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Los medios en la Red y la cultura cívica


Por Peter Dahlgren

El propósito de este artículo es analizar algunos aspectos principales en relación a los jóvenes, la participación democrática y los medios de comunicación on line; especialmente los factores que más directamente influyen sobre la conducta cívica, así como entender la importancia de los medios digitales en este proceso

En los actuales y a menudo turbulentos debates sobre el estado de la democracia, la participación de los ciudadanos en la vida política y el papel de los medios digitales, la juventud está llamada a ser, la mayoría de las veces, de especial relevancia. Esto es comprensible, dado que los grupos de edad más joven no solo representan el futuro de la sociedad -y esperemos que de la democracia-, sino que también son los más avanzados en cuanto al uso de Internet y sus diversas plataformas y tecnologías complementarias (como la telefonía móvil). Por otra parte, también tienden a ser los que tienen más probabilidades de manifestar una desconexión con la vida política establecida y la esfera pública.

Al mismo tiempo, debemos ser cautelosos sobre la definición de los ‘jóvenes’ como un grupo unificado; en muchos aspectos son como sus mayores, por lo que dentro de cualquier sociedad y en términos comparativos internacionales, manifiestan muchas diferencias entre sí. Sin embargo, si tomamos el significante ‘jóvenes‘ como un indicador de las tendencias y patrones, en lugar de especificarlo como un grupo homogéneo, sí podría tener sentido usarlo.

Por tanto, recrearemos un marco analítico que nos puede ayudar a entender el papel desempeñado por los medios digitales en lo que respecta a la conducta cívica de los jóvenes y responder a las preguntas (¡sin pretensión de tener todas las respuestas!) sobre los factores susceptibles de promover o impedir la conducta cívica y cómo debemos entender la importancia de los medios digitales.

La siguiente discusión se compone de dos partes. En la primera, se plantea la cuestión del declive -y resurgimiento- de la participación ciudadana en el contexto de las dificultades actuales de la democracia y la reflexión de lo que hoy conocemos sobre la participación democrática y los medios de comunicación on line, sobre todo en lo que respecta a los jóvenes. En la segunda sección, se presentará el marco analítico de la cultura cívica con sus seis dimensiones. Este marco se esfuerza por representar conceptualmente los factores que pueden promover o impedir la participación democrática, mientras que al mismo tiempo ofrece vías para el estudio empírico. Finalmente, concluiré con unas reflexiones a modo de resumen de la importancia de los medios digitales.

Dilemas de la democracia

La democracia no es un fenómeno estático y universal; su carácter específico varía bajo diferentes y cambiantes circunstancias. Su vitalidad y supervivencia propia no pueden darse por sentado. Se trata de un proyecto histórico, entrelazado por las disputas entre las fuerzas que lo restringen y aquellos que lo tratan de ampliar y ahondar, en particular con la participación de los ciudadanos. Incluso en la izquierda hay una amplia gama de visiones de su futuro (Agamben y otros, 2011). Dentro de Europa y la Unión Europea, nos encontramos con importantes diferencias e incluso conflictos en lo que respecta a tradiciones políticas, nociones de ciudadanía, responsabilidad política y transparencia, así como las concepciones de lo que constituye la sociedad civil, etc. En otras partes del mundo, la lucha por el esfuerzo de establecer algo que se podría reconocer como democracia está en su pleno apogeo.

En gran parte del mundo occidental, los partidos políticos parecen estancados, pasivos, sin motivación, y muchos ciudadanos sienten que no se les ofrecen opciones reales. Desde el punto de vista de la participación política, hemos sido testigos de un declive constante del sistema electoral, de las lealtades a los partidos e incluso de las actividades de la sociedad civil. Cada día hay más escepticismo, frustración e incluso cinismo hacia la clase política. Entre los muchos problemas que afronta la democracia en las últimas décadas, los poderes políticos han sufrido una tendencia al declive bajo el ataque de los modelos neoliberales del desarrollo social (Harvey, 2006 y 2011; Fisher, 2009). Cuando las dinámicas de mercado llegan a ser vistas como la fuerza más democrática en la sociedad, las oportunidades de una participación ciudadana significativa se erosionan. Asimismo, los gobiernos han perdido en todos sus niveles los márgenes de maniobra en el marco de las cada vez más importantes fuerzas globales económicas. El neoliberalismo se ha convertido no sólo en un horizonte político, sino también en un tema cultural, en la formación de valores, en las relaciones sociales, en la perspectiva de una buena sociedad (Couldry, 2010; Lewis, 2011; Young 2007 y Bauman, 2007).

