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Su enseñanza en una cadena periodística


Por Elliot Jaspin

La informática no es sólo una herramienta para transcribir la infomación. Cambia todo su proceso de producción. Hace pasar de lo anecdótico a lo analítico. Y requiere nuevas formas de enseñanza universitaria.

En su libro sobre la familia Krupp, William Manchester describió los primeros intentos de Alfred Krupp por vender sus revolucionarios cañones de acero al ejército ruso. Se organizó una demostración para probar el cañón Krupp. Se hicieron numerosos disparos y todos dieron en el blanco.

Incluso después de 4.000 proyectiles cifra muy por encima de la vida útil de un cañón de bronce-, el cañón de acero parecía prácticamente nuevo. El Estado Mayor ruso se quedó pasmado y enseguida compró el cañón Krupp utilizado en la demostración. Fue orgullosamente exhibido en el Museo de Artillería de la Fortaleza de Pedro y Pablo, donde todos pudieron maravillarse ante el cañón monstruo que no parecia desgastarse. Pero a nadie de entonces se le ocurrió emplear la nueva tecnología.

Es como si el cambio, por valioso que sea, se viese mejor desde una cómoda distancia. Sólo cuando los proyectiles de nuestros oponentes comienzan a estrellarse a nuestro alrededor, de pronto nos acordamos del lugar donde dejamos la orden de pedido de aquellos maravillosos cañones de acero. La experiencia es un maestro despiadado pero eficaz. Aunque la reacción de los generales rusos puede parecer chocante y divertida, ese tipo de actitudes siguen encontrando un eco sutil en las redacciones y escuelas de periodismo, cuando se trata de afrontar la era de la informática.

Los periodistas no están deshabituados al cambio. Los reporteros que comenzaron sus carreras escribiendo sus articulos a mano aprendieron a utilizar la máquina de escribir. Con el tiempo, la máquina de escribir dio paso al ordenador portátil. Pero las máquinas de escribir, la impresión en offset y las imprentas en color eran cambios en la producción.

Esas tecnologías no alteraron nunca el proceso de recogida de noticias que, con la excepción del teléfono, se ha mantenido prácticamente sin cambios desde que Tucídides comenzara a escribir sus crónicas de las batallas entre las guerreras ciudades-estado de la antigua Grecia. Pero, a medida que la información se ha trasladado del papel al formato electrónico, los ordenadores se han convertido en algo más que máquinas de escribir sofisticadas.

Se han convertido en una forma de recoger y analizar información. En ciertos casos han sido indispensables para obtener una información. George Landau, del St. Louis Post Dispatch, por ejemplo, utilizó un ordenador para comparar los registros de defunciones de Missouri, correspondientes a 10 años, con las listas del censo electoral de la zona oriental de Saint Louis. De este modo descubrió votaciones de personas fallecidas. Con un ordenador pudo cruzar 500.000 registros de defunciones con más de 25.000 inscripciones del censo electoral en cuestión de horas. Sin un ordenador, la tarea habría sido irrealizable. De hecho, cada año se publica una nueva cosecha de artículos que han sido posibles gracias al empleo del ordenador.

Y de la misma forma que miramos atrás para ver el carnino recorrido en un viaje, se pueden señalar algunos importantes avances. Grandes periódicos como el New York Times y el Washington Post tienen cursos de formación sobre información asistida por ordenador.

La Universidad de Indiana celebró recientemente su tercera conferencia anual sobre información asistida por ordenador. Y un gran número de periódicos adquieren nuevos equipos y se preocupan por la formación de sus informadores. Pero si miramos en otra dirección vemos un camino muy largo por recorrer. La abrumadora mayoría de los informadores de Estados Unidos no están familiarizados con el uso de los ordenadores.

Sólo un pequeño número entre las docenas de escuelas de periodismo existentes en el país disponen de algún tipo de curso organizado de enseñanza de la información asistida por ordenador. Y por cada periódico que tiene un plan de formación de este tipo hay al menos otros cinco que no tienen nada similar.

No obstante, las cifras por sí solas no describen adecuadamente el problema. No es tan solo una cuestión mecánica, como el hecho de aprender a escribir a máquina. Los periodistas, los profesores de periodismo y los estudiantes de periodismo se enfrentan con un nuevo paradigma una revolución tecnológica que les obliga a repensar sus formas de trabajo. Más aún, plantea la cuestión de cómo enseñarles a usar el ordenador como herramienta informativa.

Al igual que el Estado Mayor ruso los informadores, educadores y estudiantes no quieren perder su batalla. Pero también, al igual que los generales, se sienten más cómodos con lo que ya conocen. En tales circunstanciasl un programa educativo que no trate de motivar a la vez que enseñar está condenado al fracaso.

