifiesta de muy diverso modo: en la sobreabundancla de métodos y técnicas de investigación aue responden a la rutina de la práctica convencional antes que a una reflexión sobre los factores relevantes en los problemas que se acometen; en el manejo de conceptos cuya exacta valoración remite a múltiples marcos, no siempre explicitados (conceptos como identidad, comunicación, lenguaje…); en la confusa compaginación entre lo valorativo y lo descriptivo que salpica un tipo de investigación expuesta como ninguna a la intrusión de lo ideológico; en fin, el repaso de todas las ocurrencias nos llevaría muy lejos, «en la confusión e incertidumbre de lo que indulgentemente designamos como un estadio embrionario de desarrollo, incapaces como somos de liberarnos de los coflictos, de las contradicciones y de las discontinuidades, si no es alcanzando el santo grial del consenso -marca registrada de la verdadera ciencia» (2).
La reunión de investigadores o pensadores en tomo a congresos, encuentros, etc. se comporta en este sentido como exponente privilegiado de la situación. Lo propio de estos encuentros es que congreguen su participación en torno a una línea de trabajo disenada, con objetivos compartidos. Titular una reunión alrededor de un objeto que lleva en su nombre las marcas de su filiación es, obviamente, condición inevitable para ello.
Pero en la realidad cuentan ademas otros criterios a la hora de introducir las aportaciones: afinidades lectivas, administrativas, políticas (en un muy amplio sentido), concurren con los criterios temáticos para configurar finalmente una aproximación excéntrica al punto de partida. Desgraciadamente no es este el lugar para analizar todas las desviaciones que podemos encontrar en los textos que comentaremos, sino más bien para la síntesis que ordene los materiales de lectura. Labor que, por otra parte, siempre requiere un esfuerzo anadido también por parte de los organizadores de las reuniones.
No obstante señalemos la extrañeza que puede llegar a producir a quien se acerque a estas publicaciones la heterogeneidad de los planteamientos, incluso en aquellos temas que por su propia definición se prestarían dificilmente a ello.
El seminario celebrado en la Universidad nacional de Córdoba (Argentina), en noviembre de 1991 (3), auspiciado por el Area de Comunicación de la Facultad de Filosofía y Humanidades, se concretó en una aproximación a los cambios en las prácticas de funcionamiento de la política y su relación con los cambios comunicativos aparecidos a lo largo de la década de los ochenta.
En un sentido general, se abordaronlas radicales transformaciones políticas tanto en la Europa del Este, con el derrumbe de los sistemas socialistas, como en América Latina, a partir del paulatino acceso a la democracia de los países de la zona. Alrededor de estos hechos capitales, que en sí mismos suponen un trastorno de los referentes políticos tradicionales, se encuentran además dos fenómenos de cambio cultural e histórico entorno a los medios de comunicación: un nuevo ordenamiento económico y social en los sectores de la información y, junto con ello una expansión a escala global de la cultura mediática.
Ambos aspectos afectan a la vida colectiva e individual, a la producción material, a las costumbres, las relaciones internacionales, el concepto de estado, etc.
En este marco son de destacar dos de las aproximaciones al grado de interrelación entre los fenómenos citados. De una parte la reflexión acerca de la influencia entre los formatos televisivos y las actitudes políticas, en sendas ponencias de Luis A. Quevedo y Beatriz Sarlo, incidiendo particularmente en el papel productivo de la televisión en la conformación de la agenda pública, la construcción de escenarios sociales y políticos, la instalación de debates y la legitimación y deslegitimación de temas y personas.
Esta incidencia introduce, además, el escenario político en el interior de los modos de consumo televisivo, resultando de ello una nueva forma de relación espectacular con lo político.
En esta dirección. los autores aludidos privilegian sobre otros la influencia de los géneros de ficción, lectura tradicional que nos parece puede ser corregida en un sentido totalmente opuesto, a la luz de la emergencia de nuevos formatos de exhibición de lo político en televisión que tienen que ver más con el show que con la ficción.