No obstante, esta narrativa del declive de la participación política se contradice con otras tendencias; por ejemplo, estamos presenciando el surgimiento de políticas muy activas por parte de la extrema derecha en muchos países europeos que no sólo se movilizan contra la inmigración, sino que también expresan las frustraciones y el sentimiento de impotencia que padecen muchas personas de la clase social económica más baja. Por otro lado, hoy en día, mientras las crisis económicas y financieras nos dejan cada vez más cerca de una devastación social, hay un gran resurgimiento de la participación política, sobre todo en el sur de Europa. En otros frentes, también podemos observar nuevas formas de participación política, a menudo progresistas, como jóvenes involucrándose y haciendo uso de las capacidades los medios digitales; es notable en este sentido el gran número de grupos participantes en el movimiento de globalización alternativa general (alter-globalisation movement), vinculado frecuentemente con el Foro Social Mundial.

La existencia de una ‘democracia’ no garantiza automáticamente la mayoría de la participación ciudadana universal, ya sea en contextos parlamentarios o extra-parlamentarios. Siempre hay mecanismos en movimiento que pueden delimitar la participación. Los sistemas democráticos ofrecen diversos patrones para la oportunidad de participación: el acceso y el impacto en la esfera pública pueden variar mucho. Por lo tanto, dicha participación depende siempre de circunstancias estructurales. No se debe considerar la falta de participación cívica como una simple negligencia de responsabilidad ciudadana, sino más bien como dilemas muy comunes en la democracia moderna, así como factores socio-culturales más específicos que conforman las realidades vividas por los distintos grupos de ciudadanos. La democracia está siendo transformada a la vez que evolucionan las bases sociales, culturales y políticas; el marco de la evolución de los medios de comunicación y el carácter de la participación son parte de estos grandes desarrollos.

El entorno web como realidad cotidiana

A nivel general, el omnipresente entorno web aparece cada vez más en jóvenes con un nivel económico medio-alto invirtiendo buena parte de su tiempo en una gran variedad de tareas1. Especialmente los jóvenes usan varias formas de interactuar con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), que a menudo se resume bajo el nombre de Web 2.0, no sólo para enviar mensajes orales y escritos, sino también para publicar, unir o compartir, de un modo cada vez más complejo y desarrollado. Muchos se están convirtiendo en lo que se conoce como ‘productores’, es decir, son los propios usuarios quienes, con una variedad de métodos, están generando sus propios contenidos. Para los jóvenes de Europa y de otros lugares, la Red y los medios de comunicación sociales en particular no son sólo una forma de visita ocasional en busca de algo en especial, sino que son cada vez más parte de su vida cotidiana. De la interacción social con los amigos a los blogs de cotilleos, del intercambio de música a las noticias, de ir de compras a la búsqueda de pareja, lo que llamamos entorno web se está convirtiendo en el sitio que da por sentado que las vidas de los jóvenes están cada vez más involucradas (Livingstone, 2009).

Los medios de comunicación on line ofrecen posibilidades que se utilizan y se movilizan de diversas formas a través del marco social, por lo tanto crean un impacto importante sobre las estrategias y tácticas de la vida cotidiana y los valores referentes que sustentan las mismas. Cierto que el buen uso de la Red es discutible, y sin duda hay una variedad de riesgos e incluso amenazas de las que sobre todo los jóvenes deben ser conscientes. Sin embargo, es tal el hecho de la interacción con el entorno web que la vida social de hoy en día tiene un componente on line inevitable.

La participación on line puede darse de muchas formas; la mayoría de las veces tiene que ver con el consumo, el entretenimiento, los contactos sociales, etc. Sólo una pequeña parte puede llamarse participación política, incluso si el consumo y la cultura popular son siempre, hasta cierto punto, el potencial de la relevancia política. Debemos reconocer el carácter confuso de los límites entre la política y la no-política. Mouffe (2005) argumenta que la política puede, en principio, aparecer en cualquier parte del ámbito social, y no podemos a priori especificar el lugar donde estos conflictos puedan presentarse. Sin embargo, la participación política suele ser fácilmente determinada, sobre todo por los propios participantes, aun cuando sus métodos pueden variar considerablemente. De hecho, las interacciones con el medio on line están cada vez más generalizadas, cada vez más se desarrollan nuevas y creativas prácticas, punto que retomaremos más tarde. Los medios de comunicación on line son, por supuesto, una gran parte de la sociedad y la cultura del mundo. Estos entrecruzan las vidas fuera del mundo virtual de los individuos, al igual que hacen con el funcionamiento de los grupos, organizaciones e instituciones. Estos medios de comunicación están integrados en las relaciones de poder predominantes, aunque sus usos también pueden estar en conflicto con los poderes hegemónicos vigentes.

Los medios de comunicación digital y la democracia

Después de más de una década y media de investigación masiva sobre Internet, podemos entender, a nivel político, que esta tecnología es sin duda de gran trascendencia (Coleman y Blumler, 2009). Dado que ha transformado radicalmente la vida social de diversas maneras, no es tan sorprendente saber que también ha alterado la forma de hacer política.

