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Una visión analítica del mundo


Por Piedad Bullón de Castro

Editorial Alianza Editorial. Mayte Pascual. En qué mundo vivimos. Conversaciones con Manuel Castells
Madrid, 2006

Los libros de entrevistas no son un producto editorial nuevo, aunque sí relativamente reciente. Las recopilaciones de entrevistas intercaladas en escritos y conferencias de Cornelius Castoriadis en Historias de lo pensable o las 37 conversaciones que forman el libro Palabras entrevistas de Emilio Lledó son ejemplos significativos de un género en alza. Muy distinto es el planeamiento de Mayte Pascual: En qué mundo vivimos. Conversaciones con Manuel Castells es una publicación ad hoc, que recoge las conversaciones que la periodista mantuvo con el sociólogo catalán entre julio de 2004 y enero de 2005, tanto personales como a través de correos electrónicos.

Dividido en nueve apartados temáticos, el fruto de ese diálogo deja constancia de los muchos y variados intereses de Castells, autor cuyo pensamiento pretende ser omnicompresivo de nuestra época. Esta es precisamente la mayor aportación del libro, la de dar a conocer aspectos desconocidos de su trayectoria profesional e intelectual, más allá del éxito de La era de la información, obra que lo ha convertido en un referente mundial y que se ha traducido a veintiuna lenguas.

El libro aborda cuestiones que no han sido tratadas en otras obras suyas, aunque Castells las haya expuesto con frecuencia en encuentros, conferencias y artículos de opinión, como los que ahora publica para La Vanguardia. El título del libro, En qué mundo vivimos, puede parecer equívoco por la elección de la sintaxis, más propia de la retórica que de la concreción con que se expresa el entrevistado. Aunque el tono de muchas de las respuestas parece estar más cerca de la opinión que del conocimiento empírico de los fenómenos sociales, la fórmula empleada permite una aproximación suficiente a las distintas tendencias de las ciencias sociales, a las investigaciones que se hacen en este campo y a los instrumentos teóricos que nacen para comprender mejor la complejidad del mundo en que vivimos. De lo que no habla Castells es del futuro, algo que detesta; identifica tendencias sociales que se han convertido en realidad. Por esta cualidad se le reconoce como un teórico de los grandes cambios de nuestra época: no da consejos, sino datos y cifras.

Estamos ante un compendio del pensamiento y de las opiniones de Manuel Castells, que es también un repaso a su trabajo, de cómo ha evolucionado a la par que sus ideas a lo largo de los años. El primer capítulo, La pasión por investigar, viene a ser una breve biografía del protagonista, en la que se recogen no sólo los avatares de sus años de formación intelectual y de actividad política, sino también la influencia que sobre él han ejercido dos pensadores, Alain Touraine y Nicolas Poulantzas. Del primero adopta no tanto su teoría, como el tipo de investigación, un enfoque que parte del cambio social, el conflicto, la creación de valores y la innovación. De Poulantzas, aunque proviene del estructuralismo, le interesan sus investigaciones sobre sociología y derecho político, mucho más dinámicas y menos filosóficas, pero, sobre todo, lo que interesa a Castells es que Poulantzas hacía investigación, tanto da sobre lo que fuera, lo importante es que investigaba.

El viraje al que Castells debe su reputación actual se origina en otra escuela sociológica bien distinta a la francesa, la americana. Touraine y otros sociólogos habían creado un programa de metodología para las ciencias sociales; con ellos aprendió estadística y metodología cuantitativa. Insatisfecho con el teoricismo de sus maestros franceses, con sus categorías abstractas, en el que los datos casi se consideran sucios, este hijo del 68 opta por la investigación empírica y cuantitativa. Recala primero en Wisconsin y Michigan, las mejores universidades en este campo, y más tarde en Berkeley.

Esta visión analítica del mundo se resume en un segundo capítulo que muestra a Castells como sociólogo de campo. En China, Taiwan, Japón, Bolivia, Chile, Francia o España ha trabajado sobre el terreno, con un método empírico, recogiendo datos para estudiar y analizar qué ocurre en esos lugares y sobre ellos levantar su teoría social. Trata de huir de las imágenes o análisis parciales; tanto su teoría como su práctica caminan hacia la comprensión total. Habla de todo. Cuando lo hace sobre Rusia, analiza tanto la desintegración de la Unión Soviética como el accidente de Chernobil. También se ocupa de la economía criminal global, de las burbujas inmobiliarias –que siempre revientan–, de la crisis del estado desarrollista, etc. «El capitalismo global, tanto en su expansión como en su crisis, depende hoy de lo que pasa en China –dice– pero yo nunca hago predicciones, sólo apunto tendencias».

