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Las redes críticas de empoderamiento local en la Sociedad Europea de la Información


Por Víctor Manuel Marí SáezFrancisco Sierra Caballero

A partir de una revisión crítica del concepto de capital social y de la propuesta de nuevos marcos teóricos para reflexionar en torno a la apropiación ciudadana de Internet, el presente artículo recoge las conclusiones de dos estudios recientes sobre el uso social de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación llevados a cabo en el contexto local europeo.

Uno de los debates centrales en torno a la Sociedad Europea de la Información es la función provisoria de capital social que aportan los nuevos medios, tal y como plantea la Informática Comunitaria o los estudios sobre confianza y buen gobierno en la era digital. De acuerdo con Van Bavel/Punie/Tuami, las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) desempeñan un papel cada vez más importante en el desarrollo local, por la capacidad que tienen de movilizar recursos materiales, información y conocimiento. Si el capital social, de acuerdo con Putnam, puede ser definido como una de las características de toda organización social basada en la cooperación en beneficio mutuo, la confianza y participación cívica y las normas de reciprocidad, el problema de la participación con las TIC constituye hoy un reto estratégico que obliga a las organizaciones sociales a articular redes alternativas de cooperación y acción colectiva, transformando la disposición de capital social en «capital social interconectado» (Van Bavel, 2003).

Aun reconociendo la relevancia de algunos de los hallazgos de Putnam sobre el problema que nos ocupa, especialmente para el estudio de los procesos de cambio social en materia de comunicación, esta concepción de las redes sociales y las formas de gobierno y autoorganización de las comunidades locales tiende a abstraer las relaciones de poder, en especial el contexto político y económico, abordando desde una lectura propia del paradigma neoclásico de la Economía Política toda forma de intercambio y asociación en virtud del individualismo metodológico que, a modo de caja negra, preside su análisis de los vínculos sociales. Como bien ha criticado el profesor Navarro, el discurso sobre el capital social trata por principio de remplazar el análisis del poder entre clases, razas y géneros, y sus consecuencias en términos de políticas públicas, por una lectura instrumental de las relaciones sociales, en un tiempo en el que –como critica Yúdice– la propia cultura se ha convertido en un recurso para el desarrollo económico. Es preciso, en este sentido, pasar de una lectura “capitalizada” de los procesos de innovación a una visión estructural del proceso de apropiación social de las TIC que despliegue la potencia del habitus y la capacidad creativa de la experiencia de los sujetos y actores sociales, a fin de reformular las lógicas conceptuales y praxiológicas de transformación de la democracia que hoy en Europa tienden a asociarse, en el discurso público, con el papel liberador de la “galaxia Internet”.

Apropiación social y capital informacional

La apropiación social de las TIC apunta, en esta dirección, al pleno desarrollo de la capacidad individual y colectiva de interconectar realidades presentes en el nuevo entorno informativo desde la estructura cognitiva y los propios mundos de vida de los actores locales para un uso creativo de los nuevos ecosistemas de interacción y transformación cultural en función del contexto inmediato. Este reto no es sólo un problema de dotación física de equipamientos e infraestructura pública. Antes bien, cabe distinguir a este respecto entre capital y cultivo social (la cultura, y desarrollo de redes ciudadanas articuladas en las comunidades, más allá de las condiciones objetivas o materiales). Desde este punto de vista, se puede hablar de diversos niveles de complejidad a la hora de analizar el proceso de apropiación de las TIC por parte de los actores sociales. En este proceso, un concepto fundamental es el de capital informacional, más vinculado al trabajo teórico de Bourdieu que a los planteamientos de Putnam. El capital informacional comprende la capacidad financiera para pagar la utilización de redes electrónicas y servicios de información, la habilidad técnica para manejar las infraestructuras de estas redes, la capacidad intelectual para filtrar y evaluar la información, como también la motivación activa para buscar información y la habilidad para aplicar la información a situaciones sociales. Ello presupone diferentes condiciones de organización: de la información a la deliberación, de los procesos de consulta y dinamización cultural a la elección y decisión vinculante.