Al principio, los investigadores consideraron que en el mejor de los casos, Internet era sólo de especial importancia para aquellos involucrados en la política extra-parlamentaria alternativa. Sin embargo, fueron poco a poco incorporándose los partidos políticos tradicionales al uso de Internet, y después de la campaña de Obama en las elecciones presidenciales de EEUU de 2008, fue claro que tenía un papel muy importante a desempeñar, incluso en los partidos políticos tradicionales del mundo occidental2.

Ha habido una considerable investigación centrándose específicamente en los jóvenes, en la participación y en los medios digitales de los últimos años3. Unos de los resultados claves de esta investigación es que la Red no debe considerarse como el instrumento decisivo para involucrar a los jóvenes ciudadanos que actualmente presentan una falta de participación política. Además, estos estudios confirman la importancia de las conexiones entre el mundo on line y off line, es decir, los vínculos ligados a las experiencias de la vida cotidiana, a la comunidad local, a los procesos de formación de la identidad y su política. La investigación subraya la importancia de interactuar a través de la Red con los ciudadanos jóvenes, además de con aquellos que están en el poder: debe haber un enlace de comunicación entre los jóvenes y quienes toman las decisiones para que algo parecido a la democracia se sostenga. Resumiendo, podemos decir que la trascendencia del impacto de Internet en la participación democrática de los jóvenes debe ser entendida como algo que depende de otros factores sociales y culturales fundamentalmente, y que nunca funciona en vano.

Al mismo tiempo, aunque esta investigación peca de precavida en el sentido de no ofrecer ninguna clara solución tecnológica a las dificultades de la democracia, sí es contundente cuando resalta el potencial de Internet para poder ampliar y profundizar la participación democrática. Internet claramente marca una diferencia: contribuyendo a las transformaciones masivas de la sociedad contemporánea a todos los niveles, ha alterado los paradigmas y la infraestructura de la esfera pública de forma variada y espectacular. Poniendo a disposición grandes cantidades de información, fomentando la descentralización y la diversidad, facilitando la comunicación y la interacción individual y proporcionando nada más y nada menos que un espacio de comunicación sin límites a velocidad instantánea para quien quiera que lo necesite. Esto ha redefinido las propuestas y el carácter de la participación ciudadana.

Por otra parte, mientras que el compromiso ciudadano de los jóvenes en Occidente continúa en declive respecto a los partidos tradicionales, se puede observar cómo el dominio de la política alternativa, con sus movimientos sociales, el activismo a través de la Red y sus debates espontáneos siguen creciendo. A medida que la tensión económica y social va en aumento, mucha gente en Europa y en otros lugares toma las calles; es entonces cuando se plantea la cuestión de si es todavía válido continuar hablando de una apatía política generalizada.

Un cauto optimismo

A menudo surge la pregunta de hasta qué punto debemos ser optimistas en cuanto al papel de los medios de comunicación on line y el futuro de la democracia. Concretamente, las fuerzas del optimismo y pesimismo son visibles frecuentemente en los debates y las investigaciones realizadas al respecto. Mientras que muchos autores son entusiastas respecto a que este nuevo mundo de información posee un efecto muy positivo sobre el desarrollo personal y el carácter de nuestra civilización, otras voces, como Carr (2010) sostienen que disminuye nuestra capacidad de pensar, leer y recordar. Muchos pensadores aceptan la perspectiva de Sunstein (2008) respecto a cómo la participación de ‘la sabiduría de muchos’ (plasmada en Wikipedia y la blogosfera) está produciendo nuevas y mejores formas de conocimiento. Otros como Keen (2008) advierten de los peligros de la participación de la Web 2.0, argumentando que erosiona nuestros valores, nuestras normas y creatividad, además de minar a las instituciones culturales.

El potencial democrático de Internet es todavía más pertinente a la discusión que ahora nos ocupa. Esto es un tema que suscita diversos puntos de vista. Morozov (2011) sostiene que la idea se ha visto seriamente sobreexpuesta y que la tecnología de Internet no sólo está fallando en la democratización del mundo, sino que es utilizada por los regímenes autoritarios para controlar a sus ciudadanos y suprimir el desacuerdo existente. Sin embargo, Castells (2010) tiene una visión mucho más positiva. En su último libro, continúa con su visión optimista de la Red social establecido en su trilogía de la década de 1990. Su nuevo trabajo puede ser visto como una actualización conceptual, sobre todo en lo que respecta a su uso más amplio de la literatura de investigación en el campo de los medios de comunicación y los estudios comunicativos. Castells expone el poder como un concepto relacional y subraya la dimensión de la comunicación en las relaciones de poder. El autor no trata de quitarle valor al poder de la comunicación (reconociendo incluso el papel de la violencia y la coacción), sino más bien lanza un sólido argumento a favor de la importancia de la comunicación para el control del poder en el mundo moderno. Esto deja abierta la cuestión sobre cómo el poder puede dar forma a las condiciones y consecuencias de la comunicación.