En otro registro, Oscar Landi desarrolló la aportación más interesante, creemos, en este seminario al examinar los distintos modelos de interacción medios-política en cada uno de los países latinoamericanos, y que traducen las diferentes trayectorias en la restauración o la creación de los regímenes democráticos, y en el desarrollo de los sistemas comunicativos nacionales.
De un análisis pormenorizado acerca de ello se pueden sintetizar dos casos ejemplares: la subordinación de las prácticas mediáticas a las estrategias partidarias sobre la conformación del acontecer político, en el caso de Chile, México y Uruguay, y el fenómeno opuesto, en Perú y Brasil, en los términos de una espectacularización de ese acontecer, cifrado en este caso desde los intereses comunicativos de los medios.
LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA DESDE LA ÓPTICA DE LAS INDUSTRIAS CULTURALES
En concurrencia con numerosas actividades paralelas (II Encuentro Iberoamericano de Editores de Revistas de Comunicación, Seminario de Periodista Latinoamericanos, II Encuentro Iberoamericano de Investigadores de la Comunicación, etc.) la Asociación Brasileña de Estudios Interdisciplinares de la Comunicación (INTERCOM), organizó en septiembre de 1989 el XII Congreso Brasileño de Investigadores (4).
El encuentro, cuya publicación se ha demorado hasta este mismo año, cobró en este marco proporciones inusitadas, con la asistencia de setecientos participantes de América Latina, Estados Unidos Europa. El tema escogido, industrias culturales e integración latinoamericana, se abordó desde cuatro apartados. En primer lugar, las relaciones entre industrias culturales y modernidad. a partir de las propuestas de Jesús Martín Barbero y Renato Ortiz.
El primero se centró en una definición rigurosa de ambos conceptos. De un lado, la noción de industria cultural, desde su formulación original por Adorno y Horkheimer, a finales de los cuarenta, recogiendo los sucesivos matices que el término ha ido acogiendo en textos reseñables hasta la actualidad: la génesis de nuevos modelos culturales a partir de la integración entre arte e industria (Morin), las posturas programáticas recogidas en el informe de UNESCO de 1978 en tomo a la democratización y globalización de los bienes y las industrias, así como las líneas de análisis más destacables que a lo largo de los años ochenta han ido necesariamente incluyéndose en este campo conceptual (la transnacionalización y la concentración sectorial a través de las nuevas tecnologías de comunicación, el factor trabajo, la identidad cultural, etc.).
En cuanto al acceso de los países latinoamericanos a la modernidad Martín Barbero encuentra numerosas anomalías en el mismo que se resumen en el mimetismo hacia un patrón de modernización externo y en el sometimiento de la sociedad civil al Estado como agente que monopoliza este proceso.
El resultado es una pérdida de identidad en la actualidad que convoca un cierto malestar frente a la cultura nacional y una cada vez mayor inmersión en los procesos de transnacionalización. Renato Ortiz retomó la cuestión de la modernización en el ámbito de la sociedad brasileña, llamando la atención sobre la permanencia de las desigualdades tras la etapa de desarrollo de los años sesenta y cómo esta modernización, que en las sociedades occidentales se inicia como un proyecto afirmativo de constitución de las mismas acaba siendo hoy, en el recorrido imperfectamente trazado por el que han transitado los países del entorno, una palabra despolitizada, la afirmación de un orden social generado desde los polos de decisión internacional.
La segunda de las áreas del congreso se dedicó a examinar la experiencia europea en cuestión de integración. James D. Halloran, que dedicó la mayor parte de su intervención a plantear cuestiones de ámbito general sobre la pertinencia de la investigación, en el sentido que hemos apuntado más arriba, concluyó afirmando la cautela con que deben ser extrapoladas las experiencias entre ambas regiones, reincidiendo en el carácter discreto e histórico de toda experiencia investigadora respecto a su ámbito de aplicación específico.