Hoy, sin embargo, se da la paradoja de que, ante la crisis de la representación y gobernanza al calor de los procesos intensivos de transformación global del capitalismo, las autoridades locales, y en general la Administración Pública, se ven impelidas en Europa a reinventar la democracia y la representación a escala global, reeditando la idea republicana de Madison cuando la democracia más requiere innovación y una nueva ciencia política basada en la participación creativa y en la autonomía social de los ciudadanos. En este horizonte de desarrollo, si las TIC pueden fortalecer la capacidad de autogobierno de las comunidades locales, superando las diferencias económicas y sociales mediante la contribución a la creación de espacio público y dinámicas de participación igualitarias en los planes de desarrollo local, será a condición de que los movimientos sociales y la sociedad civil organizada lideren la lucha por la defensa de los derechos culturales. Pues sólo las redes críticas de acción colectiva pueden desplegar la capacidad necesaria de movilización y extensión de vínculos sociales que precisa el desarrollo creativo para la participación con las nuevas tecnologías digitales.

Ciudadanía y apropiación social de las TIC

Las redes cívicas, los telecentros comunitarios o las plataformas públicas antiglobalización están generando formas innovadoras de apropiación y uso de los nuevos medios, revitalizando procesos creativos de organización y desarrollo social que deben ser explorados y asumidos conceptualmente (Sierra, 2006a: 276), pues, de acuerdo con Mattelart, estos nuevos actores sociales vienen abordando las cuestiones relativas a la información, la comunicación y la cultura cada vez con mayor rigor y de forma más sistemática.

Frente al proyecto tecnocrático de las fuerzas del mercado, las redes críticas de empoderamiento local se plantean el reto de vincular la apropiación tecnológica con el cambio social haciendo realidad. Como sugiere Imanol Zubero, la politización del cambio tecnológico en su concepción, desarrollo y aplicación respecto al complejo de intereses, estrategias y opciones políticas posibles. La relación de los movimientos sociales con la información, la comunicación y las TIC va, por tanto, mucho más allá del estrecho horizonte de la perspectiva instrumental que gobierna la mayoría de las experiencias de introducción de los nuevos medios en el gobierno y desarrollo local.

De acuerdo con Melucci (1994), los movimientos sociales tienen hoy la misión de constituirse en modelos comunicativos y polos de “capitalización” y “cultivo social” dispuestos a ofrecer al resto de la sociedad nuevos códigos y espacios simbólicos que subvierten la lógica de los códigos dominantes.

En las siguientes páginas, vamos a observar cómo la constatación de esta función instituyente tiene lugar en algunas experiencias de apropiación local de los nuevos medios, y las principales contradicciones u obstáculos que este proceso origina en el desarrollo de la Sociedad Europea de la Información a partir de dos estudios de caso.

TIC y nuevos movimientos sociales en Andalucía

En el año 2003, el Instituto Andaluz de la Juventud puso en marcha el proceso formativo «Aprendiendo a incorporar las NTIC en los movimientos sociales», en el que participó un total de diecisiete organizaciones sociales del territorio andaluz. Alejado de las visiones instrumentales y tecnocéntricas de la alfabetización tecnológica, y crítico respecto a la introducción del marketing en las entidades sociales, este proyecto tomaba como marco teórico las principales aportaciones sociocríticas de la educomunicación y de la comunicación para el desarrollo. El trabajo de investigación resultante pretendía responder a tres preguntas centrales: ¿cómo están utilizando las TIC las entidades sociales andaluzas?, ¿cuáles son los conceptos previos que estas organizaciones tienen sobre la comunicación y las TIC? y ¿cómo influye, en este proceso de apropiación tecnológica y comunicativa, la identidad de estas organizaciones y su proyecto de sociedad?

