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Ejes de una propuesta


Por Jesús Martín-Barbero

El profundo avance en la democratización de la cultura y el conocimiento, potenciado por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se percibe entrabado por una serie de "perversiones". Elaborar nuevas formas de regulación democrática para salvaguardar los derechos e intereses de las colectividades y los múltiples modos de derechos de autor, es uno de los desafíos del presente ( 1).

La situación: entre trampas digitales y ausencia de políticas públicas

Por primera vez en la historia de la humanidad, el acceso de las mayorías a lo mejor y mayor de la creación cultural, artística y científica ha sido posible gracias a la revolución digital. Pero ese profundo y revolucionario avance en la democratización de la cultura y el conocimiento se ve hoy entrabado por variadas perversiones: desde la imposibilidad de unas mínimas reglas de juego que regulen a nivel mundial los nuevos derechos que la propia informatización de la sociedad entraña, hasta la trampa que, diciendo defender la «propiedad intelectual» de los bienes y servicios culturales, la transforma en negación a las potencialidades de democratización cultural mediante la más sofisticada legitimación del negocio. Es todo el sentido político y social de las transformaciones tecnológicas el que se halla aquí en juego, exigiendo a juristas e ingenieros de sistemas, a creadores y gestores, a políticos y teóricos de la informática, un esfuerzo de análisis e imaginación capaz de elaborar nuevas formas de regulación democrática que salvaguarden a la vez los derechos e intereses de las colectividades y los múltiples modos de derechos de autor, esto es, sin confundirlos con los intereses de los grandes conglomerados de las industrias culturales. En el fondo, de lo que se trata es del modo en que las nuevas culturas digitales trastornan la noción misma de propiedad al insertar la negación de la cultura a ser reducida a negocio en el centro mismo de la llamada nueva economía o economía informacional. Ahí esta la batalla de los gobiernos nacionales, como el de Canadá o Brasil, por escapar al monopolio de Microsoft y lograr la «libertad de software» para sus países. Porque si la Sociedad de la Información (SI) quiere ser mínimamente igualitaria, sólo podrá lograrlo liberando las potencialidades socioculturales de la nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) de las trabas provenientes de los monopolios que asocian a los productores y los medios masivos con los bancos y las industrias publicitarias, constituyendo así un nuevo tipo de conglomerado informacional cuya sesgada visión de la ‘propiedad intelectual’ considera valioso no el acceso al bien intelectual sino solamente la expansión de la propiedad.

El desarrollo de las redes digitales se halla además marcado todavía en Latinoamérica por una concepción altamente instrumental –esto es, no cultural ni ciudadana– que está impidiendo insertarlas en los planes nacionales de desarrollo nacional y de democratización local, lo que exigiría privilegiar no las tecnologías de punta, sino aquellos servicios que mejor respondan a las necesidades de las colectividades locales potenciando su creatividad social y cultural que es la que única que efectivamente refuerza los lazos comunitarios.

De otro lado, la interacción de la escuela pública con los actuales desarrollos de las tecnologías digitales, aunque están reconfigurando profunda y aceleradamente tanto los modos de producción y circulación del conocimiento como los mapas laborales y profesionales, sigue siendo muy escasa además de instrumental. Y ello cuando los cambios más de fondo que acarrea la SI tienen justamente que ver con transformaciones en las condiciones de existencia del trabajador y el nuevo sentido del trabajo, ambos ligados estrechamente al campo de la educación: a nuevas destrezas mentales requeridas por los nuevos oficios, nuevas modalidades de aprendizaje formales y no formales, nuevas formas de relación entre trabajo y juego, entre el espacio doméstico y el lugar de trabajo.

Aun con la precariedad que atraviesan las economías de la región, y su fuerte sesgo urbano-metropolitano, las redes informáticas se hallan sin embargo movilizadas por un cierto desarrollo de su acceso, desarrollo debido en gran parte, y paradójicamente, a ese otro flujo que es el de los millones de emigrantes a EEUU y la UE, y que han encontrado en Internet el modo más barato y rápido de comunicación entre familias de uno y otro lado. Pero lo más relevante en este ámbito es sin duda el potencial estratégico que las redes digitales han empezado a representar en la integración sociocultural del espacio latinoamericano movilizando medios de comunitarios de prensa, radio y televisión, creadores y gestores culturales, investigaciones científicas y experimentaciones artísticas. Tanto en los pequeños municipios rurales como en grandes barrios urbanos de los sectores populares, entre jóvenes urbanos como incluso en algunas comunidades indígenas, hay una intensiva apropiación comunitaria de las nuevas posibilidades que abren las redes a la radio y a la televisión comunitarias, desde las que se están rehaciendo el tejido colectivo mediante la memoria y la contrainformación.

