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Redes sociales y democracia: ¿un cambio cualitativo?


Por Fernando Vallespín

Se analiza en este Dossier el alcance de las redes sociales en la práctica democrática y la movilización social y política, así como la incorporación de los medios de comunicación al nuevo espacio público

Como hemos visto profusamente a lo largo de los recientes movimientos de la «primavera árabe», el 15-M u otros como los que se dieron en Grecia o Israel, las redes sociales se han instituido en un formidable medio de movilización social y política. Se afirma, incluso, que sin ellas no se hubiera producido una convocatoria popular tan amplia en cada uno de los distintos países donde tuvieron lugar. Desde luego, no es el único precedente de esta dimensión política de lo que hasta ahora se había pensado más como una forma de fomento de las relaciones estrictamente personales. Su potencial para el activismo político ya se había experimentado en otras ocasiones y para otros fines, como quedó meridianamente claro en la campaña electoral de Obama, o por el uso que se hace de ellas en diferentes ámbitos de e-government.

Su manejo como arma de acción política, o como medio de conexión entre administraciones públicas y ciudadanos, no es ya, por tanto, una mera posibilidad de futuro, sino una realidad indiscutible. Ello se debe a su enorme eficacia como instrumento que amplía el protagonismo de determinados grupos de la sociedad civil que hasta ahora tenían una gran dificultad para establecer vínculos comunicativos entre sí y con el público en general. Las redes sociales han devenido en una nueva esfera pública capaz de emanciparse de muchas de las restricciones que nos encontramos en aquellas que dominan en la mayoría de las democracias nacionales, excesivamente dependientes de la organización del sistema de los medios de comunicación tradicionales o de los procedimientos santificados por los habituales cauces de comunicación entre ciudadanos y gobernantes.

Desde luego, es todavía pronto para hacer un balance real del lugar que las redes sociales acaben ocupando en el funcionamiento de las prácticas democráticas. Pero esto lo comparte con la cuestión más amplia relativa a la forma en la que Internet como un todo está reorganizando nuestro mundo social e incluso nuestra forma de pensar. Estamos aún al comienzo de una revolución impulsada por el despliegue de las TIC cuyas consecuencias últimas nos son todavía desconocidas. En el campo que aquí nos ocupa la gran pregunta que se abre es si dichas redes serán o no capaces de alterar significativamente la forma en la que viene funcionando la democracia tal y como la conocemos; si acabarán teniendo un efecto cualitativo sobre la misma o se limitarán a ‘facilitar’ sus prácticas; cuál sea el impacto específico de las redes sociales y sobre cuáles de ellas en particular. No es lo mismo, en efecto, ayudar a movilizar a determinados sectores del público que facilitar el aspecto deliberativo de la democracia.

El peligro del espejo

La primera gran conclusión a la que podemos llegar a este respecto es que sus consecuencias son ambivalentes y dependen de cómo valoremos su gran potencial. Como en todo lo que afecta a las TIC, aquí también nos encontramos con la clásica distinción entre entusiastas y escépticos. Para estos últimos, el mayor problema que se vislumbra en su aplicación al proceso democrático deriva de su incapacidad para ofrecer una alternativa eficaz al sistema tradicional de intermediación entre gobernantes y gobernados; es decir, los partidos políticos, los sindicatos y los grupos de interés. La aparición de conexiones entre pequeños públicos al margen del sistema político institucional, pero con la intención de influir sobre él, se ve así como una amenaza potencial al proceso de comunicación política como un todo, en particular al sistema de mediaciones que hasta ahora lo vertebraban. Esto, que para algunos es una distorsión, para otros es la gran esperanza en una renovación de la democracia; o, al menos, en la gestación de una nueva sociedad civil mucho activa y eficaz con capacidad para hacer valer intereses, valores y visiones del mundo que de otro modo permanecerían ocultos. Nada excluiría, además, que la Red no pueda convertirse asimismo en un nexo de unión paralelo al institucional entre estos nuevos grupos y los más «institucionales» -entre partidos y cargos públicos y asociaciones ciudadanas, por ejemplo-.

Hay una perspectiva, dentro del bando de los escépticos, que sí hay que tomarse muy en serio. Está bien descrita por Eli Pariser en su nuevo libro, The Filter Bubble (The Penguin Press, 2011), donde subraya la tendencia a que los internautas sólo accedan a aquellos contenidos que reafirman sus propias posiciones o gustos e ignoren las de quienes no piensan como ellos. En parte por el propio funcionamiento del algoritmo de Google, que nos jerarquiza la información en función de nuestras preferencias habituales. Pero también por nuestra tendencia a agregarnos comunicativamente con quienes tenemos afinidad. Al final, Internet nos ofrecería un espejo de lo que ya somos o pensamos y acabaría por introducirnos en distintos guetos comunicativos, alejándonos del ideal democrático de la sana confrontación de opiniones. Las razones de los otros no estarían presentes en la conversación que emprendemos o se mostrarían en sus puntos débiles, arropadas en sus imperfecciones.