Las principales conclusiones de la investigación constataron, en primer lugar, la importancia que tienen las visiones previas de las TIC que poseen los miembros de las organizaciones estudiadas. En términos generales, podemos decir que predomina en ellas la visión tecnocéntrica, prestando excesiva atención a los medios como instrumentos de comunicación por encima o más allá de las mediaciones posibles en la organización e intercambio dentro y fuera de las organizaciones sociales (Marí, 2004). En segundo lugar, en la evaluación del uso que de las TIC hacen las organizaciones sociales, se observa que en poco tiempo el voluntariado consigue dominar técnicamente las destrezas necesarias, así como vislumbrar las posibilidades que ofrecen las TIC en la consecución de sus objetivos, si bien este uso y adaptación es notoriamente desigual, porque existe un desequilibrio entre el uso intensivo del correo electrónico y de las listas de distribución y el uso esporádico del chat y el foro, así como una desigualdad manifiesta en el acceso a estas herramientas por parte de todos los miembros de la organización. Este tipo de usos es generalizado, tal y como demuestran otros estudios en el contexto español. Así, el informe «¿Conectadas? Las ONG españolas en la Red» plantea dos carencias en el uso de Internet por parte de las ONG: la dificultad para publicar información con la frecuencia necesaria y la infrautilización del potencial de esta herramienta para lograr una mayor participación de la ciudadanía. La comparación, por otra parte, de nuestros resultados con el informe «Usos de Internet de las organizaciones de Nodo50» nos permite llegar a la misma conclusión en cuanto a los diferentes usos que hacen las organizaciones sociales de las herramientas comunicativas de Internet. Según este informe, el 100 por cien de las organizaciones estudiadas usa el correo electrónico, el 81,6 por ciento recurre a las listas de correo, el 52,4 por ciento a los foros, el 35 por ciento a las aplicaciones de mensajería instantánea y el 27,5 por ciento a los chats. En nuestro caso hemos observado el mismo desequilibrio entre los usos de cada una de las herramientas: una mayor popularidad del correo electrónico y una infrautilización de foros y chats. Este desequilibrio se debe a dos factores fundamentales: a la mayor dificultad técnica que implica el uso de los foros y del chat, y a la necesaria reflexión que implica la participación en estos espacios.

Podemos decir, a la vista de los resultados, que Internet se utiliza más para la transmisión de información que para la reflexión y la construcción colectiva de conocimiento. Se produce, por tanto, una infrautilización del potencial que tienen las nuevas herramientas de comunicación para la participación social de sus usuarios.

Por lo que se refiere a la relación existente entre apropiación tecnológica y modelo organizativo, descubrimos que, en primer lugar, la lógica de la mercantilización que predomina actualmente en las entidades del Tercer Sector (TS) se manifiesta también en el plano de la comunicación y de los usos de las TIC. La vocación ciudadanista se ha ido diluyendo por el influjo de las lógicas de la colonización del Mercado (García Roca, 2001) y por la transferencia de competencias desde el Estado del Bienestar al TS. Desde estas claves se comprende que, en la actualidad, el enfoque comunicativo del marketing sea el predominante en estas entidades; sus procesos comunicativos y los usos de las TIC se diseñan preferentemente para captar recursos humanos y financieros, descartando otras dimensiones y enfoques de la comunicación. En segundo lugar, constatamos, siguiendo a Rodríguez Cabrero y a Ortí (1996), la tendencia actual en el TS hacia lo que denominan “asociacionismo asistencial” y “asociacionismo organizativo”. El primero se caracteriza por un predominio de los profesionales sobre los voluntarios en la gestión, mientras que el segundo modelo destaca el papel de la asociación como empresa de servicios. En cuanto a las ONG, los modelos predominantes son el «modelo asistencial» (Ortega, 1994) y los «modelos subsidiario, instrumental y oportunista» (Gómez Gil, 2004). Para este último, las “subsidiarias” reclaman una intervención progresiva en un número cada vez mayor de espacios públicos y una mayor transferencia de recursos; las “instrumentales” son creadas por empresas, multinacionales, grupos de poder o de presión, para llegar donde no lo hacen bajo la etiqueta de empresa privada. En tercer lugar, las ONG “oportunistas” adquieren esta fórmula organizativa por intereses coyunturales, aunque en realidad funcionan como empresas. No todas las entidades del TS y las ONG analizadas incurren en unos usos instrumentales de las TIC orientados a la captación de recursos financieros y humanos. Pero sí se observa, de acuerdo con Erro Sala (2002), que el estilo de comunicación y los usos de las TIC de estas entidades están fuertemente influidos por un modelo “mercadeado” y “asistencial”.

En resumen, a partir de la implementación y evaluación del proyecto «Aprendiendo a incorporar las TIC en los movimientos sociales» se puede concluir que las organizaciones del TS deben asumir, prioritariamente, las siguientes consideraciones:

1- La opción preferencial por los infopobres. Los movimientos sociales tienen que apostar preferentemente por aquellos sectores de la población que quedan excluidos de la Sociedad Europea de la Información (clases bajas, obreros no cualificados, mujeres, tercera edad e inmigrantes, principalmente), presionando a los organismos públicos para que diseñen propuestas de alfabetización digital orientadas al empoderamiento y politización de estos colectivos sociales.