Es también notable el crecimiento en Latinoamérica de sitios web no comerciales y explícitamente culturales y educativos no formales, aunque es justamente en este campo donde las diferencias cuantitativas y cualitativas entre países de la región se hacen más notorias y desequilibradoras. Con otro elemento característico del uso latinoamericano de las redes: el altísimo porcentaje de los jóvenes. Según lo muestra un reciente estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), casi la mitad de la población conectada tiene menos de 25 años (49 por ciento en Brasil, 55 por ciento en México). Una buena muestra de esto es Brasil donde, mientras sólo el 3 por ciento entre los mayores de 45 años ha usado Internet, lo ha usado ya el 16 por ciento de los jóvenes entre 14 y 19 años, y el 11 por ciento entre 20 y 35 años.

Y no obstante las precarias condiciones en que las redes y la creatividad digitales se desarrollan en Latinoamérica ellas representan cada día más el incontenible surgimiento y conformación de un nuevo espacio público y nuevos modos de creación cultural. Desde las redes barriales argentinas a las de emigrantes ecuatorianos en España que hablan quechua, o de los mexicanos en EEUU que pasean a la Virgen de Guadalupe vestida de chicana y en moto, desde el netart plástico y musical que los jóvenes hacen de una punta a la otra de la región hasta las webs de participación en las decisiones de política municipal en Uruguay o las de reconversión de los saberes profesionales en Chile y en Colombia, el ciberespacio hace ya parte constitutiva del espacio cultural iberoamericano en construcción.

Escenarios/propuestas de futuro

Así como en la base material de la inserción en la SI se hallan unas infraestructuras técnicas, para apropiarse de los beneficios procurados por las TIC los países latinoamericanos van a requerir dotarse de una nueva base cultural que posibilite el acceso real de las mayorías a los diversos usos de las TIC y a su apropiación y producción creativa. Proporcionar a nuestras sociedades latinoamericanas en su conjunto esa base cultural va requerir de un proyecto tan exigente, y de tanto o mayor empeño, que la dotación de infraestructuras materiales. Este proyecto está articulado sobre cuatro ejes: alfabetización virtual, prorización de la investigación sobre los modos de apropiación local de las culturas virtuales, digitalización de los diversos «mundos» patrimoniales y la potenciación de la creatividad en la Red.

Alfabetización virtual

Entendemos por alfabetización virtual el aprendizaje del conjunto de destrezas mentales, hábitos operacionales y talante interactivo sin los cuales la presencia de las tecnologías entre la mayoría de la población será desaprovechada, o pervertida por el usufructo que de ella hace una minoría en su particular beneficio. Así como en otro momento de su historia toda Latinoamérica se dio como proyecto social básico la alfabetización de adultos, así ahora nuestras sociedades se hallan necesitadas de un nuevo proyecto de alfabetización virtual no de un grupo social particular sino del conjunto de la población, desde los niños a los ancianos, desde las comunidades urbanas a las rurales y aun las indígenas, los trabajadores y los desempleados, los desplazados y los discapacitados.

Se trata de una alfabetización cuya principal peculiaridad reside en ser interactiva, esto es en la que el aprendizaje se realiza mediante el proceso mismo de uso de la tecnología. Un uso que puede y en ciertos casos deberá ser orientado, pero que en ningún caso puede ser suplido por meros conocimientos convencionales. Hay sin duda una convergencia a establecer entre alfabetización letrada y alfabetización virtual, de manera que aquella sea integrada a ésta como factor dinamizador de los procesos pero a sabiendas de que la cultura virtual reordena las mediaciones simbólicas sobre las que pivota la cultura letrada al replantear no pocas de las demarcaciones espacio-temporales que ésta supone. Navegar es también leer, pero no de izquierda a derecha ni de arriba abajo, ni siguiendo la secuencia de las páginas, sino atravesando textos, imágenes, sonidos, conectados entre sí por muy diversos modos de articulación, simulación, modelado, juego. Modos esos de articulación virtual cuyas habilidades hacen parte indispensable de los saberes que requiere cada día con mayor frecuencia el mundo laboral y cultural de hoy.

La infraestructura de las bibliotecas públicas y los centros culturales deberá convertirse en espacio estratégico del SPIC (servicio público de información y comunicación), como punto de acceso básico por parte de las mayorías a las redes y como lugar de alfabetización virtual. La complementariedad entre los servicios tradicionales y los nuevos, que introducen las redes virtuales, debe ser asumida como desafío a la vez pedagógico y ciudadano ya que en ella se juega la estratégica relación entre información, interacción creativa y participación social.

Investigación de los modos de apropiación de las culturas virtuales

Junto con la nueva alfabetización, la inserción de nuestros países en los desafíos y potencialidades de las TIC pasa por un proyecto compartido de investigación acerca de los modos como las culturas locales –municipios, etnias, regiones– se están apropiando de las culturas virtuales, esto es, de las modalidades de interacción con las redes de información que las comunidades seleccionan y desarrollan, de las transformaciones que sus usos introducen en la vida colectiva, y de los nuevos recursos –técnicos y humanos– requeridos para volver socialmente creativas y productivas esas interacciones. Justamente porque lo que producen las nuevas TIC es el desanclaje de las culturales territoriales y su inserción en los ritmos y virtualidades del ciberespacio, nuestro sistema educativo y cultural necesita hacer un seguimiento cercano y permanente de las formas en que las diversas culturas territoriales están procesando los cambios. Y para ello será vital diferenciar edades, género, ciudades grandes y pequeñas, ámbitos rurales industrializados y subdesarrollados, etc.

