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La “larga duración” de la cultura


Por Luis Alfonso Albornoz

Editorial Paidós. Armand Mattelart. Diversidad cultural y mundialización
Barcelona, 2006

En el mes de octubre de 1973, Armand Mattelart (profesor en la Universidad Paris–VIII e investigador en la Maison des Sciences de l’Homme Paris–Nord) concluía en la capital chilena su ensayo La cultura como empresa multinacional (Ediciones Era, México D.F., 1974) con la proximidad del fin de la guerra de Vietnam y del gobierno constitucional de Salvador Allende como telón de fondo. En aquella obra –que se desmarcaba claramente de los enfoques estructuralistas y culturalistas de moda– partía de considerar que la cultura de masas no puede ser definida de forma a-histórica. Más de tres décadas después, Mattelart vuelve a la carga e inscribe el actual debate acerca de la diversidad cultural en una trayectoria –en términos del historiador francés Fernand Braudel– de “larga duración”. En este sentido, Diversidad y mundialización toma en consideración paradigmas y disputas que van desde finales del siglo XIX hasta la aprobación por parte de la Unesco, en octubre de 2005, de la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales.

Este nuevo trabajo de Mattelart viene a «situar los distintos movimientos clave de la historia que le han dado sentido al acarrear las definiciones materiales de la cultura, de las culturas, de las interacciones y de los fenómenos de aculturación que han marcado las vidas de las sociedades» (pág. 12). A fin de cumplir este objetivo en las páginas del libro encontramos referencias y definiciones históricas de conceptos clave como: cultura, civilización, literatura industrial y valores literarios, nación, cultura de masas, comunidad, sociedad, imperialismo cultural, americanización, industria/s cultural/es, excepción cultural, globalización, gubernamentabilidad, diversidad. Éstos son términos que, por un lado, han ido mudando de sentido con el transcurso del tiempo y, por otro, poseen sentidos distintos dependiendo del sector social que los pronuncie.

Es Diversidad y mundialización un libro de historia contemporánea. Pero también es un libro de geopolítica cultural. Y es un libro didáctico que arroja luz sobre algunas de las tensiones y debates actuales que viven las sociedades capitalistas. Una obra en suma que propone un viaje a través del análisis crítico sobre el colonialismo y la concepción del otro hacia finales del siglo XIX, el paradigma del desarrollismo/modernización de mediados de las décadas de 1950 y 1960, la desregulación neoliberal de los años 80 y el consecuente atentado contra los servicios públicos, y los debates (tan actuales) sobre la necesidad de contar con políticas públicas.

Es también Diversidad y mundialización un libro que registra los cambios de paradigma y las tensiones que atingen a las ciencias humanas. La perspectiva histórico-crítica sirve para comprender los roles desempeñados por la antropología cultural y la criminal, la sociología organicista de H. Spencer, los pensamientos de Antonio Gramsci y Walter Benjamin, los postulados de la Internacional Situacionista, la antropología estructuralista, la lingüística estructural, los Cultural Studies británicos (y su versión latinoamericana), la economía política de la comunicación o los estudios poscoloniales.

Diversidad cultural

El capítulo VII, titulado «Geopolítica de la diversidad: el reto civilizacional», aborda las batallas dialécticas que encierra el término diversidad cultural. «El concepto de diversidad cultural –expone Mattelart– no sólo se extiende como una mancha de aceite y sigue inspirando políticas públicas respecto de las industrias de la cultura, sino que su creciente audiencia desde el comienzo del nuevo milenio demuestra que las desborda y que tiende a convertirse en una referencia fundamental para la búsqueda de una nueva ordenación del planeta» (pág. 139).

En los últimos años asistimos a dos interesantes espacios de debate internacional donde múltiples y nuevos sujetos confrontan posiciones: la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, organizada por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) en Ginebra (2003) y Túnez (2005), y las conferencias generales de la Unesco de 2001, 2003 y 2005 que terminaron por consagrar la protección y promoción de la diversidad cultural.

Las luchas en ambos espacios revelan la divergencia de proyectos entre, por un lado, los partidarios de un democratic market place, garantizado por el accionar jurídico y represivo del Estado-nación, que entienden la “cultura” como un “servicio” a ofertar; por otro, los herederos del pensamiento de la Ilustración que contemplan la “cultura” como un “bien público común”. Los primeros, partidarios de “liberalizar” la cultura-servicio bajo el auspicio de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI) o tratados regionales y bilaterales de distinta naturaleza; los segundos, –especialmente los organismos no gubernamentales de distinta índole– aquellos que entienden que la diversidad cultural y los proyectos de sociedad del conocimiento se encuentran amenazados por las actuales tendencias.

Triple negación

Según Mattelart, el culto del presente, el culto de la información y el culto de la cultura tiñen los días del capitalismo contemporáneo y «nimban la comprensión del vínculo que la problemática de la diversidad cultural mantiene con la democracia en el contexto de la mundialización» (pág. 159). El culto del presente obtura la perspectiva histórica, el culto de la información desaira al binomio cultura-memoria, y el culto de la cultura disocia a ésta de la política. Frente a este escenario tan poco feliz, el autor alerta sobre la necesidad de una toma de conciencia y de la participación del conjunto de la ciudadanía en algunos de los debates complejos que atraviesan nuestros días: las controversias sobre diversidad y excepción cultural, la propiedad intelectual o la transparencia de la administración de los conocimientos.

El pensamiento crítico tiene en Armand Mattelart uno de sus artífices. Un investigador y ensayista que a lo largo de su vasta producción ha sabido construir, con el cemento de la coherencia, una obra lúcida. Diversidad y mundialización es, en este sentido, una muestra más de rigor intelectual.

Finalmente, resta señalar el hecho de que este último trabajo de Mattelart llega a los lectores hispanoparlantes gracias al apoyo de los dineros públicos español y francés (la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España; el Programa de Publicación del Servicio de Cooperación de Acción Cultural de la Embajada de Francia en España; y el Ministerio francés de Asuntos Exteriores han colaborado en la traducción y publicación del original Diversité culturelle et mondialisation, Éditions La Découverte, París, 2005)… lo cual puede llevarnos a reflexionar sobre la necesidad de contar con políticas públicas en materia de cultura.

Artículo extraído del nº 69 de la revista en papel Telos

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Luis Alfonso Albornoz