2- La democratización y apropiación social de las TIC exige ir más allá de la mera dotación tecnológica para la gestión del capital informacional.

3- La introducción y desarrollo del tema de la comunicación en la agenda de los movimientos sociales. Desde los años noventa –con la popularización de Internet y sus usos políticos por parte de los movimientos de resistencia a la globalización capitalista–, se observa un despertar del “espíritu McBride”. En la actualidad proliferan campañas en torno a la defensa de los derechos de la comunicación, y son numerosas las redes sociales que se están apropiando creativamente de medios como Internet. Este clima esperanzador debería traducirse en un tratamiento sistemático de la comunicación y de las TIC en la acción de los movimientos sociales.

4- Las organizaciones del TS deben superar los enfoques mediacéntricos de las TIC y apostar por una visión política y cultural.

5- Hemos comprobado la validez y utilidad de metodologías dialécticas vinculadas a la tradición de la Investigación Acción Participativa. Estas metodologías, gestadas en el seno de los movimientos sociales y ampliamente utilizadas en prácticas educomunicativas latinoamericanas y europeas, ofrecen un potencial muchas veces ignorado en el proceso de apropiación social de las TIC.

6- La visión hegemónica en la Unión Europea tiende a presentar la Sociedad de la Información como un proyecto ajeno a tensiones e intereses económicos. Es necesario, por tanto, que desde las redes críticas de empoderamiento se cultive una visión geopolítica, que lleve a establecer, como apunta Armand Mattelart, conexiones entre la comunicación-mundo y los procesos de globalización capitalista en los procesos de determinación del desarrollo local.

Desarrollo local y participación ciudadana en las ciudades europeas

Las conclusiones del proyecto CITIZ@MOVE apuntan en la misma dirección en los estudios de caso sobre apropiación de TIC (Sierra, 2006b). Al analizar las formas de democracia participativa en diez ciudades europeas (Sevilla, Graz, Derry, Toledo, Cosenza, Misterbianco, Siracusa, Valencia, Pecs y ASDA-Atenas) identificando, entre los años 2004 y 2006, el conjunto de buenas prácticas y las experiencias que las autoridades locales pueden capitalizar para avanzar en el desarrollo de la ciberdemocracia, el estudio «Nuevas tecnologías de la Información, participación ciudadana y desarrollo local (Aprendemos todos para comunicarnos mejor. Programa de Comunicación Interactiva diseñado por ciudadanos, empleados públicos y gobernantes)» concluye señalando la notoria ausencia de políticas públicas de ámbito municipal sobre Sociedad de la Información y derechos ciudadanos.

Los datos y conclusiones más relevantes del conjunto de resultados obtenidos en el Taller de Diagnóstico y Prospectiva Participativa apuntan que son más las debilidades y carencias que los avances significativos por parte de las entidades locales. Así, los grupos de funcionarios y responsables públicos, los ciudadanos y representantes de organizaciones sociales destacaron en sus diagnósticos, con la técnica DAFO, el siguiente panorama (ver cuadro ( 1)):

Al visualizar los posibles escenarios de futuro, las conclusiones fueron en general positivas. La mayoría de las ciudades coincidió en señalar que la adaptación de los municipios al uso de las TIC favorecerá, de uno u otro modo, el desarrollo participativo de estos nuevos canales de interacción. Así, por ejemplo, el laboratorio de Sevilla concluyó respaldando como más probable el escenario positivo con 26 votos frente a 12 que visualizaron como futurible un escenario adverso. En el orden de identificación de los escenarios de futuro, los responsables políticos y funcionarios son más optimistas sobre el futuro de la ciudad (11 votos frente a 2), seguidos de las organizaciones sociales (8) y de los ciudadanos (7). Por el contrario, los representantes de las ONG son más críticos y visualizan un escenario de futuro negativo (7). Pues, aunque ciertamente los participantes en los talleres de diagnóstico constatan un progresivo avance en la materia, el resultado final no es del todo positivo. Las conclusiones del presente estudio constatan, de hecho, la ausencia de políticas activas de comunicación y desarrollo en la mayoría de los municipios, además de un escaso conocimiento sistematizado en las ciudades sobre procesos de participación con y a través de las TIC, lo que, sin duda, ha limitado la apertura de estrategias innovadoras en esta dirección. Y es que los municipios tienen, por lo general, poca o nula información sobre sus propios medios y los canales comunitarios (radios libres, sitios web informativos, periódicos y publicaciones vecinales), y en general apenas disponen de capital cultural acumulado en materia de participación ciudadana que les permita pensar y definir nuevas formas de gobierno implementando los nuevos medios de interacción digital disponibles.

