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Hacia una nueva teoría crítica de la información


Por David Felipe Arranz

PORTADA LIBRO

Informar no es comunicar
Dominique Wolton
Barcelona: Gedisa, 2010, 144 p.
ISBN: 978-84-9784-525-0

Dominique Wolton, director del Institut des Sciences de la Communication du CNRS, se atreve a asentar las bases de una nueva teoría crítica de la información en su último trabajo, este valiente Informer n’est pas communiquer. Su propósito no es otro que el de reflexionar sobre el apasionante tema de la comunicación en la hora del triunfo de la información y de las técnicas y pensar sobre la velocidad en la circulación de las informaciones, la ausencia de control, la desregulación y el olvido del interés general.

En primer lugar, Wolton desea derrumbar el estereotipo de que la información es seria y la comunicación no lo es, ya que no hay comunicación sin información y no existe ninguna información sin un proyecto de comunicación; por otra parte, Wolton parte de la idea de que la comunicación es siempre más difícil porque conlleva la relación con el otro y, por lo tanto, está sujeto a incertidumbre. De ahí que piense que la verdadera revolución del siglo XXI no sea de la información ni del mensaje, sino la de la comunicación y la relación.

Por un lado, el sociólogo francés aboga por la necesidad de pensar a comunicación e información de manera conjunta, pues desvalorizar la comunicación es tanto «como desvalorizarse uno mismo». La información, en ese binomio indisoluble, es el mensaje, mientras que la comunicación es la relación humana, mucho más compleja que aquélla, y la que introduce esa variable imprevisible. La comunicación es sinónimo de compartir, intercambio, seducción y convicción, con el atractivo despliegue argumentativo que conlleva. Comunicar es también compartir, influir, complacer e incluso manipular. Los mensajes y las técnicas, en contra de lo que comúnmente se piensa, son los más simples, mientras que los hombres y las sociedades aportan precisamente la parte más complicada de esa relación; la información y la incomunicación, pues, abundan y la comunicación escasea: «Si cada vez hay más incomunicación, se debe a que cada vez hay más información», que Wolton subcategoriza en información-noticia, información-servicio, información-conocimiento e información-relacional. En cualquier caso, resulta curioso ver cómo un teórico de la comunicación constata con firmeza que los sistemas técnicos están en línea y los hombres raramente lo están.

El receptor, elemento fundamental en los procesos de comunicación

Hace varias décadas, los públicos eran más homogéneos. En ese sentido, al decir de Wolton, el gran reto de la comunicación actual es la coexistencia de puntos de vista distintos, pues se enfrenta a un triple reto: la relación, la alteridad y el receptor. Interesa especialmente conocer, en la línea de la teoría de la recepción, las condiciones de aceptación o de rechazo por parte de los receptores, todos diferentes y destinatarios últimos de la información, que «complican» la comunicación, ya que se resisten a aceptar las informaciones que les estorban «y quieren dar sus versiones respectivas del mundo» bajo sus condiciones de aceptabilidad y de negociación. Los receptores cada vez son más numerosos, heterogéneos y reticentes debido al plurilingüismo y las diferentes representaciones, culturas, visiones del mundo, etc., y dan lugar a más desacoplamientos y malos entendidos. Los receptores, en su papel cada vez más activo en los procesos de información-comunicación, negocian, filtran, jerarquizan, rechazan y aceptan el mensaje, resistiéndose al torrente informativo que se les dirige. Wolton es de la opinión de que el receptor ha hecho que pasemos de la idea de mera transmisión a la de negociación y que cristalice poco a poco la convivencia, con sus fortalezas y debilidades. El receptor tiene la clave para que se produzca ese deseado flujo continuo entre información y comunicación para evitar la incomunicación entre los individuos.

Información, comunicación y el otro

Partiendo de la Teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas y de los trabajos sobre antropología y filosofía de la comunicación de Humberto Eco, Michel Serres, Edgar Morin y Régis Debray, Wolton considera que antes que la celebración del progreso técnico hemos de alcanzar la resolución de la cuestión del otro, de la comunicación entre los pueblos como fin de las fuentes de los conflictos. Para demostrarlo, el sociólogo considera que el problema de la alteridad sigue siendo complicado de resolver, a pesar del progreso técnico y de la omnipresencia de las TIC. Más información no crea necesariamente más diversidad.

Por ejemplo, la incomunicación intergeneracional es considerada por Wolton como metáfora de una incomunicación de carácter más general que se ha producido tras la victoria de la información; la incomunicación es, en ese sentido, una preocupante cuestión política fundamental de principios del siglo XXI, en un mundo hipervisible donde la negociación y la convivencia siguen siendo las grandes asignaturas pendientes. La reducción de la comunicación a la expresión y a la interactividad, al «comunitarismo» mal entendido, ha marginado la cuestión de la alteridad y ha propiciado la posibilidad del cerramiento del individuo en los nuevos espacios virtuales.

Una reflexión crítica

En cualquier caso, es la información la que posee una dimensión normativa y parece poseer las herramientas mágicas de una democracia electrónica que está, supuestamente, relanzando -en opinión de Wolton- la participación de los ciudadanos en los procesos comunicativos; por el contrario, se suele olvidar con demasiada frecuencia que la política nunca puede ir a la velocidad de la información. En cambio, es la ideología técnica la que se impone, así como la ideología del scoop, que se confunde con un nuevo humanismo que abarca junto con la información a la acción y al conocimiento, realidades para Wolton completamente distintas y que se mezclan en perjuicio de la distancia histórica y geográfica. «La lentitud -afirma- es el tiempo de los hombres y la velocidad es el de las técnicas», de forma que aquéllos han de ayudarse de ésta, pero no ajustarse necesariamente a la velocidad cada vez más potente de las herramientas.

Estamos ante un sugerente ensayo que pone un poco de distancia frente a la corriente de las teorías que dan la bienvenida incondicional a las TIC y que puede servir a manera de contrapeso frente a la mayoría adopcionista y triunfalista de la técnica. Wolton lanza un desafío: perpetuar en un mundo saturado de información, comunicación y técnica el valor de emancipación y de verdadera ayuda que las TIC tuvieron desde el siglo XVII.

Artículo extraído del nº 85 de la revista en papel Telos

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