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Lecciones de Irak


Por Antonio Pasquali

Las guerras representan un momento de clímax para las comunicaciones; ellas son a nuestro cotidiano entorno comunicante como la Fórmula 1 al auto de casa. Toca al comunicólogo determinar ex post factum novedades y tendencias posibles de modificar con el tiempo, fuentes y prácticas del comunicar en general.

A reserva de más ponderados juicios –y por rápida que haya sido– la hipermediatizada invasión anglo-norteamericana de Irak quedará en la historia de las comunicaciones:

1) por su costo desproporcionado de trece corresponsales muertos en el ejercicio de su misión, algunos por «fuego amigo», ¡casi un diez por ciento de las bajas totales de las fuerzas atacantes!

2) por más específicos motivos, de los que retendremos tres tecnológicos y tres políticos.

La lección tecnológica

En un decenio apenas, de Tormenta del Desierto a marzo de 2003, saltaron de su protohistoria a la banalización tres innovadores, exitosos y disímiles formatos del comunicar: la Telefonía Móvil, Internet y la Cibernética Balística.

Irak fue la primera ocasión en que, bajo ciertas condiciones, las tropas hablaban y chateaban desde el frente con mamás y novias (una inédita conectividad de guerra con paz cuyas recaídas habrán de explicarnos algún día los psicólogos sociales). Por otro lado, la quiebra de Iridium Motorola y Globalstar no significó la desaparición de la telefonía celular satelital; siempre quedaba el maletín de Inmarsat y otros gadgets análogos para salir al aire en directo y videocam desde una azotea o la coraza de un tanque: una manera de añadir peligrosidad y espectáculo al oficio, pero también de compensar con más documentalidad, credibilidad y pluralismo los partes oficiales de ministros, cuarteles generales y… grandes agencias de prensa políticamente correctas.

Internet –hoy por hoy el canal de más elevado coeficiente democrático, la comunicación alternativa por antonomasia, ¡y que Dios nos la conserve!– puso al alcance de cualquier internauta de la Tierra que la buscara toda la información en claro existente, mientras permitía a cada uno de ellos generar mensajes de circulación mundial; una invalorable panacea para los pacifistas.

Por primera vez también, el poder de fuego de la parte atacante fue masivamente teledirigido. El 70 por ciento del explosivo arrojado sobre Irak (contra un 2 por ciento apenas en Kuwait) viajó furtivamente en cohetes teleguiados por infrarrojo, láser o GPS. Tomó sesenta años realizar a plenitud los teoremas balístico/cibernéticos de von Braun, Wiener, Shannon y Pierce, de pilotear una cohetería de por sí difícilmente detenible con infalibles cerebros informáticos. En los hechos, Bagdad cayó bajo una imparable lluvia de V2 de última generación con cabezal cibernético, que escogían desde un lejano porta-aviones la ventana del edificio por la cual entrar (eso también, hélas, es comunicación).

La lección política

Tres grandes mitos y puntos de fuerza anglosajones en materia de comunicaciones salieron bastante maltrechos de este gesto hegemónico, cada uno de ellos merecedor de un cuidadoso seguimiento en el futuro:

1) Su accuracy que en castellano a veces traducimos –y hasta ponemos en las Constituciones– por «información veraz y objetiva». Accuracy e información veraz, entendámonos, son desiderativos y entelequias puros, atributos para el día que Dios baje a la Tierra a abrir su Agencia de Noticias. Pero lo menos que puede decirse, para el caso de Irak, es que ambos bandos se excedieron en manipulación y maniqueísmo, que sus portavoces nos recordaron por momentos las mejores exageraciones de Don Camilo y Pepón, y si la cosa no pasó a mayores fue porque los aliados lograron convertir la empresa, contra muchos pronósticos, en una sorpresiva blitzkrieg. Cabe recordar aquí que el Pentágono había estrenado en su seno, el pasado año, una Oficina de Influencia Estratégica, un desk informativo para situaciones de conflicto con licencia para mentir (oficializando la doctrina de la desinformación pública como arma para despistar al enemigo), como parte de una más orgánica estrategia de supervisión global de la infosfera denominada Total Information Awareness (TIA) de la que poco se sabe. Como quiera que la lucha contra el terrorismo promete ser, si no perenne, cuando menos indefinida en un mundo que se parecerá cada día más (y no es un chiste) al universo obsesivo-paranoico del serial La Femme Nikita, las consecuencias para la «información veraz y objetiva» no lucen de buen pronóstico.

2) Su tan ardorosamente defendida Libre Circulación de la Información, el famoso free flow, mostró ser una vez más una libertad unilateral no concedible a otros. Durante las semanas del conflicto, las grandes democracias wasp (el franco apoyo de Australia a las fuerzas aliadas es significativo al respecto) bloquearon o redujeron el uso del GPS al resto del mundo; contraviniendo la Convención de Ginebra, bombardearon la radiotelevisión irakí poniendo a las poblaciones bajo ataque en peligroso estado de desinformación; no se limitaron a penetrar todos los sistemas de información irakíes (normal durante una guerra), sino que espiaron menos lícitamente a la humanidad entera vía Echelon, Carnivore, Fluent, Oasis y seguramente otros sistemas menos conocidos; se ensañaron contra la emisora árabe independiente Al Jazira por no doblegarse al mandato de la Oficina de Información Estratégica del Pentágono: hackers occidentales oscurecieron su sitio web en inglés tapándolo con la bandera norteamericana (tenía 3 millones de visitas diarias), los cazas destruyeron su sede de Bagdad matando a uno de sus corresponsales (sus oficinas de Kabul también habían sido destruidas en su momento por un cohete), Wall Street expulsó a sus dos corresponsales y Akamay Technologies del Oregon rehusó prestar a la planta qatarense una asistencia técnica antipirata previamente contratada. En esta específica oportunidad, la «defección» de uno de los grandes países informadores, Francia, hizo posible una cobertura menos monolítica; pero ¿cuánta libertad de información sobrevivirá el día que los Estados Unidos, la OTAN y Europa (o sea, todas las grandes fábricas de noticias) coincidan en objetivos y estrategias?

3) Irak deja entrever la potencial prescindibilidad –un feliz inédito para la democracia– de las grandes Agencias de Prensa que ejercen un monopolio de facto sobre el mundo noticioso (tan sólo AP y Reuter generan noticias por cerca de 30 millones de palabras diarias; hace veinte años, el total mundial no pasaba de 11 millones). Estos últimos mamut del universo comunicacional, eficientes fábricas para la homogeneización globalizada de las Opiniones Públicas, tuvieron que vérselas con el brotante nuevo periodismo de los Blogs, con un enjambre de balanceados resúmenes de prensa vía e-mail, con reportajes incensurados de outsiders y ONG e infinitas conexiones de Internet que hicieron mella en su monolítica visión proconsular del mundo. Es cierto que una fracción aún importante de los medios –sobre todo en regiones como América Latina que ya no disponen de Agencias de Noticias propias ni cuentan con recursos para pagarse corresponsales– sólo comunicó a sus usuarios la visión de la guerra que le proporcionaban AP o la Fox del Murdoch intervencionista. Pero el paisaje comunicacional está cambiando rápidamente, hay un turn-over de «mediadores», una redistribución de roles y, a plazo, la parcial prescindencia del propio «medio» reemplazado por enlaces directos emisor/receptor. Un futuro que apenas se entrevé por el momento, pero felizmente positivo. Desde las catacumbas tecnológicas, las voces del pluralismo vuelven a resonar.

Artículo extraído del nº 56 de la revista en papel Telos

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