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Escasa creación original, colaborativa, participativa


Por Javier Celaya

A lo largo de la primera década de este nuevo siglo creo que hemos vivido un exceso de positivismo en relación con las bondades derivadas de la incorporación de las nuevas tecnologías sociales (blogs, wikis, podcasts, vídeos, etc.) en la cultura, sin analizar detenidamente las contraprestaciones que posiblemente pagaremos a medio y largo plazo.

Entre estas contrapartidas debemos señalar la escasa creación de contenidos originales por parte de los usuarios de la Red, que prefieren una cultura de cortar y pegar, la escasa calidad de las aportaciones de los usuarios, la existencia de un solo buscador como puerta global de acceso a la información, la escasa diversidad de fuentes de información divergentes, la dominante escuela de la gratuidad, el nulo respeto por los derechos de propiedad intelectual en Internet, la cuestionable vinculación entre el aumento del uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el aula con un mayor rendimiento académico, etc. Esta llamada de atención, que aboga por un pensamiento más crítico entre los usuarios y líderes de opinión de Internet, no quiere restar importancia ni valor a los beneficios derivados de las TIC en la creación cultural o las posibilidades que brinda la digitalización de todo tipo de contenidos culturales, tan solo desea que paremos un momento para reflexionar sobre si el futuro que estamos creando es mejor que el precario presente.

Web 2.0, ni tan colaborativa ni tan participativa

Ya sabemos todos los defectos que tiene nuestro actual sistema educativo y cultural: los bajos niveles de lectura existentes en nuestro país, la limitada red de bibliotecas escolares, la abrumadora desaparición de librerías y kioscos de prensa, el supuesto escaso interés de las nuevas generaciones por todo lo relacionado con la cultura… y así un largo sinfín de quejas con más o menos fundamento que reflejan el precario estado del sector cultural y educativo. Pero por muy deficiente que para muchos sea este estado, debemos garantizar que la futura sociedad digital que hoy en día estamos construyendo sea mejor que la analógica.

Me imagino que esta reflexión sorprenderá a muchos lectores, dado que supuestamente el futuro siempre conlleva progreso y este debe mejorar el pasado. Pero si analizamos detenidamente el impacto que está teniendo la irrupción de las mencionadas tecnologías sociales en los hábitos de lectura y escritura de los ciudadanos, en la forma en que acceden a la información en Internet y en cómo gestionan el conocimiento, cada día somos más lo que pensamos que la nueva sociedad digital que estamos construyendo no solo no mejora las deficiencias del anterior mundo analógico, sino que además en algunos aspectos la empeora.

La famosa Web 2.0 no es tan colaborativa ni participativa como la describen la mayoría de los ‘blogueros’ y líderes de opinión cuando hablan sobre la supuesta revolución digital. Es cierto que gracias a la facilidad de uso y a la gratuidad de las herramientas de comunicación 2.0 -como los blogs, las wikis o Twitter-, tenemos que reconocer que muchos ciudadanos leen y escriben más que nunca, pero desgraciadamente varios estudios indican que la mayoría de estos usuarios no crea contenidos originales: básicamente cortan y pegan o ‘retuitean’ la información y opinión creada por terceras personas.

Jacob Nielsen, una de las autoridades más respetadas en el ámbito mundial sobre usabilidad en la web, señala que tan solo un 10 por ciento de los internautas son creadores originales de contenidos en la web, mientras que un 90 por ciento son lectores y consumidores pasivos de los mismos. Algunos dirán que algo es algo, que la sociedad avanza poco a poco. Puedo admitir esta postura en otras áreas de la sociedad, pero en este caso creo que no se puede considerar un avance, dado que se está consolidando un comportamiento cultural muy pasivo por parte de los ciudadanos que puede ser perjudicial a medio plazo.

La mayoría de los usuarios Internet son meros ‘espectadores’ de la Web 2.0, asumiendo una actitud totalmente pasiva en Internet, similar a la postura que teníamos anteriormente ante los medios de comunicación tradicionales (prensa, radio y televisión). Muchos se empeñan en pronosticar que todo va a cambiar pero, como vemos, la mayoría de los usuarios de Internet traslada sus mismos vicios, actitudes y comportamientos a los nuevos medios digitales…Una pena.

Pocos contenidos y de escasa calidad

Supuestamente, las nuevas tecnologías sociales nos permiten crear y desarrollar un nuevo modelo de intercambio cultural, a través de la participación en redes sociales con personas de nuestro entorno con las mismas afinidades culturales y con otras que conoceremos a través de la Red. Pero desgraciadamente, el nivel y calidad de los contenidos culturales generados por la mayoría de los usuarios en la web social deja, hoy por hoy, mucho que desear.

