¿Es posible popularizar la ciencia y la técnica?


Por Manuel Calvo Hernando

Los medios de comunicación comparten con la ciencia y la educación la tentadora, sugestiva y arriesgada función de producir y sistematizar la información y el conocimiento para el público. Las interacciones sociales de estos conjuntos de fenómenos resultan apasionantes y pueden promover opciones de futuro que empiezan a ser hoy consideradas y estimadas.

Ello obliga a replantear las relaciones entre las dos gigantescas fuerzas del mundo de final de siglo, ciencia e información, a las que debe añadirse la educación. Desde los años cincuenta vengo tratando de promover entre comunicadores, científicos y educadores una respuesta coherente a esta pregunta: ¿es posible popularizar la ciencia y la tecnología, para que puedan insertarse realmente en nuestra sociedad?

Algunos de los desafíos en este campo se relacionan con las tecnologías que ya podemos llamar convencionales, básicamente la radio, el cine y la televisión, y con sus posibilidades para cumplir los objetivos educativos del periodismo científico, lejos todavía de las esperanzas iniciales. Otros se derivan de esos dos grandes conjuntos de ciencias, tecnologías y tendencias que llamamos biosociedad y sociedad de la información.

Un grupo de problemas está vinculado con la educación. En nuestro tiempo coexisten e interactúan dos modos de aprendizaje: la escuela y los medios de comunicación de masas. Ello hace necesaria una educación en materia de comunicación, lo que la Unesco llama edocomunicación, que afecta a educadores, informadores y padres y madres.

¿Es posible popularizar la ciencia? Para algunos, este es un interrogante de cuya respuesta podría depender el destino de la sociedad democrática.

En un tiempo como el nuestro, la actualidad ya no es sólo la escueta información, sino su vertiente explicativa, y también el pensamiento, el mundo, el hombre y sus contradicciones, los problemas que nos preocupan y a veces nos aterran, los hechos de la naturaleza que nos conmueven.

Un intento de acercamiento a la solución del problema de la popularización de la ciencia arranca de la utilización de los medios informativos al servicio de la difusión del conocimiento, de la educación permanente y del desarrollo integral del individuo y de la sociedad.

Entramos en una era sin precedentes en el conocimiento y en la comunicación y esta era coincide, paradójicamente, con crecientes desequilibrios que permiten hablar no sólo de un tercer mundo, sino de un cuarto y un quinto.

Nos enfrentamos con este doble reto en un difícil y complejo momento histórico, en el que, por un lado, una parte de la humanidad ha alcanzado o está alcanzando cotas de bienestar material hasta ahora reservadas a los poderosos de la Tierra, y por otro, se acentúan las desigualdades entre los países y aun dentro de la misma nación, en aspectos tan decisivos como la educación, la economía, la seguridad y la propia información. Vivimos en un mundo donde casi dos tercios de su población están sometidos todavía a las antiguas y penosas servidumbres de la inseguridad, la pobreza y la ignorancia.

Por otra parte, nos encontramos ante un fenómeno de masificación de la cultura, de la ciencia, de la información y de la educación. ¿En qué nos va a afectar este fenómeno, hasta ahora inédito, a los periodistas, a los científicos, a los educadores, a los profesionales de la producción cultural, a los consumidores de la información y la cultura? ¿Qué problemas, generales y específicos, van a plantear estos hechos en unas sociedades en mutación?

El creciente número de investigadores docentes, periodistas, escritores, museólogos y animadores culturales dedicados, profesionalmente o no, a la difusión de la cultura científica y técnica, trata de encontrar respuesta a estos interrogantes, mediante una movilización cuyo desarrollo plantea problemas -algunos de difícil solución- basados en la ambigüedad de los conceptos y de los objetivos y en las contradicciones, las dificultades y las limitaciones de la acción.
En cuanto a los profesionales de la información, creemos -y así lo hemos subrayado colectivamente en congresos y reuniones internacionales- que el periodista de la sociedad contemporánea está llamado a ejercer, en este campo, una triple función: de divulgador, que trasmite y hace comprensible el contenido de la ciencia; de intérprete, que precisa la significación de los descubrimientos y explica el presente y el futuro de la ciencia y la tecnología: en tercer término, función de control, para vigilar, en nombre del público vinculado a su medio informativo, que las decisiones políticas se sirvan del conocimiento científico y del desarrollo tecnológico para promover la calidad de vida y enriquecer culturalmente al público.

Esta vertiente del periodismo tiene como misión crear un clima popular sobre el permanente estado de cambio de nuestra civilización tecnológica y sobre las transformaciones revolucionarias de una sociedad que vive una situación quizá única en toda la historia humana.

Quienes estamos embarcados en esta aventura tan difícil como sugestiva, necesitamos confrontar y matizar nuestras ideas para especificar qué pretendemos al promover la práctica del periodismo científico, como especialidad informativa de los profesionales de la comunicación en nuestro tiempo y como actividad complementaria pero importante de científicos, educadores, escritores y de otros profesionales que se sientan llamados a ayudar a los demás en este objetivo ideal de extender el conocimiento para todos.

Artículo extraído del nº 39 de la revista en papel Telos

Ir al número Ir al número


Avatar

Manuel Calvo Hernando

Comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *