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Ciclos de olvido colectivo


Por Daniel Canogar

El Autor

Daniel Canogar

Nacido en Madrid en 1964, vive y trabaja en Madrid. Estudió Ciencias de la Imagen en la Universidad Complutense de Madrid, y recibió un máster con especialización en fotografía de New York University y el International Center for Photography en 1990. Entre sus exposiciones individuales y colectivas, se pueden destacar las realizadas en la Fundación Arte y Tecnología, Madrid; Palacio de Velázquez, Madrid; Galería Helga de Alvear, Madrid; Galería Filomena Soares, Lisboa; Galería Estrany de la Mota, Barcelona; Espace d’Art Yvonamor Palix, París; Centre d’Art Contemporain de Basse Normandie, Francia; Axe Neo-7, Quebec, Canadá; Metronom, Barcelona; Centro de Arte Santa Mónica, Barcelona; Artist Space, Nueva York; Museo Alejandro Otero, Caracas; el Wexner Center for the Arts, Columbus, Ohio; Museo Kunstsammlung Nordrhein Westfallen de Düsseldorf y Hamburger Banhof Museum de Berlín.

Ha publicado diversos ensayos teóricos y libros, entre ellos Ciudades Efímeras: Exposiciones Universales, Espectáculo y Tecnología, Julio Ollero Editor, Madrid, 1992; Pabellones Españoles en las Exposiciones Universales, Sociedad Estatal Hannover 2000, Madrid, 2000 e Ingrávidos, Fundación Telefónica, Madrid, 2003.

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La Obra

Ciclos de olvido colectivo

“Ciclos del Olvido Colectivo” es una serie de 10 imágenes en las que se contemplan cuerpos desnudos atrapados entre objetos de consumo encontrados en basureros y centros de reciclaje. La serie es una reflexión sobre el exceso visual, y las dificultades que esta inflación icónica genera para el quehacer artístico, un problema con el que ya los artistas pop tuvieron que lidiar. Tuve claro desde el principio que la representación del exceso debería ser formalmente excesiva. Los residuos y basuras son una excusa para intentar dar respuesta a un problema visual que me preocupa especialmente: ¿Cómo podemos simbolizar una realidad que nos bombardea incesantemente con información? Los medios de comunicación de masas nos someten diariamente a una catarata de imágenes que apenas podemos absorber. Tengo la certidumbre de que una sociedad que no consigue procesar su entorno se vuelve psicótica. El arte tiene aquí una función especialmente terapéutica. Es un espacio de reflexión que ayuda al sujeto a sujetarse, y a encontrar un espacio propio en las arenas movedizas de la realidad contemporánea.

Según avanzaba con el proyecto, me di cuenta de que había una cierta coherencia simbólica en los materiales elegidos. Uno de los temas más recurrentes es el de la memoria. En varias obras surge la confrontación de la memoria tecnológica con la humana. La abundancia de información registrada en los discos duros, o la grabada en las bandas magnéticas de vídeo y audio, anula al ser, que progresivamente siente cómo esta información sustituye las memorias fundacionales de su propia identidad. Los juguetes de “Ciclos del Olvido Colectivo” también hacen referencia a la memoria, en este caso infantil. Otro tema sugerido repetidamente es el de la comunicación: los montones de cables, circuitos electrónicos y teléfonos hacen referencia a la saturación comunicativa de nuestra sociedad, que al final no hace más que separarnos a los unos de los otros. No es casual que los cuerpos representados estén siempre aislados, sin posibilidad alguna de contacto.

Daniel Canogar

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Artículo extraído del nº 69 de la revista en papel Telos

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