COMPAGINAR FORMACIÓN Y PROFESIÓN

El hecho es que el educador, el estudiante, el informador y el personal directivo de los medios informativos acuden a la inforrnación asistida por ordenador con su propia lista de prioridades.

El educador busca su mejora profesional con el objetivo, por ejemplo, de lograr una mayor estabilidad laboral. El interés predominante del estudiante consiste en obtener un trabajo al terminar sus estudios. Los informadores buscan temas para sus artículos y los directores y jefes de sección necesitan llenar la página y presentar temas impactantes en la reunión diaria del consejo de redacción. Lo que suele estar ausente de las preocupaciones de todos ellos es cualquier análisis del rostro cambiante de la información. No se trata de que las personas relacionadas con el periodismo menosprecien la tecnología. Simplemente no es una de sus preocupaciones centrales.

Por ejemplo, un profesor de periodismo está más interesado en valores como la compensación entre fuentes informativas, la conducta ética y la claridad. Dentro de esta lista de prioridades, la tecnología está considerada como un tema de producción. Para mayor confusión, existen algunas diferencias muy reales entre la sala de redacción y el aula. En la sala de redacción, como es lógico, se insiste en la producción. No se valora especialmente el aprendizaje por el aprendizaje. Este sólo pasa a ser algo importante cuando sirve para elaborar un artículo. Incluso cuando el aprendizaje de una nueva técnica ayuda a lograr un artículo, los periodistas, en general, dedicarán a la formación necesaria para lograr dicho artículo sólo el tiempo que sea absolutamente imprescindible. La presión de la producción disminuye cuando el informador es alejado de la redacción para ese período de adiestramiento, pero sólo si dicha preparación se lleva a cabo en algún lugar relativamente distante.

Aunque actualmente preparo informadores en visitas a las redacciones, el tiempo máximo que un informador o un jefe de sección pueden dedicar a dicha preparación es de 72 horas aproximadamente. Incluso ese tiempo se concede de mala gana y con frecuentes interrupciones. En el aula, la situación es casi exactamente la contraria. El trabajo consiste allí en aprender, y las presiones de producción son muy escasas o nulas.

El estudiante ha decidido aprender y considera que ésa es su principal tarea. El periodista en activo no se hace tales ilusiones. Dadas las necesidades contradictorias y las diferentes expectativas, mi opinión es que lo que puede funcionar mejor en el aula generalmente no funcionará en la redacción. Un estudiante no sólo está predispuesto, sino que además cuenta con estar sentado durante varias horas en un aula mientras el profesor explica. Incluso aunque los informadores puedan escaparse durante unas cuantas horas, tienen tendencia a considerar pedante el entorno de la clase. La mejor manera de presentar los conceptos es en términos concretos y relacionados con la información de la que se ocupan.

El profesor debe explicar continuamente por qué determinada persona debe aprender algo. Y la información debe presentarse de manera muy concentrada, para disipar cualquier sensación de pérdida de tiempo durante el proceso de aprendizaje.

Cuando empecé a enseñar en la Universidad de Missouri en 1989, tennía una doble tarea. A la vez que daba un curso sobre información asistida por ordenador, trataba de poner en pie el Missouri Institute for Computer Assisted Reporting (MICAR, Instituto de Información Asistida por Ordenador, de Missouri), una entidad no lucrativa dedicada a ofrecer enseñanza y apoyo técnico a periodistas en activo.

El hecho de usar dos sombreros fue enormemente positivo. En las aulas enseñaba a los estudiantes de una manera relativamente tradicional. Los mejores de dichos estudiantes, a su vez, formaban el equipo que me ayudaba en la gestión del MICAR.

Concretamente, colaboraban en los seminarios de una semana de duración que celebrábamos para informadores y personal directivo, prestaban apoyo técnico a los periódicos y, de vez en cuando, trabajaban en el análisis de datos para medios informativos. Este planteamiento resutaba mucho para el estudiante. Por medio de los seminarios , los estudiantes conocían y colaboraban en la preparación de informadores y personal directivo. Los mejores establecían relaciones que, en algunos casos, desemcaban en la obtención de un puesto de trabajo. Los estudiantes aprendían tambiem a conocer lass preocupaciones y prioridades de los informadores en activo y de qué manera se atendían dichas necesidades mediante la información asistida por ordenador.

A los estudiantes les preocupaba que lo que estudiaban en la Universidad tuviese alguna relevancia al acabar sus estudios. Si existían ciertas dudas sobre la informaci6n asistida por ordenador, en seguida desaparecieron al trabajar con periodistas profesionales en estos seminarios. En ellos se estableci6 también una jerarquía. A los estudiantes con un mínimo de experiencia se les asignaba la función de preparadores.