Llegado a este punto del debate, no tenemos una disposición clara para hacer una valoración respecto a si merece un puro optimismo claro o pesimismo a lo que los medios de comunicación digitales y democracia se refiere. Aunque sería demasiado aventurado proclamar que «Internet salvará la democracia al aumentar la participación», sí podemos señalar con certeza que la actual metamorfosis en los medios de comunicación está teniendo un profundo impacto en las condiciones de la participación y en la dinámica de la democracia. Estas son las ideas más importantes a reivindicar, sobre todo en lo que respecta a las relaciones de poder y la cuestión del poder en sí mismo. Todo parece indicar que se pueden tener razones para adoptar un cauto optimismo.

Hacia la cultura y conducta cívica activa

La motivación para la participación no puede reducirse simplemente a la presencia de los medios de comunicación digitales en sí mismos; la disposición para llegar al compromiso debe venir de otras fuentes, obviamente. Sin embargo, es claro que estos medios de comunicación contribuyen a facilitar las condiciones previas para que se produzca dicha participación y que proporcionan el acceso a los recursos que pueden fomentar la acción cívica. Este proceso de ‘convertirse en ciudadanos’ e iniciarse en el mundo del conflicto político, al parecer sigue estando solo en la teoría, por extraño que parezca. Es como si las teorías sobre la democracia dieran por hecho que al cumplir la mayoría de edad, la gente de alguna manera empezaría a asumir sus responsabilidades civiles, pero al no ser así, este hecho causa un malestar. Las teorías normativas sobre la esfera pública, por ejemplo, han hecho grandes contribuciones a nuestra comprensión sobre la democracia y sobre el papel de los medios de comunicación, pero no pueden explicar todavía el cómo o el por qué de la decisión de la gente para participar o no. También existe la investigación tradicional de la sociología política, la cual puede mostrar los patrones principales de la participación democrática dentro de las comunidades o poblaciones específicas nacionales. Sin embargo, ninguna de estas teorías se compromete en la cuestión de la conducta y las condiciones específicas que influyen en la subjetividad de los individuos y de los grupos, ni tampoco puede decir mucho sobre los medios de comunicación.

Por lo tanto, tenemos que buscar en otra parte para comprender los factores que dan forma a la conducta cívica activa. A pesar de que la política no figura entre los temas más buscados en la Red, lo cierto es que cuando la juventud se vuelque en la política, el entorno web tendrá un rol fundamental. Concretamente, ¿cómo podemos conceptualizar el papel de los medios de comunicación digital en la participación política? El marco de las culturas cívicas nos puede dar una comprensión analítica.

Recursos para la participación

La conducta cívica activa -la participación ciudadana en la política- no puede ser promulgada de forma aislada, sino que debe ser apoyada e integrada en un entorno cultural más amplio que tenga relevancia para la política. Lo que llamo cultura cívica es un marco destinado a ayudar e ilustrar las condiciones específicas que son necesarias para la participación4. En pocas palabras, la cultura cívica comprende aquellos recursos culturales que pueden ser utilizados por los ciudadanos para la participación. Por otra parte, en el mundo moderno, la cultura cívica trabaja en gran medida a través de los medios de comunicación. Por lo tanto, el marco tiene por objeto especificar las formas en que los medios de comunicación -en nuestro caso, Internet- pueden facilitar a la conducta cívica activa.

Es más exacto hablar de culturas cívicas -en plural-, ya que el argumento se basa en el supuesto de que en el mundo actual hay muchas maneras para conseguir la participación. Las culturas cívicas, en la medida en que son convincentes, actúan a nivel de la ciudadanía para dar por hecho que se han concedido otros horizontes en la realidad cotidiana, o en términos de Habermas, mundo de la vida (desde la perspectiva de Bourdieu se podría experimentar con el término de ‘habitus cívica’). Las culturas cívicas están compuestas por una serie de factores; específicamente, la familia y la escuela sientan las bases. En términos más generales, podemos decir que los parámetros básicos de las culturas cívicas derivan de las relaciones estructurales del poder social, la economía, el sistema legal y las posibilidades de la organización, y todas ellas pueden tener su propio impacto. Sin embargo, cambiando la discusión a la perspectiva del actor, lo que caracteriza a la conducta cívica es el acceso a la centralidad de los medios de comunicación. Su forma, contenido, lógicas específicas y modos de uso pasan a ser las herramientas más accesibles de la cultura cívica.