A lo largo del libro hay menciones constantes a las nuevas tecnologías, como un leit- motiv recurrente, y las implicaciones que se derivan de este fenómeno que Castells ha convertido en objeto prioritario de sus estudios. Del cambio radical que las tecnologías de la información están determinando y que modifica de manera absoluta las relaciones humanas. Este efecto se advierte de forma contundente en la nueva economía del trabajo –capítulo tres–, hasta el punto de que casi nadie comprende qué está pasando en un entorno laboral inseguro, en el que la cualificación ya no basta para mantener un trabajo de por vida. Flexibilidad, innovación, empresa en red o trabajador genérico frente a trabajador autoprogramable son conceptos nuevos, a los que Castells recurre para ayudar a comprender que sólo las tecnologías de la información y la capacidad de usarlas son las bases del éxito en el nuevo sistema.

Esta economía global, tan distinta a la industrial, requiere una capacidad de adaptación de personas y países que ha dado lugar a desigualdades más complejas que las conocidas hasta ahora. Las críticas del sociólogo a los organismos internacionales –FMI, Banco Mundial o G7– y a las políticas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que iniciaron lo que podría llamarse globalización inducida, se basan en que ésta no es una consecuencia directa de la revolución tecnológica y económica. Hubiera podido darse otro tipo de globalización, e incluso una trayectoria distinta de revolución tecnológica. «Hoy se sabe –afirma– que las características de la globalización y de la nueva economía son generadas por intereses sociales y estrategias políticas que condicionan el presente». Y que, además, han influido en todos los países occidentales y han tenido consecuencias gravísimas en los países en vías de desarrollo. Este es el lado oscuro de la globalización –capítulo cuatro– que se ha cebado sobre todo en el continente africano. El papel de las ONG, la explotación sin límite de las elites políticas africanas, lo que Castells llama “estado predatario” o la etnicización del mismo, son asuntos que castigan a la población con enfermedades como el sida, paradigma del subdesarrollo más demoledor en África que en ninguna otra parte del mundo, debido –según el sociólogo– a la pobreza, la incultura y el machismo.

Castells habla y escribe sobre globalización y sociedad en red, conceptos que explican el profundo cambio en la vida de los hombres y el inicio de una nueva era, que se explicita, más que en ningún otro aspecto, en las grandes concentraciones humanas, las megaciudades y tecnópolis. Muy lejos, y a la vez prolongación, de su primer libro, La cuestión urbana, en el que estudiaba la relación entre urbanismo y marxismo. Quizá de aquella primera aproximación a lo urbano le venga a Castells su tesis de que el espacio es el que organiza el tiempo en la sociedad real, y no al revés como proponen las teorías sociales clásicas. En «Espacio y tiempo en nuestras vidas», capítulo cinco del libro, aparecen conceptos como el espacio de flujos, posibles gracias a la comunicación local global, el papel de la arquitectura como elemento fundamental para establecer la comunicación en ciudades altamente segregadas o cómo el nuevo tipo de urbanización planetaria origina que la red global de ciudades es más importante que el nodo: «No hay jerarquía de ciudades, sino importancia estratégica de cada una de ellas».

Finalmente, en el libro encuentran cobijo otros asuntos que últimamente ocupan a Castells: la fuerza de la identidad y su relación con lo multicultural. Y de ahí salta a los nacionalismos, al Islam o a Chechenia. Porque, como se ha dicho más arriba, y a despecho del tópico que acompaña su figura, los intereses de Castells no se nutren sólo de tecnología o de Sociedad de la Información (aunque muchas de sus tesis se expliquen a través de ellas). Por esta razón, uno de los valores de este libro de entrevistas consiste en mostrarnos a un autor al que nada parece serle ajeno. En sus largas respuestas, sus teorías y opiniones se van ramificando hacia asuntos inesperados, lo que hace que esta obra sea de lectura imprescindible para quien quiera saber no sólo qué piensa el sociólogo, sino cómo es el hombre: preocupado por el tiempo y el mundo que le ha tocado vivir.

Artículo extraído del nº 70 de la revista en papel Telos

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Piedad Bullón de Castro