Conclusiones

Del análisis de los estudios de caso presentados se concluye que las experiencias de empoderamiento y participación de la ciudadanía a través de las TIC para el rediseño de los modelos de desarrollo de la Sociedad de la Información son todavía en Europa insuficientes, cuantitativa y cualitativamente. Los usos dominantes, los escasos recursos materiales y humanos dispuestos a tal fin y, sobre todo, la limitada conciencia del potencial de las nuevas tecnologías informativas en los procesos de desarrollo local no han permitido aún en las ciudades europeas el despliegue de prácticas innovadoras capaces de transformar significativamente las formas de gobierno y desarrollo urbano.

Por otra parte, se observa que en las experiencias locales analizadas se produce una disolución de la dimensión política de la comunicación y las tecnologías, directamente relacionada con la progresiva mercantilización de las políticas públicas y la acción social de actores colectivos como las ONG. Por ello, parece evidente que para el despliegue de las formas complejas y avanzadas de democracia participativa a través de las TIC, se torna estratégica la contextualización de estas prácticas sociales en el marco más amplio de las políticas comunicativas y tecnológicas que se vienen impulsando en el espacio europeo y mundial desde el último tercio del siglo XX.

La participación social con las TIC no es, desde este punto de vista, un problema de método ni instrumental, sino esencialmente un problema epistemológico o, más exactamente, una cuestión conceptual, que ha de plantearse como un conflicto del derecho a la comunicación. El problema con el que nos encontramos es que, en el contexto de la dialéctica de producción y modificación del espacio, la creciente e intensiva acumulación y concentración territorial de capital y la proyección simbólica del campo cultural como espacio de mediación y resolución de conflictos, como recurso del desarrollo local –luego como ámbito privilegiado de valorización–, la democratización y participación social igualitaria de los actores locales con las nuevas máquinas de información constituye un simple instrumento de extensión de la democracia representativa y de las lógicas de consenso y hegemonía convencionales. El reto, por tanto, de las políticas locales de comunicación, para el desarrollo de la ciudadanía activa a través de los nuevos medios de representación, es tratar de evaluar y definir la participación como apuesta por una democracia radical y pluralista, trascendiendo la definición de la cultura como recurso que imprimen las políticas internacionales de desarrollo en la gestión, almacenamiento, distribución y organización del acceso a los bienes simbólicos según las condiciones de circulación y valorización transnacionales del capitalismo. La superación de este marco objetivo de regulación de la ciberdemocracia exigiría reformular radicalmente los preceptos de la democracia representativa, descentralizando los sistemas de información y decisión pública más allá de los modelos de extensión y organización basados en la racionalidad eficiente típicos del paradigma informacional. En la medida que la ciberdemocracia proyecta un nuevo escenario o espacio público, nuevos métodos y posibilidades democráticas para la participación activa de la ciudadanía, y sobre todo una nueva concepción del espacio y de la mediación con el concurso activo de la ciudadanía, las políticas públicas deben tratar de responder con inteligencia a esta nueva realidad emergente cuestionando la noción misma de ciudadanía y el marco jurídico de la participación en el Estado social de derecho en el marco de evolución del Estado-nación al Estado móvil que prefigura el capitalismo cognitivo (Sierra 2006a).

En otras palabras, pensar hoy la participación ciudadana significa reflexionar sobre las mediaciones y las distancias, las prácticas culturales y los marcos cognitivos de reflexividad e imaginación política. Las posibilidades abiertas por las TIC para la construcción colectiva del desarrollo local plantean como necesaria la interacción ciudadana con los sistemas modernos de comunicación, la cooperación y organización de redes cívicas y, sobre todo, el diseño de la organización del cambio social a partir de la creatividad individual y grupal. Pues, como nunca antes, hoy es el ciudadano quien, de consumidor a creador cultural, protagoniza las transformaciones del nuevo ecosistema mediático. Resulta cuando menos paradójico, como señalara García Canclini, que en la era de los consumidores del siglo XXI, los municipios europeos y las organizaciones sociales sigan imaginando un sujeto político del siglo XVIII.

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Artículo extraído del nº 74 de la revista en papel Telos

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