En términos de viabilidad, las culturas cívicas son tan fuertes como vulnerables. Se puede influir sobre la percepción ciudadana de lo que es políticamente posible, ya que puede servir para potenciarse. Los ciudadanos, a su vez, a través de sus prácticas pueden influir en el carácter de las culturas cívicas. De hecho, no es imposible que las culturas cívicas puedan desarrollarse incluso en circunstancias que puedan parecer poco probables, como se vio cuando el sistema comunista comenzó a derrumbarse. Asimismo, la debilidad o ausencia de cultura cívica se vuelve inútil y mina las capacidades de los ciudadanos a la hora de actuar. Las circunstancias más desfavorables pueden fácilmente causar una supresión o destrucción de las culturas cívicas.

Quisiera exponer que unas sólidas culturas cívicas son un requisito necesario previo para la participación y para la vitalidad de la esfera pública y por lo tanto para el funcionamiento de la democracia. El campo de las culturas cívicas se interesa por los procesos de desarrollo ciudadano, la autoimagen del ciudadano como miembro y participante potencial en el desarrollo de la sociedad y las formas de mantener estos sentidos de forma autónoma.

Las culturas cívicas e Internet

La noción de cultura puede parecer algo confusa y las culturas cívicas no son una excepción. Por lo tanto, para una mayor precisión conceptual, voy a exponer las culturas cívicas en un circuito de seis dimensiones con una reciprocidad entre ellas (Dahlgren, 2009). Las tres primeras son conocidas a través de la tradición establecida de la comunicación política y las tres últimas proceden de las corrientes de la teoría cultural contemporánea: 1) el conocimiento 2) los valores, 3) la confianza, 4) los espacios, 5) las prácticas y habilidades, 6) las identidades. La metáfora del circuito resalta su interacción, pero no tenemos ningún mecanismo para saber cómo la cultura actúa inevitablemente.

El conocimiento: nuevos modelos
El hecho de que se le requiera al ciudadano un conocimiento para participar en la política es obvio y básico. Las personas deben tener acceso a una información fidedigna, a las representaciones, análisis, discusiones, debates, etc., sobre temas de actualidad y de la sociedad en general, para poder hacer de la esfera pública un bien viable. Esto puede lograrse de muchas maneras; sin embargo, los medios de comunicación en el mundo actual juegan un papel clave en este sentido, aunque tiene sus problemas, tales como las deficiencias del periodismo y las fuentes de conocimiento que deben ser tan comprensibles como accesibles -en términos técnicos y económicos-, así como en lo que respecta a la proximidad lingüística y cultural. El grado de alfabetización es esencial, lo cual reitera la importancia de la educación dentro de una democracia; la gente debe ser capaz de dar sentido a lo que circula en el ámbito público para poder comprender el mundo en el que vivimos. No se puede fijar de forma estática qué tipo de conocimientos son necesarios para la supervivencia de las culturas cívicas, porque esto siempre debe estar abierto al debate.

Lo que es particularmente importante para la discusión que nos ocupa es que los modelos de conocimiento -o incluso para algunos, la arquitectura cognitiva- están evolucionando con las nuevas generaciones, creciendo envueltas en las TIC. La Red se inclina hacia textos más cortos, formatos multimedia y sobre todo la información visual. Esto ha supuesto un reto pedagógico a la hora de hacer un mejor frente con los niños que han invertido muchas horas en la Red antes de entrar en la escuela. Efectivamente, la Red sirve como una especie de fuente paralela de conocimientos en el desarrollo cognitivo de los niños durante sus años escolares. No sólo los maestros, sino la misma democracia debe llegar a asimilar esta alternativa en auge frente a los tradicionales métodos de conocimiento basados en libros y una lógica lineal.

Valores: anclados en el día a día
La democracia no puede funcionar sin valores como la tolerancia y la voluntad de respetar los principios y procedimientos democráticos. Incluso el apoyo al sistema legal (asumiendo que sea legítimo) es una expresión de tal virtud. Solamente el discernir cuáles son los ‘mejores’ y ‘reales’ valores democráticos y su aplicación práctica puede ser la base de grandes disputas… y así debe de ser. A pesar de que las culturas cívicas no presuponen homogeneidad entre los ciudadanos, sugieren unas obligaciones mínimas para la visión y procedimientos de la democracia. La conducta cívica puede ser expresada de diversas maneras por diferentes grupos sociales y culturales. Por ejemplo, la cultura cívica que caracterizaría a un grupo de activistas comunistas en una vecindad de origen inmigrante será considerablemente diferente a la de un grupo nacional pro-medio ambiente.

Nuestros valores reflejan las sensibilidades asimiladas. Básicamente, para la democracia tiene que ver tanto con la sociedad democrática (la convivencia diaria) como con un sistema de instituciones formales. Es difícil generalizar sobre los valores que predominan en Internet, dado su alcance casi infinito. La investigación ha mostrado tendencias dispares, especialmente en la configuración política en la Red, por ejemplo, en los partidos políticos, grupos de discusión y foros, los movimientos sociales y redes sociales… Los valores democráticos a menudo se manifiestan en la cortesía, el respeto por las opiniones opuestas, la transparencia, la responsabilidad y así sucesivamente, sin embargo, en el caso contrario también es cierto. En la medida en que los patrones de comunicación en la Red reflejan un cierto grado de lealtad a los valores democráticos, la lucha por la mejora de la ética en la comunicación on line es una importante contribución al carácter democrático de la sociedad.

