El último libro (1) del profesor Sánchez-Biosca es una arriesgada y novedosa aproximación al fenómeno del montaje cinematográfico. El peligro de abordar un tema de semejantes características y dimensiones es constatable si recordamos que muy pocos investigadores actuales han sido capaces de abordar un estudio de esta índole, encarando la abultada (y ya clásica) producción artística, teórica o simplemente histórica que el montaje ha generado. Este es el primer acierto del libro, su enfoque, observando el montaje no como una operación técnica que se despacha en la moviola y de la que se desprenden algunos trucos de construcción, sino como un principio fundador del hecho cinematográfico; pero también, y esto es lo más revelador, de buena parte del pensamiento y la creación de nuestro siglo. El desarrollo del libro planteará precisamente la interdependencia que existe entre esas tres consideraciones del montaje. Desde este punto de vista, la existencia de una teoría del montaje cinematográfico estaría justificada por la posibilidad de confrontar los mecanismos de composición presentes en las artes con los particulares del cinematógrafo y, en consecuencia, «… esclarecer de qué modo trabaja el cine con un principio que … no le es exclusivo desde el punto de vista teórico ni se agota en él». Siguiendo esta premisa, la primera parte del libro se dedica a reelaborar las huellas del montaje (como evidencia de la descomposición de la obra clásica) presentes de forma manifiesta en el cubismo, el futurismo italiano y soviético y como preocupación en las artes plásticas y escénicas. En el plano teórico se rescatan (volviendo a las fuentes) conceptos, nunca bien digeridos, como extrañamiento (formalistas rusos), distanciamiento (Brecht), maquinismo (futurismo), excentrismo (FEKS), atracción (Einstein) que a la luz del análisis aparecen coherentemente dilucidados y relacionados.
Toda esta lectura permite enriquecer y amplificar el concepto y oponerlo a esa corriente de autores (Dmytryk a la cabeza) que han querido ver en el montaje un método depurado para garantizar la transparencia y continuidad inherentes al relato cinematográfico (en una asimilación directa y simplista con el cine clásico).
Donde el libro no incide (entendemos que por operatividad y prioridades teóricas) es en problemas concretos derivados del montaje, como la consideración del plano y el encuadre, la articulación del tiempo o la construcción del punto de vista. A cambio, la segunda parte del libro ofrece (no como traslación práctica directa) una serie de análisis de filmes y secuencias que desvelan cómo actúa el montaje en la práctica. En este terreno el autor sabe sacar todo el partido a sus planteamientos, demostrando que el análisis fílmico puede alumbrar decisivamente el trabajo teórico e historiográfico (y de paso convertirse en una brillante reflexión creativa). Pero eso sí, la correlación entre uno y otro ámbito no puede ser automática: cada filme es un producto único que establece sus propias leyes de construcción. De ello podemos inferir aspectos genéricos que nos permiten establecer rasgos, modelos no necesariamente ligados a los periodos y/o tendencias que marcan ciertos planteamientos sesgados de la historia y la crítica. Sirva esto para ilustrar las complejas relaciones que sostienen ambas partes del libro.
Por cierto que en esa relación de secuencias estudiadas se echa en falta algún ejemplo de la vanguardia francesa y del documental. Con todo, la diversidad de soluciones de montaje escogidas permiten comprender lo productivo que resulta el término. De ahí que tras el recorrido por el montaje en acción el lector retome lo expuesto en la primera parte no como una revisión de brillantes teorías y manifiestos sino como un intento (fundador) de vertebrar las claves que destilan el pensamiento y el arte de nuestro siglo. Para ello, el autor (cuyas teorías empiezan a ser más conocidas fuera que dentro de nuestro país) no duda en recurrir a un estilo ameno que combina perfectamente el tono científico con las intenciones didácticas (aunque, eso sí, con cierta tendencia a la expolición).
El libro se cierra con un reto sugerente: la promesa del autor de dedicar un próximo estudio a los usos desintegradores del montaje en la era posmoderna. Hasta entonces, sería interesante que esta primera entrega desatara una saludable polémica.
(1) Teoría del montaje cinematográfico, Vicente Sánchez-Biosca, Filmoteca de la Generalitat Valenciana, Valencia, 1991.
Artículo extraído del nº 29 de la revista en papel Telos
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