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Maxwell McCombs: Una figura relevante en el estudio de la comunicación


Por Esteban López-Escobar

En la biblioteca personal de Maxwell McCombs, hay un libro de Roderick Hart con esta dedicatoria: «Para Max: el colega ideal, el amigo ideal». Me hubiera gustado ser el autor de esa dedicatoria, que suscribo totalmente y con razones bien fundadas; pero –al margen de razones personales– el objetivo de estas líneas es bosquejar unos trazos biográficos y subrayar las aportaciones que McCombs, una de las figuras más conocidas en nuestro campo científico, ha hecho al estudio de la comunicación.

Maxwell McCombs, que nació el 3 de diciembre de 1938 en Birmingham (Alabama), sintió, desde niño, una inclinación hacia el periodismo. En el colegio, y posteriormente en la Tulane University –en la que recibió su grado de Bachelor en 1960– trabajó en las publicaciones escolares (The Hullaballoo, en Tulane). Al concluir sus estudios de college, se trasladó a la Universidad de Stanford para obtener un grado Master. Allí, como el propio McCombs ha declarado, fue «víctima de una amable conspiración» de dos de sus profesores, que lo orientaron hacia la investigación.

En Stanford estudió teoría de la comunicación, análisis de contenido, teoría del aprendizaje y estadística. Durante ese primer año transcurrido en Stanford obtuvo su grado y, además, cursó el equivalente a un primer curso del programa de doctorado. Pero como Stanford sólo permitía completar el programa a quienes contaran con una experiencia profesional, McCombs buscó un trabajo como periodista en el Times-Picayune de Nueva Orleans, donde permaneció dos años.

De vuelta a Stanford, entre otras tareas, desempeñó la de ayudante de investigación de Wilbur Schramm; y comenzó también a enseñar en la Escuela de Periodismo de la UCLA, a la que se incorporó como profesor adjunto al concluir su tesis doctoral en 1966. Un año después de doctorarse se trasladó a la Universidad de North Carolina, en la que realizó el trabajo que ha contribuido a hacerlo mundialmente famoso; y seis años más tarde (1973) se trasladó a la Syracuse University como titular de la cátedra John Ben Snow y director de su centro de investigación en la comunicación. En 1985 asumió la dirección del Departamento de Periodismo de la Universidad de Texas en Austin, donde sigue desempeñando sus tareas docentes, realiza su investigación y orienta la de muchos discípulos.

Durante diez años dirigió el News Research Center de la American Newspaper Publishers Association y fue presidente de la World Association for Public Opinion Research. Ha recibido el premio Paul J. Deutschmann, otorgado por la Association for Education in Journalism and Mass Communication a la excelencia en la investigación; y –compartiéndolo con su colega Donald Shaw recibió también el premio Murray Edelman de la American Political Science Association, por su continuo trabajo en la investigación de los efectos de agenda-setting. En el año 2002 la Universidad de Amberes lo distinguió con el grado de Doctor honoris causa.

Maxwell McCombs es un viajero incansable y generoso, que ha contribuido a extender el paradigma de la agenda-setting en todos los continentes. Con España mantiene una estrecha vinculación, ya que –desde 1994– se incorporó como profesor visitante al Departamento de Comunicación Pública de la Universidad de Navarra, en cuya docencia y proyectos de investigación tiene una participación constante y muy relevante.

Desde 1972, en que publicó con Donald Shaw su primer trabajo sobre la función de agenda-setting de los medios de comunicación –planteamiento que enlaza con las ideas de Walter Lippmann sobre «el mundo en torno a nosotros y las imágenes en nuestras mentes»– hasta la fecha, McCombs ha participado en estudios que le permiten decir,–corrigiendo una célebre observación de Cohen–, que «los medios de comunicación podrían decirnos no sólo sobre qué pensar, sino también cómo y qué pensar, e incluso qué hacer al respecto».

La autoridad que le asiste al reflexionar sobre las responsabilidades de periodistas y medios de comunicación se funda en una larga historia de paciente estudio, desplegando –paso a pas– todos los implícitos de las ideas que maduraba ya en California; ideas que han servido de estímulo a un gran número de investigadores en el campo de la comunicación, que reconocen su maestría, ejercida siempre con un tono de alegre modestia.

Artículo extraído del nº 58 de la revista en papel Telos

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Esteban López-Escobar