Digitalización del patrimonio

La puesta en red digital del patrimonio se ofrece hoy como posibilidad estratégica tanto de su conservación como de la democratización de sus usos. La primera no necesita mayor argumentación, dada la fragilidad de muchos de los documentos y otros bienes culturales y la fragmentariedad y precariedad de no pocos utensilios. La conservación digital no sólo posibilita la protección de los bienes, también facilita su estudio y su permanente activación, esto es su puesta en conexión con otros ya en términos cronológicos o temáticos, generales o especializados.

La digitalización hace asimismo posible la visibilización local y mundial de nuestro patrimonio, incluyendo aquí de modo especial la puesta en común de los diversos patrimonios nacionales y locales latinoamericanos. De un lado, se trata de democratizar, esto es de acercar el acervo patrimonial de estos países a sus propios ciudadanos para su conocimiento y disfrute, para el cuidado de la memoria histórica «real» –no oficial ni homogénea sino plural– y su apropiación por parte de las diversas generaciones y poblaciones hasta la más alejada de las metrópolis. Y de otra parte, se trata de una nueva manera como nuestras culturas pueden estar en el mundo, mostrando la riqueza de la historia y la creatividad del presente, desmontando clichés y estereotipos exóticos, atrayendo turismo. Y ello en las múltiples formas en las que hoy posibilita el hipertexto: en imágenes fijas y móviles, en sonoridades y músicas, en códices y textos. Mediante bancos de datos, imágenes, narraciones orales, músicas, canciones, fondos temáticos o exposiciones virtuales.

Potenciación de la creatividad en la web

Las redes digitales no son únicamente un lugar de conservación y difusión de los bienes culturales y artísticos, sino un espacio de experimentación y creación. La experimentación hipertextual posibilita nuevas formas de hacer arte mediante arquitecturas de lenguajes que hasta ahora no habían sido posibles. De otro lado la conectividad interactiva replantea la excepcionalidad de las «obras» y emborrona la singularidad del artista desplazando los ejes de lo estético hacia las interacciones y los acontecimientos, esto es hacia un tipo de «obra» permanentemente abierta a la colaboración de los navegantes creativos. Metáfora de las nuevas modalidades de lo social, la creación en la web posibilita performatividades estéticas que la virtualidad abre no sólo para el campo del arte en particular sino también para la recreación de la participación social y política que pasa por la activación de las diversas sensibilidades y socialidades hasta ahora tenidas como incapaces de actuar y de crear, y de interactuar con la contemporaneidad técnica. Se trata a la vez de uno de los más fecundos ámbitos de la cooperación cultural hoy. Animadas cotidianamente por artistas y por gestores, por formadores y por instituciones municipales y comunidades barriales, las redes culturales entrañan una enorme ganancia: el que una de las tareas asumidas por muchos de los nuevos actores sea la de veedores ciudadanos, empeñados en la fiscalización de los proyectos y las decisiones de las que parten, de los dineros y de los tipos de intercambio promovidos por la cooperación internacional. Las redes culturales se están convirtiendo en el nuevo espacio público de intermediación entre actores diversos de un mismo país, entre actores del mismo ámbito –políticas, gestión, formación– en diversos países, o bien movilizando transversalidades y transdisplinariedades que enriquecen desde el campo político el trabajo académico y desde el de la creación artística al campo político. Estamos ante la posibilidad histórica, no sólo tecnológica sino ciudadana, de renovar radicalmente el entramado político de la cooperación cultural tejiendo redes que enlacen cada día más el mundo de los artistas y trabajadores culturales con el de instituciones territoriales, las organizaciones sociales y los organismos internacionales.

Bibliografía

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Documentos latinoamericanos concernientes a la CMSI

CEPAL

http://www.cepal.cl/publicaciones/DesarrolloProductivo/1/LCG2195Rev1P/lcg2195e2.pdf

Mov.sociales:

http://www.movimientos.org/foro_comunicacion/index2.php3?Seccion=Documentos

El sector privado latinoamericano ante la CMSI:

http://www.ahciet.net/agenda/Evento.asp?idEvnt=88&a=2003

Cidade do conhecimento: http://www.cidade.usp.br/

A Sociedade Digital®, Portal Iberoamericano da Sociedade da Informacao

< http://www.asociedadedigital.org/>

La sociedad civil en la CMSI: http://www.geneva2003.org/wsis/indexa03.htm

Las mujeres en la CMSI: http://www.nodo50.org/mujeresred/wsis-genero.html

Artículo extraído del nº 61 de la revista en papel Telos

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