Sin embargo, ahí es donde, como ya estamos viendo, pueden intervenir los medios de comunicación tradicionales. Ya hemos dicho cómo, sobre todo a raíz del 15-M, es cada vez mayor la atención que estos prestan a cuanto sucede en la Red, y están sabiendo incorporar poco a poco lo que consideran que es relevante de cuanto acontece en determinadas redes sociales con potencial de impacto público. Siguen manteniendo su rol como líderes de opinión, pero crecientemente conscientes de los vientos del cambio. Las redes sociales empujan hacia la creación de un nuevo espacio público, que está empezando a estructurarse fuera de los medios de comunicación tradicionales o bajo la atenta mirada e imbricación de los mismos.

Atender las lagunas de reflexión científica

Con todo, las evidencias del protagonismo de las redes sociales en la política actual contrastan con la ausencia de trabajos de ciencia social y política que nos permitan cobrar una intelección más completa del fenómeno, y ésta es la razón fundamental que nos condujo a dedicarle un Dossier de TELOS, y a incentivar una discusión que pudiera contemplarlo desde una perspectiva más amplia. A estos efectos hemos encargado diversos Puntos de vista, cuyo objetivo es arrojarnos alguna luz sobre la forma en la que las redes sociales funcionan o han funcionado en varios acontecimientos en los que son o han sido protagonistas. El primero, y el más cercano también por tratarse de un suceso que tuvo lugar en nuestro propio país, es el movimiento del 15-M. Aquí lo que nos interesaba era, como es lógico, contemplar el sistema de mediaciones, casi siempre a través de la Red, que lo hicieron posible y consiguieron que adquiriera identidad propia. Es la tarea que Ana Romero Sire, experta en las TIC, aborda con destreza, desvelándonos una interpretación del mismo que se escapa de las habituales. Es la visión del insider, de quien lo contempla desde su cotidianidad comunicativa, pero que es capaz a la vez de elevarse para ofrecer un diagnóstico. Sobre este mismo movimiento elegimos también un excelente artículo de entre los solicitados a través del call for papers: «El movimiento 15-M y su evolución en Twitter», de Eva María Ferreras, que se centra en la evolución del uso de esta red social en concreto y las consecuencias que acabará teniendo para lo que la autora califica como ‘ciberactivismo político’.

Otro de los temas que no podían estar fuera de este número, como es lógico, es el de las revueltas árabes. Aquí recurrimos a una experta en cuestiones políticas en los países islámicos, Guadalupe Martínez Fuentes, profesora de la Universidad de Granada, para que se pronunciara al respecto. Se trata de un artículo que sirve para contextualizar dichas revueltas y evaluarlas en función de los instrumentos de Internet utilizados, aunque muestra un cierto escepticismo sobre su funcionalidad real en un proceso que de todas formas hubiera acabado produciéndose. Como complemento de este artículo, incluimos también un estudio de caso de la misma zona geográfica, «Valores democráticos en los proyectos migratorios de jóvenes marroquíes», de Lucía Benítez, que saca a la luz la importancia del uso de las redes sociales para la divulgación de las ideas democráticas.

Otro de los artículos encargados, el Punto de vista de Ignacio Criado, que lleva el título de «Redes sociales digitales y administraciones públicas», nos informa sobre el uso que dichas instituciones hacen de estos medios de comunicación y ofrece un balance crítico de algunos de los progresos alcanzados en este ámbito. Dentro de este mismo tema incorporamos también un interesante estudio que evalúa la forma en la que las redes sociales contribuyen o no a facilitar la comunicación entre gobernantes y gobernados. El artículo es de Lizette Martínez Valerio y lleva el título de «Ayuntamientos en Facebook: ¿el tablón de anuncios del siglo XXI?». Su conclusión a partir de un detenido estudio empírico del uso de esta herramienta en diversos ayuntamientos españoles es que todavía no se ha conseguido extraer todo el potencial que aquella atesora como instrumento eficaz para facilitar dicha comunicación. Ambos trabajos sobre esta dimensión del tema tienen la virtud de informarnos sobre la utilización que, de hecho, se está haciendo de estas redes sociales en la labor de gestión de las administraciones públicas y contrastarlo con las muchas otras posibilidades que ofrecen.

Por último, el artículo de María Cristina Menéndez, «Las redes sociales y su efecto político. ¿Nuevas Fuenteovejunas digitales?» nos sirve para elevar nuestra mirada y abordar el tema desde sus muchas ambivalencias a la hora de ser aplicado a funciones políticas. Pertrechado con una importante bibliografía sobre este objeto, el texto ofrece un magnífico punto de entrada para la reflexión que aquí nos ocupa y aporta también una importante evaluación crítica del fenómeno.

Para concluir, solo señalar que lamentamos que los límites de espacio no nos hayan permitido incorporar algunos artículos más de entre los muchos que hemos recibido. Esperemos que algunos de ellos puedan incluirse en números futuros y que este efecto de las redes sociales sobre lo político siga siendo uno de los temas que merezcan el interés de cuantos se dedican a este campo.

Artículo extraído del nº 89 de la revista en papel Telos

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