Las conductas del comportamiento on line varían enormemente, pero yo diría que hay una buena cantidad de actividad que expresa el apoyo y los valores que se encuentran en la esencia democrática, especialmente entre aquellos quienes están políticamente involucrados: trabajando en la Red, enlazando, compartiendo y quizás paradójicamente, la mentalidad tan predominante de los anti-comerciales (a su vez pro-consumidores) de que ‘si está en la Red, debe ser gratis’.

La confianza: primordial en la Red
La confianza se ha considerado como un componente importante de la democracia: se ha repetido en la teoría y estudiado empíricamente. Se ha presentado como una cosa ‘buena’ en sí (cuanta más confianza mejor y su desaparición señala la llegada de problemas). Ciertos grados de confianza general en la sociedad son necesarios para hacer la vida llevadera, pero la confianza mezclada con escepticismo y crítica se convierte en algo óptimo y prudente. Los portadores de confianza son normalmente vistos como ciudadanos, y los objetos de confianza son las instituciones o representantes gubernamentales. Por otro lado, más recientemente el asunto de la confianza entre grupos de ciudadanos también se ha destacado, y en un contexto que requiere participación política y acción colectiva, la confianza cívica horizontal es algo claramente vital.

En el entorno web, el crecimiento de lo que suele llamarse ‘cultura de la Red’ -múltiples vínculos entre la gente, aunque débiles y efímeros al nivel interpersonal- puede ser visto como una manifestación de la confianza cívica como tal. La capacidad de extender un grado adecuado de confianza con los extraños encontrados en la Red es un elemento valioso de lo que podríamos llamar ‘capital democrático’, lo cual facilita la labor colectiva ciudadana. Por supuesto, una desconfianza generalizada debilita la participación.

Los espacios: ámbitos de acción comunicativa
La democracia debe tomar lugar en algún sitio: la participación de los ciudadanos requiere de los espacios comunicativos de la esfera pública. Realmente, Internet en este sentido se está convirtiendo en el espacio principal para muchos ciudadanos jóvenes; no necesitamos detenernos en este hecho porque es evidente. Sólo quiero subrayar una característica particular cuyo significado sólo se profundizará con la creciente movilidad del entorno web. Con la Red bajo el régimen de la Web 1.0, las personas podrían estar co-presentes con otras que no están físicamente. Con la Web 2.0 junto con la nueva telefonía -los teléfonos móviles se están convirtiendo en ordenadores de bolsillo que pueden conectarse a la Red- estamos viendo el surgimiento de un nuevo carácter móvil público. Esto convierte al ‘espacio’ en una entidad más maleable que se puede definir, construir y apropiar de manera imprevista en el contexto de la participación. La capacidad de enviar y recibir textos, sonidos e imágenes a través de la Red mejora las conexiones entre los espacios on line y los de fuera. No hay duda de que esto reforzaría la eficacia de la participación de los jóvenes.

La práctica: pieza fundamental en la conducta cívica activa
Una democracia viable debe englobar prácticas concretas, prácticas frecuentes -individual, grupal y colectiva- relevantes para diversas situaciones. Estas prácticas ayudan a generar un significado personal y social para los ideales de la democracia y deben contener un elemento de rutina que los den por hecho, si quieren ser parte de la cultura cívica. Las prácticas pueden venir dadas o aprenderse; para ello se requiere habilidades específicas, especialmente competencias comunicativas. Así como la capacidad de leer, escribir, hablar, trabajar con ordenadores y a través de Internet, todas estas competencias pueden ser importantes para llevar a cabo las prácticas democráticas. La educación siempre jugará un papel clave para cultivar la democracia, incluso si sus contenidos y enfoques pedagógicos tienen que ser debatidos y examinados con frecuencia.

Generalmente, participar en las elecciones es visto como la práctica primordial y tangible de los ciudadanos democráticos. El debate también tiene un lugar destacado y se ha asociado con la democracia y con la formación de la opinión desde el principio. Sin embargo, la cultura cívica requiere otras muchas prácticas, correspondientes a los diversos proyectos políticos y circunstancias. Por ejemplo, poseer una competencia social para convocar y llevar una reunión, dirigir debates, organizar y administrar las actividades; todas estas son prácticas importantes necesitan de unas habilidades. La capacidad de opinión, la defensa de intereses, las negociaciones, movilizaciones, iniciar acciones legales, trabajo de red y otras actividades pueden ser parte del repertorio de prácticas cívicas. Agre (2004) hace hincapié en la capacidad de definir y promover estos temas específicos y articular posiciones en ellos, reclutando apoyos, sellando relaciones y continuando con las habilidades organizativas necesarias para seguir con el mismo ímpetu. El potencial de la Red es incuestionable y seguirá siéndolo durante mucho tiempo.