A medida que iban adquinendo mayor expe riencia, dejábamos que los mejores estudiantes se hiciesen cargo de algunas de las secciones del seminario. Al verse en la posición del profesor, los estudiantes aprendían mucho más. La posibilidad de tener que responder, en una sala llena de periodistas en activo, a preguntas cuya respuesta desconoces, constituye un poderoso incentivo para aprender.
Y la rivalidad por convertirse en maestro les proporcionaba una motivaci6n saludable.

APROVECHAR EL POTENCIAL INFORMÁTICO

Aún más importantes eran los proyectos de análisis de datos que ocasionalmente el MICAR acordarla con un determinado periódico o cadena. En estos casos, un medio informativo necesitaba realizar un análisis informático pero no disponía del equipo ni de la preparación necesaria.

El MICAR ofrecía ambas cosas y cobraba por sus servicios mucho menos que una entidad comercial. Estos proyectos se pondrían en manos de un estudiante que trabajaría con el medio informativo. El estudiante, ansioso por complacer a un posible empleador, se esforzaria por llevar a buen término el proyecto. Al mismo tiempo, el estudiante estaría aplicando lo anteriormente aprendido en el aula.

Un proyecto con buenos resultados podría contribuir también a engrosar el historial del estudiante. A cambio de una tarifa reducida por el análisis de datos, planteábamos al medio informativo la conveniencia de publicar el nombre del estudiante. La base de datos que estos medios informativos enviaban al MICAR pasaría también a formar parte de una biblioteca informética que los estudientes podrían utilizar en diversas actividades. Yo también utilizaba dicha información para asignar tareas en el entorno docente tradicional.

Los estudiantes que participaban en la clase de información asistida por ordenador comprendieron enseguida que estaban trabajando con la misma información con la que se encontrarían cuando fuesen contratados por un periódico o cadena. Eso era reconfortante para ellos.

La capacidad del MlCAR para servir de puente entre los mundos académico y profesional ayudaba también a mejorar la imagen del trabajo universitario.

La Universidad es criticada por desarrollar soluciones teóricas inaplicables en una situación real. Las soluciones desarrolladas en el MICAR eran rápidamente puestas a prueba y descartadas con la misma rapidez cuando se consideraban inapropiadas. En mi opinión, la naturaleza real de la clase dedicada a la infomlación asistida por ordenador tuvo una influencia decisiva en su popularidad. En la tercera convocatoria del curso, el número de solicitudes fue supenor a la oferta y hubo que crear una segunda sección.

En la actualidad, este curso forma parte del plan de estudios permanente de la Universidad. La formación de profesionales es mucho más problemática. El planteamiento tradicional de las empresas periodísticas consiste en declarar como objetivo la adquisición de conocimientos de informática y amontonar al personal en un curso de corta duración sobre el empleo de ordenadores. Ese criteno se aplicó en el Raleigh News & Observer y, en menor medida, en el Dayton Daily News, con éxito limitado.

Las empresas descubrieron que dicha formación proporcionaba una comprensión muy superficial. Los informadores sabrían hacer algunas cosas pero no integrarían lo aprendido en la rutina informativa diaria. Eso se debía en parte a un inadecuado sistema de apoyo. En Raleigh, la gran mayoría de los informadores trabajan con un sistema de tratamiento de texto especial. Esto significaba que, para realizar cualquier tipo de análisis informático, el informador tenía que seleccionar uno de los pocos ordenadores personales dispersos por la sala de redacción. Por sí solo, este tipo de inconveniente no habría supuesto un problema importante. Pero iba acompañado de otros factores.

Aunque el periódico había tratado de desarrollar una biblioteca de cintas informáticas, la colección no era lo suficientemente amplia. Los informadores se veían en la tesitura de tener que dedicar un tiempo excesivo a tratar de obtener una informaci6n informatizada analizable. A esta frustración habia que añadir su desconocimiento de los ordenadores.

Aunque la preparación formal era bastante intensiva, los informadores se quejaban de que no podían disponer del suficiente apoyo técnico cuando surgían problemas durante la realización de un análisis.
A esta frustración se sumaba la actitud de los jefes de sección, reacios ante todo lo que les apartase de lo que consideraban que era el proceso informativo. Aunque los ordenadores eran considerados como un experimento interesante, los directivos de nivel intermedio fueron testigos de los torpes intentos iniciales de los informadores y se volvieron escépticos.

A pesar de los problemas, el periódico pudo producir algunos excelentes trabajos: un equipo de informadores analizó la situación de la educación especial y descubrió que los negros estaban siendo asignados masivamente y de forma arbitraria a clases para personas atrasadas, a la vez que eran marginados del programa para alumnos especialmente dotados. Otro análisis de los archivos fiscales puso en evidencia que un funcionario local debía miles de dólares en impuestos atrasados. Pero la impresión general era que no se estaba aprovechando todo el potencial de los ordenadores.

