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Diálogos para la música


Por Héctor Fouce

Editorial Mauad. Micael Herschmann. Lapa, cidade da música
240 p. ISBN 978-85-747822-5-6
Río de Janeiro, 2007

El estudio de Micael Herschmann sobre el pujante circuito musical del barrio de Lapa, en Río de Janeiro, es un excelente ejemplo de cómo una buena observación sobre una escena musical localizada es capaz de iluminar el debate sobre el papel de la industria cultural, su articulación con las políticas públicas y su imbricación en las tensiones entre lo global y lo local. Siendo además un estudio práctico de un problema, hay que destacar y agradecer lo serio de la reflexión teórica y metodológica que sustenta la investigación.

Ninguneada por los estudios de comunicación, ignorada por las ciencias sociales clásicas y sin apenas atención en la rancia musicología nacional, la música popular, como muestra este trabajo, se ha ido constituyendo como un rico campo de estudio, un laboratorio en el que es posible pulsar tendencias, tensiones y propuestas de reorganización de las industrias culturales en el marco del capitalismo informacional contemporáneo.

Lapa: una industria musical sin crisis

El barrio de Lapa emerge en la última década como un espacio cultural, pero también turístico y por tanto económico, articulado por géneros musicales tradicionales de Brasil, como el choro y la samba. La iniciativa de algunos pequeños empresarios, que abren locales para escuchar esas músicas en directo, va creando un espacio que recupera la identidad de una zona de la ciudad antigua y que se instala en el imaginario social de la urbe como “la ciudad de la música del corazón” en contraste con el proyecto urbanístico monumental, impulsado por el gobierno local, de una ciudad de la música clásica que atraería buena parte de los recursos públicos de promoción de la cultura musical.

Frente a otros proyectos de revitalización urbana a partir de la música, como el Pelourinho de Bahía, caracterizados por la inversión pública, lo que Herschmann destaca aquí es la importancia dinamizadora de la pequeña industria local. Dos son las oposiciones binarias que articulan la investigación: el conflicto entre la industria cultural local e independiente frente a las multinacionales globalizadas y la inversa suerte de la música grabada y la producida en directo. Una parte de la economía política de la comunicación ha centrado sus críticas en la mercantilización de la cultura, satanizando todo lo que suene a industria cultural; pero Herschmann no cae en esa trampa simplista. Buena parte de su trabajo es un análisis de las diferentes dinámicas que siguen la industria musical multinacional y la industria local independiente. Frente al pavor que en sectores críticos provoca hablar de empresarios de la cultura, el estudio deja claro que no es lo mismo hablar de los grandes grupos transnacionales que de los emprendedores locales. Los primeros están instalados en una gestión de maximización del beneficio y cada vez más insertos en procesos de financiarización (véase la reciente historia de la multinacional EMI, ahora en manos del grupo de capital-riesgo Terra Firma), mientras que los pequeños empresarios que se lanzan a montar un local de música en directo están insertos en la vida local y conforman y reconforman el imaginario cultural compartido.

El claro análisis de las diferencias de estos dos mundos empresariales, apoyado en numerosos estudios cuantitativos y en una rigurosa reflexión teórica, permite al autor avanzar hacia el siguiente paso de su análisis: no es cierto que la industria de la música esté en crisis, sino que una forma de hacer negocios con la música está en trance de desaparecer, y da la sensación de que pocos la llorarán. Parecen llegadas a su fin las épocas de inmensos márgenes de beneficio en manos de unas pocas empresas; con la crisis de la música grabada, de la mano de la digitalización, los programas de intercambio P2P y la piratería, asoma de nuevo el valor de la música en directo. Y con ello aparece en el horizonte la posibilidad de una «economía de la experiencia» (Pine & Gilmore) capaz de “reterritorializar” la vivencia musical, de hacerla local, de obligar a estar “aquí y ahora” sin mediaciones para disfrutar de la cultura. El público parece haber interiorizado que lo que está en crisis no es la música, sino el fonograma, de modo que merece la pena invertir tiempo, dinero y capital social en participar de estos conciertos de samba en un lugar con estilo propio, el barrio de Lapa.

Teoría cultural y gestión política

Micael Herschmann anuncia, desde casi el principio del libro, que no cree en la compartición antagonista del campo de los estudios críticos sobre comunicación entre los estudios culturales y la economía política. Siguiendo a Negus, insiste en que la cultura produce industria y la industria produce cultura, de modo que los modelos y herramientas de ambas escuelas son necesarias para abordar el estudio de la industria cultural en toda su complejidad. Ha llegado el momento de abordar la producción cultural no sólo como texto, sino también en cuanto institución; de conjugar las cuestiones sobre recepción y producción y analizarlas en paralelo, ya que unas modifican a las otras.

El esfuerzo de traer de la mano a dos escuelas que han enfatizado sus diferencias en lugar de sus aspectos complementarios robustece notablemente el libro de Herschmann. Esta fortaleza va a más, si cabe, de la mano de su habilidad para insertar cifras y estudios cuantitativos sobre la actual situación de la industria musical con las reflexiones de los protagonistas del fenómenos del renacimiento de Lapa. Por las páginas del libro desfilan, en forma de entrevistas con el autor, economistas, empresarios del barrio, gestores culturales, propietarios de discográficas, vendedores ambulantes y músicos; el exhaustivo trabajo de campo, cruzado con la reflexión teórica y con el manejo de los datos cuantitativos marcan, sin duda, un camino a seguir a la hora de analizar la complejidad de un campo como el de la música popular contemporánea.

Sin embargo, el trabajo de Herschmann aún tiene un punto fuerte más que ofrecer: toda este investigación está preparada para salir del estrecho marco de la academia y aportar ideas positivas para la acción de las comunidades y los poderes públicos; frente al elitismo y al aislamiento endémico de los gestores culturales y de los analistas académicos, Herschmann propone el diálogo. Una vez recogidos los datos empíricos y escuchados los actores, después de contrastar lo empírico y lo teórico, el libro se cierra con unas propuestas de acción que permitirían reforzar el papel de las industrias culturales locales y, de este modo, profundizar en la construcción de la sociedad civil y de una cultura pública compartida y enraizada. Lo ambicioso de su propuesta y el rigor de su estudio muestran un camino a seguir no sólo para los estudios del campo musical, sino también para unos análisis críticos de la industria musical que sean al tiempo reflexivos y propositivos.

Artículo extraído del nº 76 de la revista en papel Telos

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