Si analizamos detenidamente los contenidos publicados en blogs, páginas web o perfiles en Twitter, encontraremos que son principalmente interpretaciones de contenidos anteriormente elaborados por medios de comunicación tradicionales (prensa, radio y televisión) y lamentablemente, en muchas ocasiones sin sus respectivas fuentes y créditos. Aunque nos cueste aceptarlo, la mayoría de los supuestos creadores de la nueva sociedad digital no publican contenidos originales, son tan solo meros interpretadores y altavoces de los contenidos generados por otras personas.
No solo son pocos los que aportan contenidos culturales originales, sino que además debemos cuestionar la calidad de los mismos. No cabe duda de que estas nuevas vías de difusión de la cultura son realmente enriquecedoras para toda la sociedad. No obstante, no es oro todo lo que reluce en Internet. Una proliferación de nuevas fuentes informativas no equivale necesariamente a un incremento de la calidad de la información, ni de la calidad de la recepción de la información. Muchos de estos nuevos blogs, foros y redes sociales carecen del rigor necesario para que se conviertan en una referencia cultural.

Esta reproducción masiva que tiene lugar en los nuevos medios digitales conlleva también una mayor dificultad para jerarquizar, seleccionar y establecer criterios diferenciadores. La multiplicidad de fuentes informativas también dificulta al ciudadano la capacidad de gestionarlas coherentemente.

No obstante, si vamos a cuestionar la calidad de los contenidos culturales en Internet, también debemos cuestionar la calidad de la creación cultural en el mundo analógico. Existe un interesante debate -dentro y fuera de la Red- sobre el papel de los nuevos creadores de opinión en la Red (‘blogueros’ especializados en cultura, redes sociales especializadas en información cultural, etc.) y el impacto de la inteligencia colectiva en los procesos de creación y prescripción cultural. El hecho de que cualquier persona pueda aportar información u opinión gracias a la facilidad de las nuevas tecnologías sociales Web 2.0 genera un amplio rechazo entre algunos miembros del sector cultural, debido al supuesto escaso criterio que tienen la mayoría de las personas para contribuir en cualquier proceso de intercambio de conocimiento.

Es cierto que muchos artículos publicados en blogs, wikis y redes sociales contienen imprecisiones, datos erróneos o erratas, pero no debemos olvidar que también se publican cada año miles de artículos en los medios tradicionales con mucha ideología entre líneas, multitud de imprecisiones en datos y abundantes erratas.

En este contexto de escasa creación original y participación por parte de la mayoría de los usuarios de las nuevas tecnologías sociales, uno de los principales retos de la sociedad digital es crear una sociedad digital culta y multialfabetizada en lugar de una sociedad ignorante. Al igual que en la práctica no es cierto ese dicho de que nacemos con un pan bajo el brazo, tampoco es cierto que los nativos digitales nazcan con un ADN digital, una amplia oferta de contenidos generados por los usuarios no significa una mayor calidad de los mismos. No debemos conformarnos con el hecho de tener más personas intercambiando contenidos culturales; como miembros de la nueva sociedad digital debemos aspirar a contar con un mayor número de usuarios de la Red que aporten creaciones originales y más pensamiento crítico.

Sin lugar a dudas, las nuevas generaciones se sienten muy cómodas con el uso de las herramientas 2.0, pero la mayoría son absolutos analfabetos digitales al desconocer los intereses comerciales, ideológicos y sociales que hay detrás de cada una de estas herramientas. Todas las tecnologías tienen sesgo, incluida el papel -se nos olvida que no es más que una tecnología al llevar más de 500 años entre nosotros-. Los inmigrantes digitales debemos enseñar a los nativos a descifrar los códigos e intereses que hay detrás de cada texto, vídeo o imagen publicada en Internet.

Nos guste o no, tenemos que asumir que nuestros hábitos de creación y consumo cultural están experimentando una transformación histórica con la llegada de Internet. En los próximos años tendremos un acceso ilimitado a cantidades inmensas de contenidos digitales creado por los ciudadanos, lo que conllevará una reorganización de la sociedad. Ante estas nuevas formas de acceder y consumir la cultura, las entidades del sector cultural (editoriales, museos, centros docentes y bibliotecas, entre otras) deberían reflexionar sobre cuál será su papel para crear una sociedad digital más culta, responsable y participativa.

Artículo extraído del nº 88 de la revista en papel Telos

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