Abordando un estudio comparativo sobre la evolución de los procesos productivos y los movimientos de capital, entre las décadas de los años sesenta y los ochenta, Ramón Zallo desglosó, por su parte, en un pormenorizado análisis, las transformaciones en los procesos de trabajo, el tratamiento de los productos, el consumo, las relaciones sectoriales, la concentración de capitales, etc.
Encuadrado en un tercer apartado, dedicado a la producción cultural en América Latina, Rafael Roncagliolo elaboró un examen de las dificultades y las iniciativas en la creación de un área común de mercado en la región. Las expectativas sostenidas a nivel gubernamental se encuentran con los escollos resultantes de un deficiente desarrollo y tamaño del mercado y la ausencia de economías de escala. No obstante, proliferan los programas y las iniciativas a cargo de instituciones sectoriales dedicadas a la integración y la cooperación, en el interior o al margen de las políticas nacionales.
Diego Portales, concretando dentro del mismo capítulo el desarrollo del sistema televisivo en el contexto de las desregulaciones, advirtió sobre los peligros que esta tendencia puede suponer sobre la extensión de la soberanía democrática en el medio televisivo entre los países latinoamericanos, donde, exceptuando malogradas experiencias, no ha llegado nunca a implantarse establemente una televisión como servicio público. Las estrategias de cooperación intraregional en función de las políticas de comunicación y cultura centraron la última parte del Congreso. José-Salomao David Amorim encuadró las iniciativas de cooperación en el contexto de la formación de bloques económicos y las nuevas relaciones inter-regionales en cuanto a la producción y el acceso a la tecnología.
Javier Esteinou examinó las consecuencias en los medios de comunicación mexicanos que la crisis económica ha reportado, en cuanto al retroceso del proteccionismo estatal, ligado a una nueva división internacional del trabajo y la aproximación a los polos de dominio económico, con preferencia al área norteamericana.
Por último, Enrique Bustamante atendió a la evolución de las políticas de comunicación en el entorno europeo, a nivel nacional, y comunitario, desde el inicio de los debates, en los años setenta, acerca de los desequilibrios informativos, donde Europa mantuvo una postura alineada con la de Estados Unidos, hasta el momento de la liberalización generalizada de la última década, que ha condenado en una dirección mercantilista el margen de maniobra de las instituciones a la hora de generar políticas de fomento y protección.
Dedicado a examinar las relaciones conflictivas entre información, comunicación y sociedad, y dentro de la colección Monografías y Documentos, el Centre de Investigació de la Comunicació de la Generalitat de Catalunya publica los textos que resumen del encuentro celebrado en 1991 (5).
La diversa procedencia de los participantes (profesores de estética, matemáticas o filosofía; profesionales de la psiquiatría o la publicidad) se refleja en planteamientos inhabituales en los centros que suelen generar el debate sobre la comunicación; planteamientos cercanos a la pedagogía, la ética, la medicina, etc. La brevedad de la mayoría de los textos, completados, no obstante,por un capítulo dedicado a recoger las discusiones provocadas en los debates, impide un comentario valorativo. Más explícita resulta la ponencia marco, elaborada por Victoria Camps, y que sirvió como texto de referencia a la discusión.
En ella, la catedrática de ética moral y política, califico a la comunicación como el paradigma que ha sustituido en la actualidad a los del progreso y la razón, consecuencia de la importancia concedida al lenguaje en la filosofía y la sociología. El paradigma comunicativo, que se construye sobre la episteme de la intersubjetividad, contribuye además a establecer una nueva atribución a la noción de verdad, basada en el relativismo de los discursos que construyen la realidad.
En este contexto, los mass-media, agentes de la información, cada vez más desde el paradigma publicitario, trabajan en orden a favorecer la transmisión de información antes que la creación de relaciones sociales. ¿Son suficientes, concluye Camps, los criterios comerciales o es necesario introducir un criterio ético en la regulación de esa información? Reincidiendo en el fin óptimo de toda comunicación, el desarrollo de relaciones comunes, la información debe, en su opinión, sujetarse al interés común, todo aquello que merece la atención de los ciudadanos y las instituciones públicas.