Las nuevas prácticas y tradiciones pueden y deben evolucionar para asegurar que la democracia no se estanque. Hoy en día podemos ver una falta de prácticas cívicas y habilidades como un obstáculo para los ciudadanos que en muchas sociedades intentan desarrollar su carácter democrático. Las habilidades pueden desarrollarse a través de las prácticas y es en este proceso cuando se adquiere el sentido de conseguir el poder. Las prácticas interactúan con fuerza con el conocimiento, la confianza y los valores; las prácticas implican definir, utilizar, incluso crear espacios adecuados y, lo más interesante, las prácticas ayudan a fomentar la identidad cívica. Para los ciudadanos jóvenes, el amplio conjunto de prácticas que ofrece la Red -desde la comunicación individual hasta la comunicación horizontal dentro de grupos y la exposición al instante pública de contenidos- aumenta considerablemente el repertorio de la conducta cívica. Y dado que el entorno web está tan arraigado en su vida, van a desarrollar sus habilidades constantemente con el uso de estas tecnologías.

Las identidades: fomento de poder en las colectividades
La identidad tiene que ver con nuestra concepción de la misma. En el actual mundo posmoderno, la identidad es entendida como una pluralidad: en nuestra vida diaria actuamos en multitud de diferentes ‘mundos’ o realidades, llevamos dentro diferentes bloques de conocimiento, supuestos, reglas y roles para diferentes circunstancias, actuamos con diferentes registros en distintos contextos. La sociología y los estudios culturales han hecho hincapié en el trabajo de identidad entre los jóvenes, el cual se puede aplicar al tema de la identidad cívica fácilmente. Mientras que las identidades cívicas tienen un componente individual y son una parte de la subjetividad de cada persona, en términos de cultura cívica también implican un cierto sentido del yo como parte de una comunidad política, y alguna afinidad o ideas afines con otras personas. La aparición de los grupos ‘nosotros-ellos’ es una polaridad en política y los correspondientes grados de confianza y desconfianza son una manifestación importante de la identidad cívica.

Fundamentalmente, una identidad cívica otorga a las personas el sentido de que pueden participar en la democracia; es una condición previa para la actuación. El reconocimiento y la dignidad son los componentes clave, aunque son atributos que a veces se les niega a algunos grupos en la actualidad. La gente necesita sentir que el grupo puede tener algún tipo de impacto en la vida política. Respecto a este punto, por supuesto, la consecución de poderes debe ser considerada como resultado de algún tipo de solución. Esto no significa necesariamente que la victoria se logre cada vez, pero es importante que los individuos y grupos sientan que sus esfuerzos al menos contribuyen de forma significativa en el contexto político. Por lo tanto, los mecanismos de exclusión en el largo plazo pueden minar la identidad cívica. También, tener más oportunidades disponibles para el consumo conduce a las identidades de los consumidores en general a que prevalezcan y la identidad cívica sea más fuerte. En la cultura moderna actual, especialmente entre los jóvenes donde el compromiso político es bajo, la identidad cívica, de hecho, podría considerarse en algunos círculos como una forma de ‘desviación’.

¿Qué hay sobre los jóvenes como una categoría de identidad cívica? De forma analítica, he sugerido al comienzo que esta categoría nos llevaría muy lejos. Hay una gran diversidad de perspectivas y supuestos, y deberíamos tener cuidado al hacer generalizaciones. En Suecia la intensidad de los debates en 2008-2009 sobre el intercambio de material con copyright y la aparición del Partido Pirata (el cual obtuvo un escaño en el Parlamento Europeo) ciertamente tuvo una repercusión para la época. Los políticos decían cosas como «No podemos poner a toda una generación entre rejas». Aunque la piratería no sólo era asunto de los jóvenes, y otros jóvenes tomaron una posición explícita en contra del libre intercambio de archivos. Por otra parte, el debate continuó haciendo frente a nuevas propuestas sobre el registro de usuarios y permitiendo la vigilancia del tráfico individual en la Red; el tema de la privacidad surgió como foco de debate y no tenía un carácter generacional.

El saber, las prácticas, los valores y la confianza pueden reforzar la identidad ciudadana; la identidad cívica como todas las identidades se fortalece a través de la experiencia. El entorno web es un espacio dominante de experiencia en la vida cotidiana de los jóvenes; las experiencias de virar hacia la política y promover la identidad cívica o no tiene mucho que ver, por supuesto, con el encuentro entre los dos lazos de las estructuras de oportunidad y la cultura cívica. En un estudio de investigación de Suecia (Dahlgren y Olsson, 2007), se encontró que entre los jóvenes activistas las dimensiones de confianza y valores les influyen más a largo plazo y de formas menos visibles y que son generalmente menos considerados por los encuestados.