PASAR DE LO ANECDÓTICO A LO ANALÍTICO

El criterio de formación en masa no tiene en cuenta la naturaleza del problema que se tiene que afrontar en las redacciones. Como hemos dicho antes,la información por ordenador supone a la vez un cambio de criterio y de técnica. El informador se mueve de lo anecdótico a lo analítico. En lugar de trabajar con un puñado de hechos cuidadosamente hilvanados, el informador se enfrenta con una avalancha información procedente del ordenador.

El desafio impresionante, para el que algu miembros de las redacciones no están preparados. Estas circunstancias aconsejan un planteamiento más gradual, que permita a los informadores y personal directivo optar personalmente por la formación. La propia formación tiene que ser personal y, en buena medida, debe seguir el modelo inglés de un tutor que actúa como guía o mentor que se reúne periodicamente con el estudiante.

Según mi criterio personal admito que no basado en criterios científicos-, la mayoría de las redacciones pueden ser clasifiicadas en cuatro grupos.

El más pequeño, y el más importante de ellos, está integrado por personas deseosas de experimentar, de intentarlo todo si consideran que puede conducirles a un buen articulo.

Estas personas, generalmente menos de un 5 por ciento de la redacción, son decisivas para el éxito de un programa de información asistida por ordenador. Son, en términos generales, los mejores informadores, que producirán la primera serie de articulos que atraerá la atención del segundo grupo.

Este segundo grupo, generalmente compuesto por un 25 a un 30 por ciento de la redacción, no cambia con tanta rapidez. Pero si ven ciertas ventajas demostradas estarán dispuestos a aprovecharla oportunidad. Mientras que el primer grupo insistirá en aprender a utilizar un ordenador, la actitud del segundo grupo no será uniforme.

Algunos estarán muy interesados mientras que otros se las arreglarán con unos cuantos comandos de búsqueda rudimentarios. Para cualquier otra cosa más complicada recurrirán a un especialista. El tercer grupo -también entre un 25 y un 30 por ciento- sólo utilizará los ordenadores una vez que la técnica haya cuajado completamente, e incluso entonces sólo si disponen de un fuerte apoyo técnico. Este tercer grupo aprenderá, como mucho, unos cuantos comandos, utilizará los ordenadores con poca frecuencia, y considerará el proceso, al margen de su éxito, interesante pero no esencial para su trabajo.

El cuarto grupo nunca utilizará los ordenadores. En su mayoría, los integrantes de este grupo serán indiferentes al tema, y algunos de ellos, de hecho, se mostrarán hostiles. Dada la gran variedad de intereses y capacidades, no tiene mucho sentido despilfarrar los escasos recursos de tiempo y material en informadores y directivos poco o nada interesados en aprender o que incluso sean hostiles al cambio. Por otra parte, las personas acostumbradas a asumir riesgos suelen ser independientes y no les gusta hacer nada por obligación. Dado que es probable que estas personas aprendan de todos modos, ¿por qué provocar su enemistad hablando de cursos de formación obligatorios?.

Incluso el mejor curso, ya sea en una Universidad o en una sala de redacción, fracasará si el planteamiento de la dirección es inadecuado. Un informador tiene que tener la impresión de que la empresa considera la información asistida por ordenador como una prioridad que será tenida en cuenta en cualquier promoción o ascenso. El personal directivo también tiene que saber que los informadores no pierden el tiempo cuando se sientan ante un ordenador.

Por la misma razón, las instituciones de enseñanza tienen que hacer una inversión considerable en recursos para facilitar la preparación en materia de información asistida por ordenador. No se trata simplemente de ofrecer un curso. El auge de la información digital afecta prácticamente a todos los aspectos de un plan de estudios. Los cursos de derecho deben abordarlos temas especilicos que plantea el acceso a la información electrónica. Los estudiantes deben prepararse en un periódico donde puedan poner a prueba los conocimientos adquiridos en el aula.

Los estudiantes tarnbién deben recibir en una Universidad los conocimientos básicos de informática, como por ejemplo el trabajo con hojas de cálculo y programas de comunicaciones. En otras palabras, es necesario que se produzca un reconocirniento del hecho de que el auge de la información digital plantea nuevas exigencias y ofrece nuevas oportunidades a los periodistas. Y esta es una de las características de un dirigente. Es una persona capaz de prever el futuro -ya sean canones de acero u ordenadores- y prepararse para afrontarlo. Por avanzada que sea la tecnología, todavía no existe sustituto para la persona que, situada en primera linea, grita: ¡a la carga!.

Traducción: Antonio Fernández Lera

Artículo extraído del nº 36 de la revista en papel Telos

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