Como continuación de los celebrados en 1984 y 1989, la Asociación de Investigadores en Comunicación del Estado Español (AICE), organizó en abril de 1992 su III Simposio dedicado a examinar el panorama de la investigación en las áreas académicas y profesionales de la comunicación (6).
El simposio se centró en cinco áreas, en las que se repartieron las ponencias y comunicaciones, relativas a metodología de la comunicaci6n, financiación y producción de medios e investigaciones, programación y control de audiencias, identidad cultural y comunicación, y comunicación corporativa. El programa de trabajo atrajo principalmente a jóvenes investigadores que centraron sus aportaciones, en su mayor parte, en el área de metodología.
Fue este el apartado, coordinado por Carmen Caffarel y Teresa Velázquez, que concentró las aportaciones más interesantes, tal vez porque el resto de los temas programados suelen encontrar una más favorable acogida en reuniones específicas. A destacar, por su alcance, dos de las ponencias recogidas en la publicación resultante del simposio.
Por un lado, un informe que dio cuenta de la segunda parte de la investigación desarrollada por Dolores Cáceres y Carmen Caffarel sobre los planteamientos temáticos y metodológicos de la investigación en comunicación en España, y que figura como continuación de un primer tramo, realizado además por Milagros Domínguez y Vicente Romano, cuyos resultados fueron expuesto en 1989, durante el transcurso del II Simposio de la AICE, y publicados en el numero 3 de la revista CINCO. Si en aquella ocasión se abordó el análisis cuantitativo de los datos obtenidos en el periodo que va de 1978 a 1987, en esta segunda parte se emprendió un estudio selectivo sobre más de tres mil quinientos registros publicados en referencia a temas de investigación en el periodo 1987-1990, escogiendo como criterios relevantes para el análisis la procedencia (centros, autores, iniciativas editoriales), magnitud, formatos, temáticas, perspectivas y metodologías de los trabajos de investigación.
Se significan someramente como conclusiones del estudio la relativa variedad de disciplinas implicadas, centradas no obstante sobre el campo sociológico, el insuficiente rigor metodológico, la falta de trabajos en determinados campos de investigación ajenos a comunicación de masas, la centralización de la actividad investigadora en los núcleos de Madrid y Barcelona, la escasa investigación desarrollada en equipos y los reducidos recursos que las instituciones dedican a este apartado. Otro informe relativo a una investigación de considerable envergadura fue el presentado por Jorge A. González, acerca de la desarrollada en la Universidad de Colima (México) sobre el melodrama televisivo y que se centró sobre los aspectos metodológicos de la misma. La investigación, que se extiende a lo largo de seis años, despliega un repertorio inusitado, en cuanto a los métodos y variables de análisis, con respecto al resto de investigaciones que se han ocupado sobre el tema.
De esta forma concurren análisis narrativos y pragmáticos con variables sobre la producción y la recepción del formato serial. La investigación se constituye así como laboratorio de integración de patrones de análisis, que permitan superar los límites de las interpretaciones parciales generadas por los estudios centrados en componentes concretos.
(1) Halloran. J.D., «As Industrias Culturais e a Integraçao latino-americana. O que se pode aprender a partir da experiencia Europeia», en Industrias culturais e os desafíos da integraçao latino-americana, Sao Paulo, INTERCOM. 1993. pág. 52 (2) Halloran, J.D, op. cit., pág. 55. (3) Política y comunicación ¿Hay un lugar para la política en la cultura mediática?, Buenos Aires, Catálogos, 1992. 190 págs. (4) Industrias culturais e os desafios da integraçao latino-americana, Sao Paulo, INTERCOM, 1993. 163 págs. (5) II Converses a La Pedrera ¿Una societat incomunicada?: informació i comunicació, Barcelona, Centre d’Investigació de la Comunicació, 1993. 91 pags. (6) La Investigación en la Comunicación, Madrid, AICE, 1993. 223 págs.
Artículo extraído del nº 36 de la revista en papel Telos
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