Desde el punto de vista de la propia participación, los encuestados son capaces de observar y reflexionar sobre la importancia de su creciente conocimiento, prácticas y habilidades. La identidad cívica, quizás paradójicamente, es la dimensión que tiene menos probabilidad de ser identificada como algo pertinente por los jóvenes ciudadanos. Sin embargo, yo diría que de una forma esquemática, es precisamente la dimensión de las culturas cívicas la que les otorga el recurso fundamental para la acción; que no es tan inmediatamente visible para los activistas, lo cual puede explicarse con el hecho de que la identidad trasciende tanto a nivel colectivo como individual. Podemos ver fácilmente y entender nuestra afinidad a las colectividades específicas, pero definir analíticamente el sentido de uno mismo a menudo puede suponer un desafío para cualquier persona.

Los medios de comunicación digitales como un factor fundamental

Recordemos que hay muchos factores que pueden incidir en las culturas cívicas, incluyendo las clases sociales y sus relaciones institucionalizadas con las estructuras de poder, pero en el contexto del mundo posmoderno actual, uno de los más importantes es el complejo y dinámico sistema de la siempre evolutiva matriz de los medios de comunicación. Observando nuestro circuito de seis dimensiones, todos influyen potencialmente el uno en el otro, y cada uno de ellos por consiguiente está formado por los desarrollos de los otros cinco. No cabe duda que en el caso de su respectiva relevancia, variará en diferentes contextos e incluso para los propios ciudadanos. No obstante, podríamos ordenarlos de una forma provisional y general según sus respectivas funciones.

En el contexto del proyecto de investigación sueco mencionado (Dahlgren y Olsson, 2007), se realizó una serie de entrevistas a jóvenes activistas políticos. El estudio sugirió que las dimensiones de la confianza y los valores les influían a largo plazo y de forma menos visible; además, estas dimensiones crearon un impacto a los jóvenes más gradual en cuanto a los cambios. También serían las dimensiones menos observadas y analizadas por los propios participantes.

Desde el punto de vista de la conducta cívica, el conocimiento y las prácticas/habilidades tienden a ser las dimensiones que los ciudadanos pueden analizar más fácilmente de una forma reflexiva y autónoma, registrando sus progresos en dichos términos. Los espacios a accesos de comunicación ofrecen las oportunidades necesarias; en ocasiones pueden convertirse en un auténtico centro de atención -por ejemplo, si se inaugura un nuevo espacio, como Twitter- o simplemente dejan de ser noticia y se convierten en algo normal y corriente. La identidad cívica es, quizás paradójicamente, la dimensión menos nombrada, al menos en términos verbales, como algo relevante por los actores cívicos. Sin embargo, esta identidad cívica funciona, según mi parecer, como el nexo de unión más convincente entre las culturas cívicas y el sentido de la actuación que compromete a la gente y que puede ayudarlos a ser participantes políticos.

La centralidad de los medios de comunicación digitales, tanto en la identidad como en la práctica -al igual que en el conocimiento y en otros aspectos- es indiscutible. El marco de cultura cívica nos ayuda a captar y a analizar la noción de ciudadanía de una manera que puede mediar entre contextos políticos concretos y la actuación humana y subjetividad en planos más grandes y localizados. Esto ofrece una convincente explicación de la relación de la experiencia y práctica entre los medios y la ciudadanía, y nos ayuda a evitar cualquier reduccionismo o determinismo mecanicista en cuanto a sus efectos sobre la vida política. Y aunque esto no nos da ninguna respuesta rápida a las grandes preguntas sobre la democracia, este marco ayuda a señalar los fenómenos específicos que podemos analizar empíricamente y examinar de forma crítica.

Bibliografía

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Notas

1 Para estadísticas recientes sobre el acceso y uso entre los jóvenes europeos, ver Livingston y Haddon, 2009.

2 Plataformas como Facebook y Twitter han jugado un importante papel en los dramáticos acontecimientos en el norte de África y Oriente Medio durante 2010. Esto es, por supuesto, también destacable, pero las circunstancias sociales y políticas son totalmente diferentes y requeriría una larga discusión.

3 Véase, por ejemplo, el Proyecto CIVIVWEB, 2008; Bennett, 2007; Buckingham, 2007; Dahlgren, 2007; Loader, 2007; Livingstone, 2009; Tufte y Enghel de 2009, Olsson y Dahlgren, 2010.

4 Ver un tratamiento más extenso de este tema en Dahlgren, 2009.

 

Traducción: Amy Small y Marian Riva

Artículo extraído del nº 89 de la revista en papel Telos

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